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"Los monstruos no existen"

Del número de junio de 1998 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una Noche, Después de que lo habían acostado en su camita, Andrés entró en el dormitorio de sus padres para decirles que estaba asustado de los monstruos que había en su habitación. La mamá le dijo que dejara a los monstruos fuera de su pensamiento y pensara en la amorosa presencia de Dios, que estaba allí mismo junto a él. Le recordó cómo se había divertido con sus amigos esa tarde en el parque y en el zoológico, y le dijo que pensara en esas cosas tan agradables dándole gracias a Dios. Andrés volvió a su habitación, prendió la luz y empezó a hablar consigo mismo.

Después de dejarlo solo por unos minutos, la mamá entró para ver qué hacía. Al cruzar el vestíbulo, pudo escuchar lo que decía: "Los monstruos no existen. Dios es Amor y el amor está aquí mismo, a mi alrededor".

Andrés estaba sentado sobre su litera y tenía en sus manos Ciencia y Salud y un globo terráqueo. Había tomado Ciencia y Salud porque sabía que en el libro se hablaba de la presencia todopoderosa de Dios y de Su bondad; también hablaba de la nada del error o el mal. A pesar de que todavía no sabía leer todas las palabras del libro, la mamá le había leído muchas veces del libro y sabía que contenía la verdad que la daba consuelo.

¿Pero para qué había traído el globo terráqueo a la litera? Cuando la mamá le hizo la pregunta, él respondió: "Yo estaba diciendo que no hay monstruos en ninguna parte del mundo". La mamá le dijo que se sentía orgullosa de él porque estaba orando por todo el mundo.

En su oración, Andrés negaba que los monstruos fuesen reales y afirmaba que Dios estaba allí mismo con él, protegiéndolo todo el tiempo. Negar es lo mismo que decir "no" a cualquier sugestión, demanda o exigencia de cosas malas. Afirmar es lo contrario de negar. Es como decirle a un pensamiento bueno: "Sí, yo sé que esto es verdad, porque Dios me lo dice".

Andrés dijo: "¿Sabes, mamá? Cuando dije que no hay monstruos, los monstruos desaparecieron". La mamá respondió: "Sí. Eso se debe a que en realidad, nunca estuvieron allí". Después de guardar el libro y el globo terráqueo y de apagar la luz, la mamá le cantó muy suavemente el himno N° 304 del Himnario de la Ciencia Cristiana, "Apacienta mis ovejas". La letra brinda mucho consuelo y fue escrita por Mary Baker Eddy. La tercera estrofa dice:

En el triunfo o dolor, o en la oscuridad,
guía a Tu rebaño hoy hacia Ti, Señor.
Sana el alma y danos pan hasta ver la luz;
blancos Tus corderos van tras de Ti, Pastor.

Cuando la mamá besó a Andrés deseándole las buenas noches, él estaba sonriendo y se sentía cómodo y protegido en su cama, y durmió tranquilamente toda la noche.

Aunque veamos monstruos o creamos que son de verdad cuando los vemos por televisión o leamos libros acerca de ellos, es muy importante pensar que no son reales o que no ocupan el más mínimo lugar en la creación de Dios. Un diccionario dice que un monstruo es como un mal espantoso. Por lo tanto, no interesa realmente cómo nos imaginamos a qué se parece un monstruo. Siempre podemos saber, que si se trata de algo malo o que nos causa temor, nunca fue y jamás puede ser algo que proviene de Dios, el bien. Más importante aún: no puede impedirnos saber que Dios está con nosotros.

Más tarde, cuando Andrés y su mamá estaban conversando, él le dijo: "A veces, si todavía siento temor, oro y digo: 'Los monstruos no existen'. Y siento la presencia de Dios conmigo. Entonces, no tengo necesidad de encender la luz, ni de ninguna otra cosa. Simplemente, me duermo".

La Biblia dice: "Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él. En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor". 1 Juan 4:16, 18.

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