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El poder dulce y transformador del Amor

Del número de julio de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


No Hace Mucho un amigo me dijo que él y su hijo mayor han progresado mucho. Cuando ese hijo era pequeño, perdió a su madre, luego de una penosa enfermedad. La madre en su sufrimiento, acostumbraba a decirle cosas que él no podía comprender. Ella le decía que lo iba a dejar solo, y esto originó en él ideas horrendas de pérdida de seres que se aman o de ser abandonado. Su muerte produjo un gran temor en él. Cada vez que veía a su padre salir, su angustia era tal que se aferraba a sus piernas y lloraba para que no lo abandonara. Temía perder a quien lo amara y quedar en total desamparo.

Sin embargo, cuando mi amigo me habló, ambos se enfrentaban con el hecho de que el hijo necesitaba viajar a un país lejano para trabajar y estudiar. Años de oración y afecto estaban dando sus frutos. Era la primera vez que se separaban, y lo hicieron sin temor. En el país al que se fue, el hijo de mi amigo fue guiado a una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana al leer los anuncios en El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Encontró alojamiento en un hogar de Científicos Cristianos, donde fue tratado como un hijo. Había superado el temor a no ser amado, temor que había surgido al fallecer su madre. Ahora, percibió que el amor que él expresaba y recibía, en realidad tenía su fuente en Dios.

Dios, el Amor, es Todo-en-Todo. No hay espacio ni momento en que la omnipresencia y omniacción del amor no se manifieste. Al comprender que vivimos en el Amor, el temor nunca nos privará del amor ni nos hará sentirnos solos. Por ello, en todas partes los hijos de Dios, pueden amar y ser amados.

Cuando reconocemos a Dios, nuestro Padre, como el Amor para quien todo es posible, nosotros Sus hijos no podemos dejar de manifestar amor. No debemos tener temor de amar a los demás, porque Dios nos ha creado Su imagen y semejanza espiritual, buenos, puros y santos. Nunca podemos estar separados del amor del Amor ya que Dios está siempre con nosotros. Acaso Dios, el Amor, ¿puede tener temor de amar? ¡Por supuesto que no! Y nosotros Sus hijos tampoco podemos.

Juan, además de definir a Dios como Amor, también dijo: "En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor".  Véase 1 Jaun 4:16, 18. El estar llenos del amor de Dios, nos libera de cualquier inseguridad de ser amados. Si tememos no ser amados, o pensamos que otra persona puede robarnos el afecto que creemos que nos pertenece, esto nos impide amar. El rey Saúl cometió esta equivocación. Temía perder el amor de su hermano o que amaran más a David que a él. Estos celos lo llevaron hasta agredir a su propio hijo Jonatán. En cambio David, pese a ser perseguido como a un enemigo y su vida amenazada, no buscó venganza ni deseó mal alguno contra su rey. Confió en Dios, se liberó del temor y amó aun a aquellos que lo perseguían como un enemigo. Como dijo la Descubridora de la Ciencia Cristiana,
 Christian Science (crischan sáiens) la Sra. Eddy: "La persecución es la debilidad de los tiranos engendrada por su temor y el amor la echará fuera". The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 191.

A través del poder liberador del Amor, Cristo Jesús transformó la teología y el mundo. Él no solo dijo que sus discípulos serían conocidos si se amaban los unos a los otros, sino que también dijo: "Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros". Juan 13:34. El Maestro ejemplificó la demostración práctica del amor sanando y salvando. Demostró la humildad del amor, al lavar los pies de sus discípulos; demostró el sacrificio del amor, al ir a la cruz por los pecados del mundo; la inmortalidad del amor, al resucitar de la muerte; la espiritualidad del amor, en la ascensión. Él demostró que Dios, el Amor divino, se manifiesta en el hombre a través de su Mesías, o Cristo.

Lo que hace que nuestra vida tenga sentido es que Dios nos da la habilidad de amar. Amar con amor puro y santo es expresar el amor de Dios. Pablo describe tal amor en su primera Epístola a los Corintios: "El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser". 1 Cor. 13:4-8. Estas palabras expanden nuestra comprensión del amor y nos liberan de un concepto egoísta, posesivo, o de un concepto agresivo del amor; y nos hacen amar aun a aquellos que no nos desean el bien. Este es el amor espiritual, lleno de gozo.

¿Cómo poner en práctica esta enseñanza de que debemos amar a nuestros enemigos? ¿Cómo podemos vencer los males del mundo; el odio, la violencia, las guerras, la venganza, la discordia, la envidia, los celos, el crimen y el vicio? El Maestro, Cristo Jesús, nos dejó la oración como nuestra arma principal para superar el mal. Nos enseñó a amar a través del Padre Nuestro. Esta oración nos enseña a hacer la voluntad del Padre, a perdonar a nuestros deudores, a amar a quienes nos ofenden, y a confiar en Dios para ser liberados del mal. La oración es la respuesta inmediata y práctica que vence el temor por medio del Amor. La Ciencia Cristiana nos enseña que es este amor de Dios y no el temor al mal lo que nos brinda felicidad. Como lo expresó la Sra. Eddy en su poema "La oración vespertina de la madre": "En vez de miedo y odio, quiero amar, pues Dios es bueno y El me hará triunfar".Escritos Misceláneos, pág. 389.

La Ciencia Cristiana nos da el discernimiento para orar y para desarrollar la capacidad de amar espiritualmente sin límites ni temor. Esta perspectiva abre nuestra comprensión a la luz entendimiento espiritual, luz que disuelve el temor tanto a amar como a ser amado. Esta nueva comprensión permite amar aun a nuestros llamados adversarios". Este tipo de amor fue el que demostró Cristo Jesús en la cruz, al perdonar a sus enemigos, pues no entendían ni sabían cómo amar mejor. Esta capacidad de amar espiritualmente sin límites, proviene de Dios, es el Cristo que Jesús ejemplificó.

La manifestación divina del Cristo, está en cada uno de nosotros, como hijos de Dios. Cuando manifestamos el Cristo, perdemos el temor a amar y a ser amados. Esto produce un cambio dulce en nuestra vida transformando el lamento en baile.

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