El Juego — basado en la destreza y el azar donde se apuesta dinero y efectos de valor — existe desde el 1300 a.C. Se han encontrado tableros de juegos y accesorios en las tumbas de la realeza egipcia. Doscientos años antes de Cristo, los romanos ya usaban los mismos dados con que se juega en la actualidad. Se dice que las primeras loterías establecidas por el gobierno datan del 1520 d.C., en Francia. Siglos después, las Colonias en los Estados Unidos usaron loterías para reunir fondos para universidades, escuelas e iglesias. Y durante la Guerra Civil, los soldados se divertían jugando al Keno, juego que la historia de China lo menciona desde mucho tiempo atrás.
En años recientes, en los Estados Unidos, las loterías y otros juegos legalizados se han usado cada vez más como fuente par obtener los fondos necesarios para escuelas y otras actividades. Los premios de muchos millones promocionados por los medios de comunicación, contribuyen a la aceptación y el entusiasmo del público.
El problema con todas estas formas de juego es que están construidas sobre una premisa falsa: que el bien viene de la casualidad, no de Dios. Esta premisa hace que el bien parezca incierto, una cuestión de suerte y no el resultado de las leyes divinas, en las que se puede confiar totalmente. Define al hombre en términos materiales y niega su naturaleza espiritual como la idea amada de Dios. Pero la Ciencia Cristiana muestra a la humanidad que la materialidad — con sus riesgos y pérdidas — no es la realidad. El hombre, como idea espiritual de Dios, siempre tiene todo el bien que necesita.
La creación perfecta de Dios, incluso el hombre, está documentada en el primer capítulo del Génesis, en la Biblia. Este relato muestra que Dios es el único creador de todo ser verdadero, incluso el hombre. Por su naturaleza misma, la creación de Dios es completa y está satisfecha. Puesto que está hecha por el Principio divino, el Amor, no es el resultado del azar sino de la ley espiritual, que sólo puede conducir al bien.
Cuando reconocemos que Dios, el Espíritu, nos creó como ideas espirituales, comenzamos a abandonar el punto de vista falso y mundano de que somos seres pecaminosos que viven en un universo infectado por el pecado. Vemos que un Dios que es Verdad no podría crear el mal, ni siquiera permitirlo. La unidad y totalidad de Dios prohibe cualquier otro control o influencia. Pero si pensamos que somos mortales insatisfechos y creemos que la suerte nos va a ayudar a salir adelante, el juego tal vez parezca tentador. Aun así, el hecho es que las probabilidades favorecen al sector que promueve estos juegos y no al individuo. Y más importante aún, apoyarnos en la suerte es cegarnos al cuidado de Dios en todas las facetas de nuestra vida.
No obstante, comprender la supremacía de Dios nos puede liberar del deseo de apostar. Hay dos pasos básicos que nos pueden ayudar. El primero es comprometernos a obedecer el Primer Mandamiento, que nos dice que tenemos que tener un solo Dios. Para mí significa que debemos esforzarnos por comprender y expresar fielmente a la Verdad divina. De este modo, el mal con sus promesas falsas de bien, tendrá menos posibilidades de influenciarnos o impresionarnos.
La verdad es que todo ser refleja a Dios.
En realidad, todo ser refleja a Dios. Como Sus ideas espirituales, existimos para expresar la naturaleza perfecta de Dios. De modo que el paso siguiente es reclamar nuestra identidad espiritual y vivirla con devoción. Adoptar esta posición desacredita a la materialidad y sus tentaciones. Estar consciente de que la Verdad es nuestra verdadera Vida es nuestra recompensa, y este conocimiento nos da una satisfacción genuina. Pablo escribe: "¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios!. .. Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos". Rom. 11:33, 36.
Para el sentido humano el juego parece muy tentador, pero su naturaleza es la de enredar. ¿Cómo podemos resistir ese encanto? No podemos ser atrapados si comprendemos el primer relato de la creación que afirma la prioridad y bondad absolutas de Dios. En este capítulo, Dios anuncia que lo que Él crea es completo y cierra la puerta a cualquier creación opuesta. Dios, el Espíritu, es por siempre Todo, por lo tanto, la materialidad carece por siempre de poder, es una mentira.
El segundo capítulo del Génesis, dice que el hombre "cae" de la gracia. La alegoría de Adán tiene un solo propósito: señalar lo opuesto de la Verdad, Dios; en otras palabras, la naturaleza soñadora del error, o pecado, que trata de ofrecer la misma satisfacción que la Verdad, pero no puede. La alegoría muestra que el confiar en un sentido material de vida — en lugar de reclamar nuestra espiritualidad — no nos traerá felicidad. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy explica: "En la Ciencia divina el hombre material está excluido de la presencia de Dios. Los cinco sentidos corporales no pueden tener conocimiento del Espíritu. No pueden venir a Su presencia y tienen que morar en la región de los sueños, hasta que los mortales lleguen a comprender que la vida material, con todo su pecado, enfermedad y muerte, es una ilusión, contra la cual la Ciencia divina está empeñada en una guerra de exterminio".Ciencia y Salud, pág. 543.
La atracción y la presión de los amigos no pueden tocar la inocencia que Dios le da al hombre.
La ignorancia de lo que es Dios y nuestra renuencia a dejar de lado el materialismo, son, en gran medida, lo que nos excluye de la armonía infinita de Dios, las bendiciones espirituales y la paz. A menudo, el jugar compulsivamente es el resultado de buscar satisfacción donde nunca la vamos a poder encontrar. Pero una vez que hemos comprendido esta verdad no necesitamos permanecer en la trampa mental. Cada uno de nosotros puede ser libre.
La inocencia que Dios le ha otorgado al hombre no puede ser alcanzada por la seducción del juego o la presión de los amigos, y esa es nuestra inocencia. La inteligencia que el hombre recibe de la Mente infinita, Dios, incluye fortaleza moral y espiritual. El hombre es noble, semejante a Dios. Por reflejo, usted, yo y todos, poseemos toda cualidad divina, las que nos hacen sentir verdaderamente gratificados y vitalizados, así como también nos satisfacen ricamente. Véase Salmo 26:3–7.
Estas verdades son prácticas y eternas y nos permiten ser lo que Dios nos hizo que seamos. Por ser Sus ideas, no nos podemos corromper, desposeer, herir ni ponernos en peligro a nosotros ni a los demás. Las ideas de Dios son totalmente buenas y espirituales. Por lo tanto, el materialismo no tiene dios, es desconocido para Dios, no es verdadero, y no tenemos ninguna obligación de aceptarlo. Por más seductora o mesmérica que parezca ser la materia, sólo es una falsa imagen mental — una distorsión de los hechos — como si uno se viera en un espejo defectuoso. Ante Dios, la Verdad, las mentiras no tienen ningún atractivo, fascinación ni poder, y cada uno de nosotros es, de hecho, la idea de la Verdad. La inspiración espiritual nos permite probar nuestra eterna relación con Dios, el bien. Cristo Jesús dijo: "El que es de Dios, las palabras de Dios oye". Juan 8:47. Cada uno de nosotros puede escuchar la guía de Dios, estemos donde estemos, y tenemos la capacidad de obedecerle.
Cristo Jesús enseñó: "No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo.. . porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón". Mateo 6:19–21. Aunque equivocadamente hayamos estado tratando de acumular tesoros materiales, la Ciencia Cristiana revela que el Cristo eterno de Dios nos redimirá de la ilusión de mortalidad y sus trampas. El Cristo redime porque es la acción de la Verdad. Así descubrimos la solidez y permanencia de las riquezas de Dios. Y este estado de armonía es nuestro ahora.
