Si Bien Es cierto que de niña fui criada en la Christian Science, en el seno de una familia que me apoyaba y quería mucho, cuando entré en la escuela secundaria me empecé a sentir básicamente inadecuada. Era renuente a trabar amistad con los demás porque me parecía que no me iba a amoldar. Al llegar a la universidad, realmente me sentía muy incómoda en algunas actividades de estudiantes que se suponía eran divertidas. Tenía muchos amigos, pero sentía que realmente era yo misma cuando estaba entre algunos pocos.
Después de haber aceptado la idea de que tal vez nunca encontraría mi lugar socialmente, conocí a una joven en la universidad con la que tenía mucho en común. Teníamos intereses académicos y culturales similares y compartíamos muchas experiencias. Lo más sorprendente fue que ninguna de las dos sentíamos que formábamos parte del común de la sociedad. Comenzamos a pasar juntas todos nuestros momentos de ocio, y por primera vez en varios años me sentí cómoda y desahogada. Gradualmente me fui dando cuenta de que me atraía físicamente y además descubrí que esta atracción era mutua. Empezamos a salir juntas y excluimos a todos los demás, casi no nos separábamos. Aunque en ciertos períodos vivimos en distintas ciudades, continuamos esta relación durante casi tres años. No obstante, el compromiso de mi parte siempre fue titubeante, porque tenía sentimientos de culpa. No teníamos relaciones íntimas, pero la tentación era inexorable, y la lucha, la frustración y la obstinación caracterizaban nuestra relación.
Otra dificultad era no poder compartir a mi amiga con mi familia. Mantenía lazos muy estrechos con mi familia y sabía que no iban a aceptar la idea de que era homosexual. Lo que es más, la relación comprometía mi participación en una iglesia filial de la Christian Science. Seguía considerando seriamente que la Christian Science era la manera de vivir que algún día escogería, a pesar de que sabía que era incompatible con mi relación romántica con otra mujer. Aun después de haber estudiado e intercambiado ideas con otras personas, podía ver la razón de esa incompatibilidad. Quizás los momentos en que me sentía más molesta era cuando intentaba orar, cuando mis sentimientos alternaban entre la justificación propia y la vergüenza. Me sentía profundamente triste y frustrada. Lo que había comenzado como una fuente de consuelo se había convertido en una carga. Sin embargo, la soledad que anticipaba iba a sentir sin la compañía de mi amiga me hacía reacia a terminar con esa relación.
Los argumentos humanos a favor de continuar nuestra relación parecían indisputables. Con todo, algo me frenaba. Sentía que me había puesto en una posición en la que no podía preguntar: "¿Estoy viviendo la vida que más se acerca al bien supremo?" (Ciencia y Salud, pág. 496), y contestar afirmativamente. Pero deseaba desde lo más profundo ¡vivir esa clase de vida!
Debido a que estaba ocultándoles a mis padres esta relación, mi amiga y yo necesariamente no pasábamos las fiestas juntas. Durante una época de Navidad, me puse muy triste por tener que separarme de ella una vez más y estuve irracionalmente alterada con mi familia por no saber que precisaba su apoyo. Por la atmósfera de tensión que había creado y los muchos indicios que le había dado, mi madre percibió la raíz de mi tristeza y me preguntó si deseaba hablar abiertamente con ella. Salimos temprano de una reunión familiar para poder conversar en privado.
Algo temerosa, le expliqué mi situación, y para mi gran alivio ella respondió sólo con compasión y amor basados en el Principio. En realidad, inmediatamente declaró la verdad acerca del hombre espiritual (sobre mí), a saber, que el hombre sólo puede sentirse atraído hacia el bien, hacia las ideas correctas. Simplemente hablar de ello, y abrir mi consciencia a la Verdad y al Principio divinos, me ayudó muchísimo. No tenía idea de cuál sería el paso siguiente, pero por primera vez sentí verdaderamente el deseo de escuchar la guía del amor y el cuidado de Dios. Deseaba tanto vencer toda sensación de pérdida de compañía como obtener una respuesta específica sobre porqué la homosexualidad estaba mal; estos eran los dos obstáculos que parecían estar en mi camino.
A esta altura, mi mamá habló con una amiga en términos muy generales sobre la porqué la homosexualidad era incompatible con un estilo de vida cristiano. Luego compartió conmigo las variadas razones que se les habían ocurrido. Escuché esto con mucha esperanza, pero me sentí desilusionada porque no había ninguna razón que yo ya no hubiera considerado y refutado mentalmente. Entonces sentí que debía escuchar a Dios con el sentido espiritual, no a personas con un intelectualismo escéptico. En este momento crucial me di cuenta de que no tenía que seguir luchando para encontrar "la respuesta". Ya la tenía, y era que el deseo de participar en algo que pareciera separarnos del Amor divino, la única fuente del bien, se desvanece naturalmente a medida que aumenta nuestro deseo de conocer a Dios. Con este pensamiento comprendí que no podía perder el sentido de pertenencia al terminar la relación con esta muchacha, porque todos pertenecemos al reino de Dios.
Al regresar de las vacaciones de Navidad, rompí con esta amiga y pronto superé todo sentido de pérdida al afirmar las verdades que había entendido anteriormente. También me liberé de toda tentación de volver a salir con ella o de interesarme románticamente en otra mujer. Del mismo modo desapareció por completo la anomalía de sentirme inadecuada e incómoda en reuniones sociales. La oración se ha convertido en algo natural y la atesoro todos los días, y me gusta ser miembro y trabajar en mi iglesia filial. Esto ocurrió hace un año y medio y la curación ha sido total.
Hace poco al conversar con una amiga llegué a ver que la relación romántica entre un hombre y una mujer puede ser una expresión de la totalidad espiritual que todos tenemos por derecho natural, por ser hijos de Dios. Así me di cuenta de que no recurrimos a las relaciones para complementar nuestra personalidad, sino más bien para expresar nuestra individualidad espiritual y perfecta en relaciones correctas. Estoy agradecida todos los días porque el estudio de la Christian Science nos libera de las limitaciones y por las oportunidades que todos tenemos de demostrar la totalidad del Amor.