Mientras Se hundía el Titanic, y durante todo el tiempo que trabajé cargando pasajeros en los botes salvavidas, me aferré a la verdad, eliminando así el temor. Con esto, no pretendo decir que cualquiera puede hundirse con un barco a medianoche, en medio del Atlántico, y eliminar el temor sin orar intensamente para lograrlo. Tuve que orar mucho, no obstante las condiciones que existían a babor eran en sí mismas una demostración de que la Verdad estaba en operación, puesto que no tuvimos el menor tropiezo, y pudimos sacar todos los botes...
Entonces pedí a los hombres que me siguieran arriba de los camarotes de los oficiales para soltar el último bote, que estaba guardado allí. No tuvimos tiempo de abrirlo, de modo que simplemente lo bajamos a la cubierta de donde habíamos lanzado los otros botes. Al verlo deslizarse por el borde de los camarotes, me di vuelta y comencé a correr por la cubierta hacia el otro lado del barco para ver si podía hacer algo más. Al mirar hacia abajo pude ver que todo trabajo material había terminado, de modo que desde donde estaba arriba de los camarotes de los oficiales y por encima del puente, caminé hacia adelante y entré al agua. La inmersión repentina en el agua extremadamente fría, por unos segundos superó todo pensamiento, y... casi de inmediato sentí que una fuerza muy grande me arrastraba contra la rejilla que cubría la entrada del ventilador delantero, un ventilador enorme que comunicaba hacia abajo con el cuarto de calderas. En esta posición me hundí con el barco debajo de la superficie.
Quiero destacar que tan pronto recobré el aliento después de entrar al agua, recuerdo que me dije: "Ahora voy a saber cuánto he aprendido de la Christian Science". Nunca tuve duda de que sobreviviría; en otras palabras, nunca dudé de la habilidad del poder divino para salvarme. Creo que puedo decir conscientemente que con ese pensamiento todo temor desapareció, y empecé otra vez a percibir la verdad del ser.
Fue en ese momento que fui arrastrado dentro del agua, reconociendo la verdad, y cuando estaba debajo del agua me vinieron con tanta claridad estas palabras del Salmo 91, que pude percibir su total significado: "A sus ángeles mandará acerca de ti". Creo que inmediatamente fui lanzado lejos del ventilador, salí a la superficie y descubrí que tenía un pedazo de madera en la mano que parecía estar agarrado a la parte superior de la chimenea por medio de un cable. Permanecí quieto, mientras el agua pasaba rápidamente a mi lado arrastrando gente lejos de mí.
Me hundí por segunda vez, aferrándome con todo mi corazón a la verdad, y nuevamente salí a la superficie. El pedazo de madera había desaparecido, pero junto a mí estaba el bote plegable de fondo plano que yo había arrojado desde el otro lado del barco. Me agarré fuertemente del bote pero no traté de subir en él.
Quiero que se comprenda bien que durante el tiempo que estuve en el agua, percibí con toda calma y claridad que había un poder divino que podía utilizarse de una manera práctica, y también me pareció muy natural apoyarme en este poder con la comprensión espiritual de la que tan a menudo habla la Biblia, y que explica "Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras" por Mary Baker Eddy.
Ahora bien, cuando se hunde un barco tan grande como el Titanic, también se tiene que superar el temor a la succión; en ese momento la chimenea delantera se cayó, arrojando el bote, a mí y a otros sobrevivientes más de seis metros lejos del barco, de manera que no sentimos la succión. Unas treinta personas flotamos el resto de la noche sobre el bote dado vuelta. Yo no podía soportar el intenso frío que sentía, no obstante cuando un hombre me pasó una botella con algo que olía parecido a esencia de menta, el pensamiento de recurrir a medios materiales simplemente me dio repulsión, y de más está decir, no lo tomé.
Cuando amaneció encontramos dos botes salvavidas que flotaban cerca, y allí nos subieron. Yo fui el último miembro del Titanic en subir a bordo del Carpathia, y después de entrevistarme con su capitán, dejé mi ropa mojada a cambio de una litera, donde permanecí alrededor de media hora, y no me acosté en una litera ni en una cama hasta que llegamos a Nueva York. No tuve ninguna reacción ni efecto posterior por las horas que estuve inmerso en el agua, a pesar de que me habían asegurado de que así sería. Y aunque muchos han expresado su sorpresa, lo ocurrido simplemente demuestra que "para Dios todo es posible".
Reimpreso del número de
Octubre de 1912 de
The Christian Science Journal