En 1986 completé mis estudios universitarios en una universidad especializada en la enseñanza. No sabía qué pasos debía dar para encontrar un buen trabajo. Mientras estudiaba, ya había ocupado un cargo de maestro en una escuela de la comunidad, pero no se consideraba como un empleo y su remuneración —como lo es ahora— era insignificante.
Entonces, decidí que antes de hacer planes para encontrar un trabajo, me iba a dedicar durante un año, a servir a Dios. Era miembro de La Iglesia Madre y me hice miembro de la Sociedad de Christian Science de Kinshasa-Kalamu.
La comisión directiva me nombró bibliotecario y ayudante de la Sala de Lectura. Acepté el nombramiento porque era una oportunidad que yo mismo había buscado para servir a Dios.
Durante el tiempo que trabajé en la Sala de Lectura, tuve la oportunidad de leer, orar y explorar las Escrituras. Asimismo, tenía que responder a muchas preguntas que hacían los visitantes. Mucha gente preguntaba cómo debían orar para resolver problemas relacionados con el empleo, los negocios, el alojamiento, las relaciones humanas, etc. Puesto que tenía que dar respuesta a todas esas preguntas, yo debía estudiar mucho y estar siempre preparado.
Durante ese período, un miembro de la iglesia me vio en cierta ocasión, muy ocupado atendiendo a cada uno de los miembros que habían concurrido al servicio de la iglesia y me dijo: "Sabes, Pembe, cuando ayudas a otros, en realidad te estás ayudando a ti mismo". Comprendí, que las verdades que yo iba descubriendo para contestar las preguntas de los visitantes, me bendecían tanto a mí como a ellos.
Aprendí muchísimo durante esa época, aprendí a orar diariamente por mí mismo y acerca de mi propia identidad espiritual. Aprendí que las oportunidades de trabajo nunca se acaban porque "La creación está siempre manifestándose y tiene que seguir manifestándose perpetuamente, debido a la naturaleza de su fuente inagotable" (Ciencia y Salud, pág. 507). También logré comprender con claridad, que Dios era mi verdadero empleador y que mi verdadero trabajo era cumplir con Su voluntad, dar testimonio de Su naturaleza, glorificarlo a Él y manifestar y expresar Sus cualidades.
Entonces la comisión directiva me pidió que continuara con mi tarea por un término más y yo acepté. Precisamente al finalizar ese término, me pidieron que participara en un examen de evaluación para llenar un cargo en una escuela privada. Me presenté para participar, no como alguien que busca trabajo, sino para dar testimonio de la inteligencia y omnipotencia de Dios. Me sentía muy tranquilo porque sabía que no existe competencia en la casa de nuestro Padre, donde las oportunidades nos aguardan a cada uno de nosotros, porque "Cada individuo debe llenar su propio nicho en el tiempo y en la eternidad" (Retrospección e Introspección por la Sra. Eddy, pág. 70). Por lo tanto, yo sabía que Dios ya había dispuesto quién iba a ocupar el cargo.
Oré en esos términos y con lo que dice el párrafo de Ciencia y Salud de la página 513: "El Espíritu diversifica, clasifica e individualiza todos los pensamientos, los cuales son tan eternos como la Mente que los concibe; pero la inteligencia, existencia y continuidad de toda individualidad permanecen en Dios, que es su Principio divinamente creador". Leí pasajes muy inspiradores de la Biblia, como ser: "Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas os serán añadidas" (Mateo 6:33). Participé en ese examen simplemente para aplicar mi entendimiento de la Christian Science y lo hice con una sensación de dominio, en lugar de sentirme ansioso por obtener el empleo.
El primer día en que comenzaron a tomar los exámenes, eliminaron a diez postulantes y quedamos tres. Al día siguiente, nos tomarían nuevos exámenes, pues precisaban solamente una persona. Esa noche, antes de acostarme, oré y me vino al pensamiento el himno número 160, escrito por Mary Baker Eddy: "Tu suerte no importará si guía Amor, que es tuya, en calma o tempestad, la paz de Dios". (Himnario de la Ciencia Cristiana)
La palabra suerte me hizo pensar en la expresión "echar suertes" y me recordó que diariamente yo era guiado y gobernado por Dios, y nunca por el azar.
Al día siguiente, aunque sentía que no había tenido tiempo suficiente para prepararme, rendí mi examen muy satisfactoriamente y obtuve el empleo, en el que continúo desde hace seis años.
Estoy muy agradecido por haber aprendido que cuando bendecimos a otros, nos estamos bendiciendo también a nosotros mismos. Actualmente, estoy viviendo los desafíos y el gozo de trabajar para establecer un nuevo grupo de Científicos Cristianos en esta localidad.
Lukala
República Democrática del Congo