La Mayoría de la gente relaciona el contagio con la enfermedad y el malestar. Algunas personas creen que se van a resfriar y a enfermar de gripe cada invierno; a otras se les ha alertado de una epidemia inminente y algunas otras están tan pendientes de la higiene y las leyes de salud, que ven peligro de contagio por doquier.
Hay también quienes se ganan la vida pensando en el contagio. En este grupo hay empleados de sanidad encargados de tratar las enfermedades contagiosas, y otros cuyo trabajo es descubrir, fabricar o vender la gran variedad de productos para controlarlas o prevenirlas.
Sin embargo, la enfermedad no es lo único de que se responsabiliza al contagio. Las noticias a menudo nos llevan a pensar que el suicidio, la violencia y el comportamiento rebelde son contagiosos. Todo esto puede parecer muy convincente.
¿Cómo deberíamos pensar respecto al contagio? En primer lugar debemos recordar que Cristo Jesús sanaba todo tipo de enfermedades, desde los padecimientos más leves hasta los más virulentos. Él comprendía que Dios, y no la enfermedad, es el poder supremo. Durante toda su vida y su ministerio, él demostró que no hay ninguna base para la causalidad o efecto físico. Él dijo: "El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha". Juan 6:63.
El contagio no tiene porqué infundirnos temor. Dios es la única Mente y el único creador, y Él nos hizo como Sus hijos puros y perfectos; por tanto, la verdad es que ya moramos en armonía con Dios, "al abrigo del Altísimo... bajo la sombra del Omnipotente". Salmo 91:1. Cuando comprendamos esto, y el hecho de que la relación espiritual entre el hombre y Dios, la Mente, es inquebrantable, veremos que ni nosotros ni nadie más puede tener una mente separada de Dios. ya no creeremos que nosotros, o los demás, somos mortales, sujetos a los caprichos del pensamiento mortal. Comprenderemos que la naturaleza del contagio es mental, no física y que el hombre no está más sujeto al contagio de lo que está Dios.
Ni el odio, ni la violencia, ni la enfermedad existen en el reino de Dios. En un artículo titulado "Contagio", Mary Baker Eddy explica cómo esta influencia mental toma forma. Ella dice: "Dejándonos llevar por la corriente popular del pensamiento mortal sin poner en duda la autenticidad de sus conclusiones, hacemos los que otros hacen, creemos lo que otros creen, y decimos los que otros dicen. El consentimiento común es contagioso, y hace contagiosa la enfermedad".Escritos Misceláneos, pág. 228.
El asesinato del Primer Ministro israelí, Yitzhak Rabin, es un ejemplo extremo de cómo un tipo de contagio, el veneno del odio, puede alcanzar el pensamiento. Sólo horas después del entierro de su esposo, la señora Rabin explicó este trágico evento. Señalando la palabrería violenta y sediciosa de aquellos que se oponían a la política de su esposo, dijo en la televisión israelí: "Definitivamente hubo incitación que fue fuertemente absorbida y que encontró un asesino".Chicago Tribune, 8 de noviembre de 1995. Este asesinato pudo haber sido pensado durante algún tiempo. La idea de matar estaba muy difundida, y los extremistas religiosos rezaban abiertamente por la muerte de Rabin. Unos días antes del asesinato, algunos hasta distribuyeron panfletos en los que se hacía un llamado para que "ángeles de muerte" lo derrocaran. El infortunado asesino y sus cómplices fueron víctimas del contagio venenoso del odio y el temor. El pensamiento lleno de odio que proponía la muerte de Rabin fue a parar a la bala del asesino.
De igual manera, el temor generalizado al contagio y la influencia de los medios de comunicación, alcanzan al pensamiento incauto y desprotegido. Son estas impresiones mentales, y no los gérmenes, los virus y otros elementos materiales, las que propagan la enfermedad. El temor a los microbios, los virus, las condiciones climatológicas, el contacto personal, etc. puede manifestarse en enfermedad, de la misma manera en que el odio puede manifestarse en acciones violentas, aun en asesinato.
Curación de un niño
Sin embargo, en la medida en que comprendamos más la causalidad espiritual, estaremos capacitados para demostrar mejor la verdad de las palabras de Jesús: "la carne para nada aprovecha". Y ya no temeremos al contagio. Si el contagio se ha infiltrado en nuestras vidas, podemos rechazarlo como un impostor, tal como hizo la madre de un niño de sexto grado cuando éste se enfermó de varicela un jueves por la noche.
Después de hablar con el maestro del niño, la enfermera de la escuela informó a la madre que el maestro estaba preocupado, porque la siguiente semana era la última del ciclo escolar y el niño necesitaba estar presente para los exámenes, a fin de determinar si pasaba al siguiente nivel. No habría ninguna oportunidad para que los presentara en otro momento.
La enfermera, sabiendo que la madre era Científica Cristiana, preguntó si había alguna posibilidad de que su hijo estuviera en la escuela el lunes, aun cuando ya era viernes. La madre, sintiendo que la enfermera esperaba que ella orara y tuviera buenos resultados, dijo que vería qué podía hacer. Pidió a un practicista de la Christian Science que diera tratamiento a su hijo, y el desarrollo de los síntomas cesó de inmediato.
Sin embargo, la madre sabía que no podía dejar toda la responsabilidad de la curación en manos del practicista. Ella dijo: "Me di cuenta de que tenía que tomar una actitud firme en contra de la creencia agresiva de contagio. Declaré firmemente que la verdadera identidad de mi hijo era la imagen y semejanza de Dios, por lo tanto, él no podía enfermarse. Vi claramente su inocencia y su pureza como el amado hijo de Dios. También oré para saber que no había ningún poder que pudiera impedirle estar en el lugar correcto". El lunes estaba bien, y la enfermera escolar lo mandó a su salón de clase. Dijo que ya había pasado todo peligro de contagio.
Para prevenir y sanar el contagio, necesitamos orar, como hizo esta madre, comenzando por Dios y lo que sabemos de Él. La oración es eficaz, cuando se basa en la clara comprensión de que Dios, el Espíritu, es la única y gran causa; de que Él es Amor infinito; la única Mente e inteligencia. La Sra. Eddy señala esto cuando dice: "Si seguimos el mandato de nuestro Maestro: 'No os afanéis por vuestra vida', jamás dependeremos de condiciones corpóreas, de la estructura del cuerpo o de su economía; sino que seremos amos del cuerpo, dictaremos sus condiciones, y lo formaremos y gobernaremos con la Verdad". Y prosigue en el siguiente párrafo: "No existe poder aparte de Dios. La omnipotencia tiene todo el poder, y reconocer cualquier otro poder es deshonrar a Dios".Ciencia y Salud, pág. 228.
Una vez que la verdad de la omnipotencia de Dios esté establecida en nuestro pensamiento, y comprendamos que Dios es la única Mente e inteligencia, la única y verdadera conciencia; no podremos ser afectados por creencias, como el contagio. La relación del hombre con Dios, como Su hijo amado, es permanente, perfecta e inquebrantable. Por lo tanto, la realidad es que el hombre no tiene ninguna conciencia que pueda ser víctima del contagio.
Al aumentar nuestra comprensión de estas ideas, tendremos mejor salud y estaremos libres del contagio.