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La noche que se hundió el Titanic

Del número de mayo de 1998 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

The Christian Science Journal


Mientras Se hundía el Titanic, y durante todo el tiempo que trabajé cargando pasajeros en los botes salvavidas, me aferré a la verdad, eliminando así el temor. Con esto, no pretendo decir que cualquiera puede hundirse con un barco a medianoche, en medio del Atlántico, y eliminar el temor sin orar intensamente para lograrlo. Tuve que orar mucho, no obstante las condiciones que existían a babor eran en sí mismas una demostración de que la Verdad estaba en operación, puesto que no tuvimos el menor tropiezo, y pudimos sacar todos los botes...

Entonces pedí a los hombres que me siguieran arriba de los camarotes de los oficiales para soltar el último bote, que estaba guardado allí. No tuvimos tiempo de abrirlo, de modo que simplemente lo bajamos a la cubierta de donde habíamos lanzado los otros botes. Al verlo deslizarse por el borde de los camarotes, me di vuelta y comencé a correr por la cubierta hacia el otro lado del barco para ver si podía hacer algo más. Al mirar hacia abajo pude ver que todo trabajo material había terminado, de modo que desde donde estaba arriba de los camarotes de los oficiales y por encima del puente, caminé hacia adelante y entré al agua. La inmersión repentina en el agua extremadamente fría, por unos segundos superó todo pensamiento, y... casi de inmediato sentí que una fuerza muy grande me arrastraba contra la rejilla que cubría la entrada del ventilador delantero, un ventilador enorme que comunicaba hacia abajo con el cuarto de calderas. En esta posición me hundí con el barco debajo de la superficie.

Quiero destacar que tan pronto recobré el aliento después de entrar al agua, recuerdo que me dije: "Ahora voy a saber cuánto he aprendido de la Christian Science". Nunca tuve duda de que sobreviviría; en otras palabras, nunca dudé de la habilidad del poder divino para salvarme. Creo que puedo decir conscientemente que con ese pensamiento todo temor desapareció, y empecé otra vez a percibir la verdad del ser.

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