Albert Einstein dijo una vez que "el derecho a buscar la verdad implica también un deber; uno no debe ocultar parte alguna de lo que ha reconocido que es verdad". Esto se puede ver en una placa grabada, al lado del monumento erigido en su memoria en Washington, DC. Qué valiosa es esta recomendación, porque a través de los siglos se ha visto que los que han avanzado más en su labor —investigadores, artistas, benefactores— han estado tan llenos de entusiasmo y energías que simplemente les ha sido imposible ocultar la verdad que han hecho propia.
Hay muchos que han sabido por experiencia que Dios es la Verdad salvadora y sanadora de sus vidas, y éste es el caso de los que colaboran con artículos y testimonios en el número de este mes, quienes han sido inspirados a compartir lo que han aprendido. Algunos se vieron frente a situaciones adversas que no presentaban salida alguna, otros buscaron un propósito más definido en su vida y relaciones con los demás, y aun otros quisieron liberarse de la aparente amenaza del contagio. Pero todos encontraron que la Verdad misma respondió a sus necesidades en virtud de Su propia luz, sin demora, sin condenar y con un efecto sanador.
Esperamos, querido lector, que sienta el poder de la Verdad con la misma fidelidad con que lo sintieron nuestros dedicados colaboradores en su momento.
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