Un Día Muy Gris de invierno me sentí abrumada por varios problemas. Había desavenencias en mi hogar y entre personas de la comunidad.
Buscando un cambio de perspectiva, fui al aeropuerto local, saqué del hangar el avión del club de aviación al que pertenezco y lo hice carretear hacia la pista de césped. Cuando despegaba y el avión ascendía lentamente por sobre la tierra, miré hacia abajo y vi las granjas y bosques blanqueados por la nieve. Fui ascendiendo en círculos hacia las nubes bajas y vi que las granjas y las casas se convertían en miniaturas. Cuanto más empequeñecían, también mis preocupaciones se hacían más pequeñas. Sentí la serenidad elevarse junto con el avión, pero me encontraba casi contra un oscuro techo de nubes.
Volando hacia un punto luminoso, vi haces de luz que atravesaban las nubes, formando cristales de hielo en el aire que centelleaban como diamantes. Había una apertura en las nubes... la promesa de una belleza que no podía ver plenamente. Dando vueltas en círculo y ascendiendo entre las nubes a través de la apertura, de pronto me encontré en la luz brillante del sol, rodeada por una alfombra de blancas y ondulantes nubes. Arriba y alrededor había un cielo azul ininterrumpido. El sol había estado brillando todo el tiempo, simplemente yo no lo había visto. Esos diamantes centelleantes me guiaron a encontrar y ver la radiante luz del sol. Toda mi perspectiva cambió completamente. Podía volver y enfrentar todos los problemas con paz y seguridad.
El punto de partida de la oración científica es la totalidad de Dios
Esa experiencia simbolizó para mí la forma en que la oración nos eleva para ver la armonía absoluta de Dios, que siempre se está manifestando a pesar de las apariencias de conmoción. Esta visión de la realidad, a su vez, demuestra que el mal no tiene poder. Pone de manifiesto el poder de Dios sobre las diferencias no resueltas, y sana los sentimientos heridos y el desaliento.
Cuando surgen las tormentosas nubes de crítica u opiniones divergentes, puede parecer que ensombrecen nuestro entusiasmo y sentido de realización. En esos momentos, es fácil sentirse tan abrumado y descorazonado, que retirar nuestra participación o apoyo parece ser el único modo de encontrar paz. Pero hay una forma de oración científica que puede calmar las situaciones más difíciles y nos permite continuar dando todo lo que tenemos para ofrecer, sin temor a ser heridos.
El punto de partida de tal oración es siempre la totalidad de Dios. Cuando empezamos a orar reconociendo la presencia y el poder absolutos de Dios, nuestras oraciones bendicen y reconfortan a todos. Esta es la razón por la que este método de tratar la discordia se llama Christian Science, porque es altruista, muy seguro y está lleno de amor. Demuestra que el poder del bien es universal.
Conflictos en el trabajo
En una oportunidad trabajé en una organización donde los conflictos personales hacían que cada reunión fuera más un castigo que un trabajo. La crítica y el desacuerdo eran más de lo que yo podía soportar. Llegué a pensar: "¿Por qué vas a aguantar esto? Renuncia". Pero sentía que era una equivocación dejar de hacer el bien que tenía para ofrecer a esta organización. Dios me había guiado a ese puesto y sabía que podría hallar el camino por encima de nubes tormentosas de desavenencias.
Cuando piloteaba el avión, tuve que fijarme de dónde venía la luz del sol e ir a su encuentro. Si hubiera centrado mi atención en las nubes grises, que parecían formar un techo para mantenerme debajo, quizás no habría podido ver la abertura por la que penetraba la luz. Esos cristales de hielo resplandecientes que flotaban en el aire reflejaban la luz que siempre había estado allí. Solo tuve que seguirlos hasta ver de dónde venía la luz.
Cada vez que teníamos opiniones encontradas entre los integrantes de nuestro pequeño grupo, oraba reconociendo la totalidad de Dios. Dios es Todo, y la idea de Dios, el hombre espiritual, es el reflejo completo de Dios. Todo aquel que existe debe, en verdad, expresar toda cualidad divina. Eso significa que allí donde parece haber una persona desconsiderada, criticona o testaruda que está causando un sin fin de discordia, allí en realidad hay un individuo que tiene todas esas cualidades hermosas, resplandecientes, diamantinas, que reflejan la luz de la gloria y la totalidad de Dios, tales como gentileza, consideración, inteligencia, sabiduría, paciencia y flexibilidad.
Al principio, me pareció difícil orar así. A veces alguien decía o hacía algo y yo reaccionaba muy mal; quería abalanzarme por encima de la mesa sobre esa persona, o levantarme y salir precipitadamente de la sala. Pero a medida que oraba desde el punto de partida de la totalidad de Dios, mi pensamiento se apaciguaba. Me di cuenta de que podía perdonar generosamente, de acuerdo con el Sermón del Monte de Cristo Jesús (véase Mateo, capítulos 5 al 7 inclusive). Luego podía empezar a ver espiritualmente las cualidades de Dios que parecían no estar presentes. Esto me traía una gran sensación de calma.
Tuve que continuar haciendo esto repetidamente cada vez que surgía alguna dificultad, buscando y hallando que las cualidades de Dios estaban presentes. Como resultado aprendí a confiar más en que siempre se hace la voluntad de Dios. Nuestras reuniones se volvieron menos tumultuosas. Todos llegamos a sentir un respeto genuino por los demás, a pesar de las diferencias de opinión. Pudimos resolver todas las discrepancias que se presentaron. Cada uno tenía algo irremplazable con lo que contribuir y nuestro trabajo hizo mucho bien.
Reconocer la presencia permanente de Dios aun cuando enfrentamos dolor o disturbios, hace maravillas. Comienza un cambio en el pensamiento humano que nos permite perdonar. Nos hace olvidar nuestros propios sentimientos heridos y empezamos a pensar con altruismo y compasión en la persona que nos ha agraviado. Apreciamos todas las cualidades buenas que siempre ha expresado esta persona y que no habíamos visto porque nos habíamos concentrado en las nubes del momento. Esto, a su vez, nos hace estar más conscientes de la presencia de Dios. Podemos sentir que Dios nos ama y que ama a todos.
Nada puede jamás oscurecer el amor y el cuidado de Dios por cada uno de nosotros. La oración que se inicia con la totalidad de Dios nos da el poder de la compasión, el poder de amar y perdonar como Jesús lo hizo, poniendo la otra mejilla, siendo longánimos, bendiciendo a quienes maldicen. Este amor desinteresado nos da poder espiritual para calmar tempestades. Nos eleva para que podamos ver las cosas en su verdadera perspectiva, como cuando subí con el avión y descubrí un día glorioso por encima de las nubes. Encontramos la paz y la seguridad de que el reino de Dios viene "como en el cielo, así también en la tierra". Mateo 6:10.