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Edifiquemos nuestra vida con sabiduría

Del número de mayo de 1998 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¡Cuántas Veces Nos habremos preguntado cómo edificar nuestra vida, qué carrera seguir, o qué empleo aceptar! Y más adelante en la vida quizás nos habremos preguntado: ¿no hubiera sido mejor haber hecho otra cosa?, ¿qué puedo hacer ahora a esta altura de mi vida?

Todo punto de partida basado en premisas humanas no proporciona una base segura para obtener resultados satisfactorios. Los conceptos humanos son inestables y no ofrecen garantías para el progreso. Estas garantías se obtienen cuando basamos nuestra vida en la sabiduría que proviene de Dios.

Cristo Jesús tenía una visión muy clara de cuál debe ser nuestro punto de partida. Lo dice así: "...buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas". Mateo 6:33.

Estas palabras de Jesús son un llamado a la consciencia para tener otro punto de partida, porque buscar primero las cosas que son "añadidas" no nos conduce al reino de los cielos que es donde tenemos todo lo que necesitamos.

El reino de los cielos no es una localidad más allá de nosotros, es una realidad presente, aquí y ahora mismo. Cuando le preguntan a Jesús cuándo había de venir el reino de los cielos, contesta: "El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros". Lucas 17:20-21.

¡Está entre nosotros, ahora mismo! La Sra. Eddy define al reino de los cielos como: "El reino de la armonía en la Ciencia divina; el dominio de la Mente infalible, eterna y omnipotente; la atmósfera del Espíritu, donde el Alma es suprema".Ciencia y Salud, pág. 590.

Cuando partimos de la base de que el reino de los cielos está entre nosotros y es la manifestación plena de todas las cualidades que emanan de Dios, el resto viene por añadidura, obtenemos la dirección precisa, el conocimiento necesario, y la satisfacción en lo que hacemos.

Una de las cosas que más me ayudaron en mi vida fue reconocer que los desafíos o problemas que vamos enfrentando son una gozosa oportunidad de demostrar el poder y la presencia de Dios, y que Dios siempre está a nuestro lado, aun en los momentos más difíciles en donde nos parece que no nos escucha.

Una de las definiciones de la palabra "problema" en el diccionario Webster es: "un asunto que aparece para indagar, considerar o solucionar". Con qué gozo, entonces, podemos enfrentar un problema que nos va a llevar a indagar más la realidad espiritual, a considerar el reino de los cielos donde se halla toda guía, a solucionar con el poder de Dios todo obstáculo que aparece cuando vamos construyendo nuestra vida.

Moisés demostró especialmente el poder de Dios cuando, luego de salir de Egipto, lleva a toda una multitud por el desierto hacia la tierra prometida. En cierto momento llegan ante el Mar Rojo y sólo tienen que cruzarlo o bordearlo para avanzar hacia la libertad. Pero es allí donde se ven acorralados por los egipcios que venían detrás. Estaban cerca de la libertad y ahora se veían ante la posibilidad de tener que volver a la esclavitud.

La multitud empieza a argumentar contra Moisés. Le reprochan que los llevó hasta allí y dicen, entre otras cosas, que hubiera sido mejor ser esclavos de los egipcios que morir allí. ¿No son quizás estos argumentos similares a los que nos vienen ante una encrucijada?

Moisés no se deja llevar por estos argumentos y le dice al pueblo: "No temáis; estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros; porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis". Éx. 14:13. Y luego procede a partir las aguas, pasa con su pueblo, y las aguas se cierran para los egipcios. Moisés pasó por el único camino por donde los egipcios no podían seguirlos.

Cuando basamos nuestro razonamiento en suposiciones humanas, con la mirada puesta en limitaciones, llenos de dudas y temores, estamos mirando en la dirección opuesta a la sabiduría que proviene de Dios. Pero cuando razonamos, reconocemos y aceptamos la realidad espiritual del reino de los cielos, presente aquí y ahora mismo, vemos que esas limitaciones, esos caminos inciertos, dejan de influenciarnos.

La Mente divina es la suma total de todo conocimiento espiritual y verdadero, es la inteligencia absoluta, la sabiduría infinita, y el hombre verdadero —como imagen y semejanza misma de la Mente— refleja estos atributos. La Mente divina no comete equivocaciones y Su imagen participa totalmente de la consciencia infalible de la Mente.

No hay dos posibilidades en la Mente divina: hacer algo bien o algo mal. Por medio de la oración podemos ver la única realidad: el bien infinito del reino de los cielos en cada uno de nosotros. Es importante tener la absoluta confianza de que la Mente divina nos está guiando, y aprender a identificarnos como el hombre creado por Dios, el reflejo de la Mente divina, entonces sentiremos esa paz que viene de haber hecho algo no por decisión humana, sino por haber reflejado la dirección de Dios.

En mi vida he podido comprobar muchas veces esta dirección de Dios, aunque muchas veces fui llevado a pensar que el camino que debía tomar no era el que yo más deseaba. En mi juventud tuve que decidir qué iba a hacer, como la gran mayoría tiene que hacer. Me gustaba el piano, deseaba ser concertista, y estudié piano. Pocos años después, las circunstancias me llevaron a dejar el piano y a seguir una carrera bancaria y de asistente de contadores. Allí tuve que hacer frente a una sensación de frustración por no haber podido lograr mis aspiraciones musicales. Más adelante cambié nuevamente de actividad para dedicarme a la práctica pública y, luego, a la enseñanza de la Christian Science. Y ahí, en ese momento, vi claramente que en realidad no habían habido circunstancias humanas que me hicieron cambiar de actividad. Me di cuenta de que la Mente divina me había estado guiando continuamente. Esto me enseñó que uno tiene que dejar de planear humanamente, no escuchar los llamados que hace la mente mortal —la creencia en una mente aparte de la Mente divina— a la puerta de nuestra consciencia; dejar las dudas, la creencia en oportunidades perdidas y dejar que Dios nos guíe.

De la música aprendí a apreciar la belleza que proviene del Alma, y de la actividad bancaria aprendí a apreciar la exactitud que proviene del Principio. Mi intensa actividad me obligó a profundizar más en mi estudio de la Christian Science para poder seguir adelante, y esto me ayudó mucho en mi experiencia siguiente.

El estudio y práctica de esta Ciencia, me enseñó que para edificar mi vida apoyándome en la sabiduría divina era importante que admitiera que cada cambio estaba guiado por la Mente divina, y que aunque cometiera equivocaciones, la Mente divina siempre me estaba corrigiendo y llevando de la mano.

También me enseñó a reconocer que tenía que entender más quien soy y quién me gobierna realmente; que el hombre de la creación de Dios no es un ser que camina en la vida con dudas, vacilaciones y posibilidades, sino que es la gloriosa imagen de la Mente divina; y que el reino de los cielos está entre nosotros, es decir, la armonía, el poder divino, la belleza y la guía constante están entre nosotros. Sobre todo estar gozosos en todo momento, aunque tengamos a los egipcios detrás nuestro, por así decirlo, porque el gozo nos ayuda a darnos cuenta de que el mal, el error y las dudas no pueden seguirnos. La Verdad divina no permite que nos puedan seguir. Dios siempre nos acompaña.

Un cuento que una vez leí dice que una noche un señor soñó que estaba caminando por una playa con el Señor. En el cielo aparecían escenas de su propia vida, y en cada escena veía dos pares de huellas en la arena: unas eran de él y las otras del Señor.

Cuando la última escena terminó, miró las huellas en la arena y vio que muchas veces en su vida aparecían solo un par de huellas, y que eso sucedía en los momentos peores y más tristes de su vida. Esto le disgustó, y le preguntó al Señor sobre eso. Le dijo: "Señor, Tú me dijiste que una vez que yo decidiera seguirte, tú caminarías conmigo a lo largo de todas mis jornadas. Pero, he notado que en los momentos más difíciles hay sólo un par de huellas. No entiendo por qué me dejaste cuando más te necesitaba".

Y el Señor le contestó: "Mi amado hijo, te amo y nunca te dejaría. En los momentos de desafíos y sufrimiento, cuando viste solamente un par de huellas, era yo que te llevaba en brazos".

La Biblia nos habla de esos brazos del Cristo que están siempre guiándonos y llevándonos de la mano, dice: "El eterno Dios es tu refugio, y acá abajo los brazos eternos".Ibid., 33:27.

La Mente divina siempre está a nuestro lado, siempre tenemos el reino de los cielos en nosotros.

El estudio, la oración, el ceder a la dirección divina y dejarse guiar aunque no sepamos bien el camino, el enfrentar los desafíos con una confianza radical en la Mente divina, todo esto abre las puertas para edificar nuestra vida con sabiduría, porque el reino de los cielos ya esta aquí, ahora mismo.

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