Toda Mi Vida busqué la plenitud, y esto me llevó por muchos caminos. La busqué en la promiscuidad, las drogas, el alcohol, el matrimonio, los niños, y una serie de terapias de auto ayuda, entre ellas la psiquiatría. Nada de esto satisfizo jamás mi necesidad de plenitud. El encontrar Ciencia y Salud en la biblioteca local marcó el "principio del fin" de mi búsqueda.
Aunque sentí que había dado mi espalda a las enseñanzas de la religión en que fui educada, éstas habían tenido un efecto trascendental en mi vida y la forma en que yo la veía. Conocer la Ciencia Cristiana me brindó una nueva oportunidad para entender verdaderamente a Dios y al hombre.
Que Dios conocía tanto el bien como el mal, y que Él estaba separado del hombre, quien también conocía el bien y el mal, y era un pecador que tenía que redimirse a sí mismo, eran sólo algunos de los conceptos que yo sostenía. Fui capaz de reemplazar estos conceptos con la verdad que me era revelada constantemente por medio de la oración y el estudio de la Biblia y Ciencia y Salud. Las ideas liberadoras de estos dos libros cambiaron mi pensamiento y produjeron curaciones.
Yo había tratado muchas veces de dejar el hábito de fumar que había tenido por quince años.
Por ejemplo, yo había tratado muchas veces de dejar el hábito de fumar que había tenido por quince años. Entonces me volví a Dios en humilde oración. La primera línea de "la declaración científica del ser": "No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia", (Ciencia y Salud, pág. 468) me vino al pensamiento. Después de mucha contemplación, la poderosa verdad de esta declaración tomó vida en mi consciencia y destruyó las creencias que tenía respecto a que mi cuerpo podía tener algún vicio, sentir dolor, sufrir síntomas al carecer de la droga a la cual estaba acostumbrado, o ansiar algo destructivo. El deseo de fumar desapareció. Había sanado.
El fallecimiento reciente de mi padre resultó crítico para mí. aflicción que sentí era abrumadora, y estuve inclinada a abandonar todo lo que había aprendido hasta entonces. Pero, en medio de mi desesperación, supe que la salvación para resolver estos pensamientos se encontraba en un esfuerzo persistente por conocer la verdad de la Vida divina, destruyendo así la mentira de la muerte.
Después de meses de orar por esto, comprendí que la forma física de mi padre que yo tenía en el pensamiento no era lo que lo hacía real para mí, sino más bien sus cualidades de bondad, amabilidad, sabiduría, compasión y muchas otras. Me di cuenta de que estas expresiones eran de Dios, quien es Vida perpetua, eterna; el hombre hecho a Su imagen y semejanza nunca puede dejar de expresarlo — nunca puede morir. Esto me dio un entendimiento más elevado de la Vida, y me sanó de toda aflicción.
Un día mi hijo más chico se enfermó. Parecía muy débil y afiebrado. Pronto después de haberlo recostado sobre el sofá, se durmió. Al principio, tocaba constantemente su frente, sentada simplemente mirándolo. Me di cuenta de que necesitaba dejar de temer esta apariencia de niño enfermo.
Me senté calladamente en mi habitación, y me volví de todo corazón a Dios en busca de la verdad. Sentí una paz verdadera, y supe que este niño era, ahí mismo y entonces, la idea espiritual de Dios, un reflejo de la perfección divina.
Después de orar en esta forma, seguí leyendo. Durante este tiempo escuché el ruido de mi hijo corriendo al pasar cerca de mi cuarto y salir por la puerta trasera para saludar alegremente y jugar con su hermano mayor. No había ninguna evidencia de fiebre alguna; estaba completamente sano.
A través de la revelación de la Ciencia Cristiana, puedo por fin reclamar mi plenitud y satisfacción en Dios. Esto me permite disfrutar verdaderamente de mi vida y de mi familia.
Clontarf, Queensland, Australia