No Hace Mucho un amigo mío y su colega fueron a Rusia en viaje de negocios. Un día, un cliente los invitó a cenar en su casa. Después de la cena les ofreció un trago de Vodka. Mi amigo le explicó al anfitrión que no bebía, pero su colega aceptó porque se sintió incómodo y pensó que si no lo hacía podían perder el negocio.
Entonces empezaron una especie de juego que consistía en tomar un trago tras otro. El colega de mi amigo finalmente sucumbió y se cayó sobre el televisor y la videocasetera. Había perdido el juego.
Desde luego que la presión para ingerir bebidas alcohólicas no ocurre solo en cuestiones de negocios. Muchas veces sucede a temprana edad y continúa durante los años de secundaria, universidad y la edad adulta. Una vez que se empieza a tomar, puede parecer difícil parar. No obstante, aunque la persona no lo sepa, el Cristo ya está creando en su interior un deseo irresistible de dejar de beber alcohol. Tomar consciencia de ese deseo vivo es verdadera oración.
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