Las Decisiones que debemos tomar en muchos aspectos de nuestra vida diaria nos exigen reflexionar sobre ellos con mucho cuidado. "Después que me gradúe, ¿qué voy a hacer?", puede que se pregunte un alumno de secundaria. Otros quieren saber qué dirección tomar si pierden el empleo. Las respuestas de la mente humana a esas preguntas pueden ser confusas y hasta contradictorias. Tal vez las impresiones positivas y negativas se vayan alternando. En un momento nos sentimos muy alegres, y poco después las preocupaciones y dudas nublan nuestra visión. A veces las perspectivas de tener un futuro mejor parecen muy lejanas. En mi propia experiencia, en una situación que se relacionaba con el empleo, a medida que comprendí estas idas y venidas, terminé con el infructífero proceso de sopesar los pros y los contras simplemente desde el punto de vista material, y empecé a orar.
Con la oración comprendí muy pronto que Dios, la Mente siempre activa, no nos ve en situaciones confusas, llenas de presión o amenazadoras. La mente divina ya nos ve y para siempre donde pertenecemos. Puede que a veces parezca muy lógico evaluar gran cantidad de argumentos, pero no se iguala con el hecho de escuchar la guía divina con confianza. Como regla, la manera de ver las cosas desde el punto de vista humano, como son las oportunidades de trabajo, no nos lleva muy lejos porque se basa en opiniones, nociones, declaraciones en las que no se puede confiar. Por lo tanto, nuestra toma de decisiones se transforma en un juego de adivinación sin ninguna garantía de que nos mostrará el camino que es correcto para nosotros.
Mary Baker Eddy enfrentó con frecuencia desafíos que no tenían paralelo ni precedente en su experiencia. Pero su absoluta confianza en la guía de la Mente siempre le mostró el camino que debía seguir para salir victoriosa. Ella escribe en Ciencia y Salud: "Sólo la Mente posee todas las facultades, toda la percepción y comprensión".Ciencia y Salud, pág. 488.
Cuando en oración nos apartamos del yo y su manera de ver las cosas (donde una pregunta típica puede ser: "¿Podré hacer el trabajo?"), también adquirimos confianza en las facultades de la inteligencia divina e infinita. De este modo, una pregunta posiblemente tímida se transforma en un "Sí" rotundo. Puesto que la Mente posee todas las facultades, yo reflejo esas facultades. Y dado que el reflejo no está basado de ningún modo en la voluntad propia sino en la unidad del hombre con Dios, la expresión de sabiduría e inteligencia es natural y no tiene interrupciones.
La unidad del hombre con Dios es la base para toda actividad correcta. El reconocer incondicionalmente el hecho espiritual de que Dios expresa en el hombre Su perfección, poder y sabiduría, nos guía a una nueva y mejor forma de ver las perspectivas del futuro. El hombre espiritual — en otras palabras, nuestra propia identidad verdadera — posee todas las facultades necesarias porque refleja a Dios. La Mente divina no tiene que iniciar un proceso de razonamiento a fin de poder percibir y comprender lo que necesita saber. La Mente lo sabe todo, y está en todo momento totalmente consciente de cada una de sus ideas.
La percepción espiritual se apoya en la totalidad de la Mente que es también el Alma infinita. Esa percepción es una facultad eterna de Dios que pertenece al hombre y no puede estar separada de él. Cuando abandonamos el modo material de ver las cosas y cedemos en oración a la consciencia divina, podemos — de una forma totalmente natural — dejar de lado las opiniones humanas con todas sus limitaciones y dudas. Entonces vemos que nuestro ser verdadero está gobernado por el Principio divino, el Amor, y obtenemos la libertad de tomar decisiones sin ansiedad y sin duda. Descubrimos que estas decisiones dirigidas espiritualmente siempre prueban, con el correr del tiempo, ser las más adecuadas.
Cristo Jesús nos mostró el camino para tener este dominio cuando declaró: "Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres". Juan 8:32. Es la Verdad de Dios lo que nos libera y pone al descubierto toda duda e indecisión como el resultado de una forma errada y mortal de ver las cosas. Puesto que Dios, la Verdad divina misma, nos comunica todo lo que necesitamos saber para tomar las decisiones adecuadas, deberíamos estar más interesados en los hechos que la Verdad nos da a entender, que en las preguntas que nos hacen dudar y simplemente no se apoyan en la Verdad, en la Mente.
Fortalecemos nuestra percepción espiritual — la colocamos en una base más sólida, firme y confiable — cuando aprovechamos cada oportunidad de enriquecer esta facultad. Cuanto más nos aferremos a este concepto verdadero de Dios y del hombre en nuestra vida diaria, más fácil será para nosotros reconocer, hasta en momentos de desafíos, lo que es bueno y correcto. Los puntos de vista correctos acerca de los hechos del ser son indestructibles y sustanciales, y no pueden perderse ni permanecer ocultos. A medida que escuchamos sólo lo que tiene un origen divino, descubrimos que Dios nos brinda en toda situación todo lo que necesitamos para cumplir con la tarea.
Estamos divinamente investidos de autoridad para rechazar con firmeza toda presunción de la mente mortal, y esto incluye todas las dudas acerca de lo que valemos. Ese tipo de presunciones erróneas se puede corregir rápidamente porque es nuestro derecho identificarnos sólo con el bien, la verdad y lo eterno. Nuestra creciente comprensión de la perfección del ser es acompañada por las acciones y decisiones correctas. Nuestra disposición de caminar humildemente con la Mente y la Verdad por el camino que se va abriendo ante nosotros, nos llevará a obtener percepciones muy concretas.
Aun si el futuro no nos parece muy claro, la percepción espiritual nos da confianza y valor para dar cada paso apropiado. La Ciencia Cristiana nos enseña que la verdad y el error nunca se combinan. La sabiduría y la duda tienen tantas posibilidades de coexistir como la salud y la enfermedad. La sabiduría y la salud se perciben espiritualmente; son indestructibles y eternas. La duda y la enfermedad son ilusiones y carecen de poder y sustancia verdadera.
El crecimiento espiritual es un compañero muy natural de esta percepción espiritual. Percibimos cada vez más que la escasez, el temor, etc., no son naturales y no pertenecen a la realidad de nuestro ser. El poder de la Verdad, que elimina estos errores, no se puede detener porque la naturaleza de este poder sanador es expresarse así mismo constante y universalmente. De modo que a medida que ejercemos nuestra percepción espiritual encontramos oportunidades prometedoras y grandiosas que confirman lo que ya sabemos acerca de las habilidades que Dios le dio al hombre. Descubriremos lo nuevo y bueno, y se manifestarán inimaginadas posibilidades. Las dudas desaparecerán porque comprenderemos que no nos pertenecen, y experimentaremos con confianza y alegría, con humildad y preparación, la verdad de las palabras de la Sra. Eddy: "La percepción espiritual revela las posibilidades del ser, destruye la confianza en todo lo que no sea Dios y así hace al hombre la imagen de su Hacedor de hecho y en verdad".Ciencia y Salud, pág. 203.