Crac, Crac, crac". Durante dos semanas, día y noche, se despegaban las baldosas del piso de mi departamento. El año anterior ese mismo problema me había obligado a cambiar los pisos. Otras tres familias que vivían en el mismo edificio tenían o habían tenido el mismo problema. Una amiga, sin conocer mi problema, me comentó el revuelo que había despertado la noticia de que muchos edificios del país fueron construidos sin tomar en cuenta ciertas creencias humanas en la alineación de los ejes con determinados planetas.
Sintiéndome un tanto abrumada, llamé por teléfono a una practicista de la Christian Science para pedirle que me diera un tratamiento por medio de la oración. De inmediato, sus tranquilas palabras me hicieron ver que ésta era una oportunidad para profundizar mi comprensión acerca de la estructura espiritual del universo y del cimiento inamovible de Dios, el Amor. La Biblia declara: "Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos" (2 Tim. 2:19). También medité sobre la definición espiritual de Iglesia, que figura en Ciencia y Salud, especialmente la primera parte que dice: "La estructura de la Verdad y el Amor; todo lo que descansa en el Principio divino y procede de él" (pág. 583).
Durante las semanas siguientes reflexioné sobre estas verdades y logré percibir con mayor claridad que nunca, que todo se halla dentro de la estructura, o consciencia, de la Verdad y el Amor, aun aquellos elementos que para los cinco sentidos aparentan ser fenómenos externos que no se pueden controlar. De hecho, era lógico aceptar que la fuente y el sostén de la verdadera base y superestructura espiritual de todo es Dios Mismo, la Mente, el Principio. Valoré esta estructura firme. Y al pensar detenidamente en esta verdad, comencé a olvidar el "crac, crac". Simplemente ya no lo oía ni lo temía. No sé en que momento se detuvo el ruido, pero finalmente sucedió y ninguno de los que vivimos en el edificio volvimos a tener problemas con baldosas que se despegaban.
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