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¿Le cuesta encontrar empleo?

Del número de junio de 1998 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Tal Vez usted tuvo una entrevista para trabajo y creyó que todo había salido bien. No obstante, no obtuvo el empleo. Y quizás la empresa ni siquiera tuvo la cortesía de avisarle, por carta o telefónicamente, que contrató a otro empleado en su lugar. El hecho de no ser notificado cuando ocupan el puesto, es una de las cosas más molestas que podemos enfrentar al buscar empleo. En cierta ocasión, un periódico de una ciudad grande publicó, en su columna de consejos para obtener trabajo, una carta haciendo objeciones a esta práctica. Como resultado, recibió aún más cartas expresando el mismo descontento.

¿Qué podemos hacer si al ser entrevistados para un empleo sentimos que nos han tratado como ciudadanos de segunda categoría? Podríamos presentar una queja, pero eso probablemente solo empeoraría la situación. Mejor que quejarnos es recurrir a la oración que nos ayuda a percibir que, tanto nosotros como el probable empleador, somos ideas espirituales de Dios, que reflejamos Su bondad, Su justicia y Su misericordia.

Cuando uno busca muy útil saber que la única Mente, Dios, gobierna a todas las partes interesadas. Dios no está en guerra con Sus ideas, Sus hijos y Sus ideas no están en guerra unas con otras. Dios es el único creador, es omnipotente y lo circunda todo. No conoce ideas sin empleo o ideas mal empleadas. Tampoco tiene ideas de segunda clase. El hombre de Su creación, no es el hijo del rechazo ni del infortunio, sino que está siempre empleado al servicio de su Hacedor.

Estos hechos espirituales incluyen la promesa de que Dios está en control de Su creación, gobernándola perfectamente, aun cuando las circunstancias parezcan no presentarse como debieran. En el libro de Isaías, tenemos la promesa de Dios: "Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más. Por mí mismo hice juramento, de mi boca salió palabra en justicia, y no será revocada: Que a mí se doblará toda rodilla, y jurará toda lengua". Isa. 45:22, 23.

A medida que comprendemos estas verdades nos damos cuenta de que nuestro futuro y el de nuestras familias no depende del resultado de una entrevista de empleo. Entendemos, sin lugar a dudas, que Dios nos dará y ahora mismo nos está dando, las ideas espirituales que satisfacen nuestras necesidades humanas. Tenemos la certeza de que la sabiduría divina nos ubica donde mejor podemos servir a Dios.

Con dicha comprensión, el rechazo o la insensibilidad de un empleador ya no nos afectará, porque nuestro sentido de seguridad estará arraigado firmemente en Dios, no en una persona o trabajo determinados. Sabremos que Dios ya nos está empleando, que Él está siempre presente y que no podemos estar separados del bien limitado que siempre nos está otorgando.

Una de las características que distinguió a Cristo Jesús, fue su absoluta certeza de que su verdadera misión era estar en los negocios de su Padre y reflejar la voluntad de Dios en todo lo que hacía. Y él sabía que ésta también era nuestra misión. Ni la deserción de sus discípulos y su crucifixión por parte de sus enemigos, pudieron debilitar la confianza que tenía Jesús en la bondad y la totalidad de Dios.

Al hablar de la totalidad de Dios, Mary Baker Eddy escribe en su libro La Unidad del Bien: "Si Él es Todo, no puede tener consciencia de cosa alguna desemejante a Sí mismo; porque si Él es omnipresente no puede haber nada fuera de Sí mismo.

"Ahora bien, este mismo Dios es nuestra ayuda. Él nos compadece. Él tiene misericordia de nosotros y dirige todas las actividades de nuestra vida".La Unidad del Bien, págs. 3, 4.

Después de la entrevista...

Un hombre que hacía pocos años que estudiaba la Christian Science, obtuvo mucho consuelo y aliento de la idea de que Dios guiaba cada actividad de su vida. Él sintió esa guía, a pesar de que algunas de las entrevistas de trabajo que tuvo fueron menos que satisfactorias. En cierta ocasión, pudo haberse sentido desalentado, pero no fue así.

Había contestado un aviso que solicitaba un vendedor de publicidad para un diario muy conocido y había sido entrevistado por todas las personas que tenían autoridad para tomar decisiones. Al final de la entrevista, que él sintió que había sido muy buena, le informaron que consultarían sus referencias y que recibiría noticias de ellos. Cuando salió de la oficina, creyó que le daban el puesto. No obstante, no se sintió disgustado cuando resultó que nunca consultaron sus referencias y que el puesto se lo habían dado a un buen amigo suyo.

Nunca más tuvo noticias de ese empleador, sin embargo, estaba tan seguro de que Dios gobernaba cada actividad de su vida, que se sintió satisfecho de permanecer en su empleo, aunque recibía un sueldo bajo. Estaba tan convencido del gobierno de Dios, que supo sin lugar a dudas, que si aquél hubiera sido el mejor trabajo para servir a Dios, se lo habrían dado. Y si no era así, no quería el empleo. Nada lo podía apartar del lugar adonde la sabiduría divina lo estaba guiando.

Tal como sucedieron las cosas, su actual empleo resultó ser el indicado para él. Sus ingresos pronto excedieron lo que hubiera obtenido en el trabajo de ventas de publicidad y tuvo más libertad para alcanzar su meta de dedicarse completamente a la práctica sanadora de la Christian Science. No tuvo dudas de que Dios lo dirigía sin interrupción todo el tiempo.

Tal convicción se obtiene únicamente a medida que comprendemos que nuestra verdadera misión en la vida es expresar la naturaleza de Dios y amarlo por encima de todo lo demás. Cuando buscamos ante todo conocer y hacer Su voluntad, descubrimos que Su guía se hace más evidente en nuestra vida.

Sin una comprensión de Dios y de nuestra verdadera relación espiritual con Él como Sus hijos, somos como quienes construyeron en la arena. Cristo Jesús dijo que cuando descendió la lluvia, vinieron ríos, soplaron vientos y dieron con ímpetu contra aquella casa, y cayó. Los que edificaron sobre la roca estuvieron seguros y a salvo. La lluvia, las inundaciones y el viento no les pudieron hacer daño. Véase Mateo 7:24, 27.

La roca es el Cristo, la Verdad. Nada puede debilitar la confianza de quienes confían plenamente en las enseñanzas de Jesús y en el poder del Cristo que él demostró en su obra sanadora. La arena representa las inseguridades fluctuantes del pensamiento humano, que carece de estabilidad porque no está afianzado en la Verdad eterna ni en la realidad del amor de Dios.

Un Dios afectuoso no nos pone ni nos deja en una situación imposible. Su hijo, Cristo Jesús, llevó a cabo su carrera teniendo clara certeza de que Dios gobernaba todo en perfecta armonía, sin excepción. Nada podía desviarlo de esta verdad. Por lo tanto, Cristo Jesús no permitió que las acciones de otros determinaran su pensamiento o socavaran su comprensión de que Dios lo amaba y gobernaba cada actividad de su vida. Ni el odio y la insensibilidad de los Fariseos y otros líderes religiosos, ni la torpeza de sus discípulos, pudieron opacar su convicción del poder y de la bondad de Dios.

Podemos cultivar nuestra propia confianza semejante a la de Cristo, a través de un creciente entendimiento del amor y del tierno cuidado de Dios. Debemos confiar totalmente en la ley de Dios para gobernar nuestra vida; y hallaremos que cuando nuestro móvil es servir solamente a Dios, el trabajo que desempeñamos adquiere mayor valor tanto para nosotros como para nuestro prójimo.

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