La Lotería y otros juegos de azar han llegado a nuestra ciudad como a otras, y parece que también se establecerán casinos. Un artículo de un diario local informa que mientras muchos consideran que estos juegos son tan solo "un pasatiempo inofensivo" y una buena fuente de ingresos para el gobierno de la ciudad, otros se preguntan cuál es el efecto que todo este énfasis y confianza en el juego producen en "el alma de nuestro estado". El problema más obvio que mencionan los expertos, es que el juego se alimenta del dinero de aquellos que menos pueden gastarlo, tienta a aquellos que son adictos o tienen la inclinación al juego, y aumenta las posibilidades de la delincuencia. Pero, esto tiene un costo aún más alto.
El juego, de cualquier tipo, requiere de un proceso en el pensamiento: aceptar ciertas suposiciones, aun si uno no está completamente consciente de ellas. Y estas suposiciones se oponen directamente a que comprendamos la integridad del hombre gobernado por su Principio divino, Dios. Nuestra verdadera integridad es nuestro verdadero estado como la idea espiritual, pura y completa de nuestro creador inteligente, la Mente divina. Esta causa perfecta tiene como efecto al hombre espiritual, que está exactamente de acuerdo con su origen. Esta naturaleza espiritual es lo que Cristo Jesús conocía acerca de sí mismo y de todos los que lo rodeaban. Era esa comprensión otorgada por Dios que sanaba. Jesús instruyó: "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto". Mateo 5:48.
Dios nos crea a cada uno de nosotros como Su expresión distintiva, total y completa. Esta integridad significa que cada uno de nosotros incluye un propósito bueno y lleno de gozo, y la manera de lograrlo; una actividad fructífera, ya definida; y una abundancia al alcance de la mano. Cuando vemos esto con humildad y oración, encontramos que el logro y la satisfacción espiritual se convierten en una ley para nuestra experiencia diaria.
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