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El rey Saúl y la Copa del Mundo

Del número de junio de 1998 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Brasil Había Sido eliminado de la Copa del Mundo, en medio de mucha polémica y acusaciones en cuanto a las causas del fracaso. Argentina terminó ganando el campeonato. Mi hijo mayor era chico en ese entonces y, como buen hincha, había seguido la Copa con mucho interés.

Poco tiempo después, hicimos un viaje a la Argentina. Visitamos lugares muy lindos y conocimos a mucha gente. Fue una experiencia enriquecedora, que para mi hijo tuvo un significado muy especial. En cierto momento, me confesó: "Fue muy bueno que hayamos venido aquí. He visto que los argentinos son gente buena, como nosotros. No son nuestros enemigos".

El clima mental de cualquier competencia muchas veces degenera en enemistades, miedo, prejuicios y hasta odio. Ya se ha visto cómo la violencia en los estadios y el comportamiento de las hinchadas organizadas, son un verdadero problema en muchos países. ¿Acaso deberíamos eliminar el fútbol y las otras competencias deportivas? ¡Ni pensarlo!

El verdadero culpable no es el deporte. Éste puede ser una buena oportunidad para expresar muchas de las cualidades que el hombre refleja como hijo de Dios: dominio, precisión, armonía y libertad de movimiento, superación de las limitaciones materiales, disciplina y dedicación. Los partidos y los campeonatos pueden manifestar el clima mental del que habla la epístola a los hebreos: "Considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos". Hebreos 10:24, 25. Por ejemplo, durante la Copa, multitudes provenientes de diversos países se congregan en el país organizador y son un verdadero estímulo para que haya una buena organización, buenos servicios y creatividad. Diversas culturas entran en contacto y llegan a conocerse mejor, y esto promueve el afecto y la comprensión. Además de eso, millones de espectadores se congregan por medio de la televisión, para admirar y alentar el buen desempeño, las cualidades que expresa en el deporte cada participante.

¿Por qué habría todo eso de transformarse en rivalidad, frustración, agresión verbal y física? "La enfermedad siempre es producida por un concepto falso que se abriga mentalmente y no se ha destruido", dice la Sra. Eddy en Ciencia y Salud.Ciencia y Salud, pág. 411. Sin duda lo que ella dice con referencia a la enfermedad es válido para las "enfermedades" que parecen atacar a la sociedad, como la violencia.

"Son gente buena, como nosotros"

La historia de un rey

Hay también otro hábito nocivo que se relaciona con el deporte, y con muchas otras actividades de la vida, y es el de preguntar: ¿Quién es el mejor? La Biblia nos da un ejemplo de ese proceso mental erróneo. Saúl era rey de Israel, y como tal estaba en guerra con los filisteos, un pueblo vecino que invadía su país constantemente. En ese estado de cosas, David, joven valiente e intrépido, se había presentado para luchar y, en varias ocasiones, había sido de gran ayuda a Saúl. Cierto día, cuando ellos regresaban de una batalla, las mujeres de las ciudades salieron al encuentro del rey, cantando y bailando, con los tamboriles y otros instrumentos musicales (¿acaso no le recuerda esto a las hinchadas organizadas?), y en sus cánticos, elogiaron a David, diciendo que era más valiente que el rey. "Y se enojó Saúl en gran manera, y le desagradó este dicho... Y desde aquel día Saúl no miró con buenos ojos a David". En la primera oportunidad que tuvo, el rey agredió a su antiguo ayudante e intentó matarlo. Siguió una guerra civil y Saúl acabó destronado y Véase 1 Samuel caps. 17-31. Cuánta violencia a consecuencia del pensamiento "¿Quién es el mejor?"

Ese hábito equivocado (porque no está de acuerdo con la creación perfecta de Dios) es cultivado mentalmente por diversas "hinchadas organizadas": los medios de comunicación nos ponen delante de los ojos quién gana más en ésta o aquella profesión, quién vende más, la mujer más bonita, la actriz más solicitada. Asimismo, dentro del ámbito escolar, oímos hablar constantemente del mejor alumno, el mejor profesor, la niña más simpática, el joven más musculoso. La vida parece ser un campeonato continuo. El problema con ese tipo de pensamiento es que siempre hay perdedores. Surgen así sentimientos de injusticia, frustración, desaliento y revueltas, todas ellas semillas de violencia.

¿Cómo podemos cambiar ese hábito, en lugar de cultivarlo? En Ciencia y Salud la Sra. Eddy nos dice: "Si no fuera por el error de medir y limitar todo lo que es bueno y bello, el hombre gozaría de más de setenta años y aún mantendría su vigor, su lozania y su promesa".Ciencia y Salud, pág. 246. Siempre que nos comparamos con otros, estamos midiendo y limitando lo que es bueno y bello. Si en lugar de eso, reconociéramos que todo lo que es bueno y bello proviene de Dios, nuestro Padre-Madre, y por lo tanto es infinito y todos lo reciben en igual medida con amor, entenderíamos que no precisamos "derrotar" a nadie, en nuestro diario vivir. Sólo necesitamos percibir el bien que el Padre ya nos dio y continúa dando a cada uno, de infinitas y diferentes maneras, porque Él es infinito. No obstante, en esa diversidad infinita no existe la graduación de cantidad ni de calidad, que se pueda comparar o medir. Cuanto más ocupe esa verdad nuestro pensamiento, más se manifestará en nuestra vida.

Entonces veremos en nuestras actividades diarias, que todos "son gente buena, como nosotros" y ninguno es nuestro enemigo.

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