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Consuelo para el afligido

Del número de julio de 1998 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Nuestro Maestro, Cristo Jesús, nos ha consolado tiernamente con las bienaventuranzas. Él dijo: "Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación". Mateo 5:4. Para una persona que está triste por la muerte de un ser querido, estas palabras pueden parecer inadecuadas para satisfacer su gran necesidad de consuelo. Sin embargo, el Cristo, la Verdad, el mensaje divino al pensamiento humano, que revela la vida en y del Espíritu, Dios, penetra hasta el desaliento más profundo, y puede despertar en el corazón angustiado la seguridad y el regocijo de la Vida eterna.

No es fuera de lo común recordar el bien expresado en nuestras relaciones con seres queridos que ya no están con nosotros. A veces, sin embargo, se manifiestan heridas profundas causadas por el pesar o el temor. El miedo a lo que nos depara el futuro o un doloroso sentido de separación puede causarnos desasosiego. El primer paso para corregir el pensamiento apesadumbrado es tener el deseo de ser consolado, el deseo de escuchar y responder a la influencia sanadora del Cristo.

En el Glosario de Ciencia y Salud, Mary Baker Eddy define al Cristo como "La divina manifestación de Dios, la cual viene a la carne para destruir al error encarnado".Ciencia y Salud, pág. 583. La influencia del Cristo sanador está siempre presente en la conciencia humana y nos hace ver con claridad la verdad acerca de Dios, la Vida eterna, y la relación del hombre con Él. En la oración podemos sentir la influencia del Cristo, la Verdad, que nos cuida con ternura.

Lo que parece interferir con nuestro progreso, obstaculizando la expresión libre, completa y creciente de alegría y bienestar, es la creenica errónea de que la vida está en la carne y procede de ella. Pero el reconocimiento de la identidad espiritual y actual del hombre como la revela el Cristo, nos puede traer paz y curación, permitiéndonos sentir el amoroso cuidado del Amor divino, que sostiene nuestra vida y nos trae regocijo.

El efecto sanador del Cristo viene acompañado de un ajuste, o cambio de base, en nuestro pensamiento. Se siente en un nuevo sentido de dirección y el deseo de alinear nuestra vida diaria con la revelación de la verdad espiritual. De hecho, solo en la medida en que ocurra ese "alineamiento" podremos sentir la regeneración y curación que nos liberan de la oscuridad de la mente mortal y nos traen un sentido iluminado de la vida, sin temores que nos limiten.

La Biblia nos relata brevemente cómo uno de los patriarcas lidió con la muerte de su esposa. Sara y Abraham tuvieron una relación prolongada y productiva, establecida sobre la sólida base espiritual de su mutuo entendimiento y fidelidad a Dios. Cuando Sara murió, Abraham sintió gran pesar y lloró. Sin embargo, Abraham no se quedó paralizado por el desconsuelo. Refiriéndose a esto un comentario de la Biblia dice: "No es correcto que se permita que el pesar se convierta en esclavitud paralizadora".The Interpreter"s Bible (Nashville, Tenn.: Abingdon Press, 1951, 1957), Vol. 1, pág. 649. Abraham vivió constantemente de acuerdo con la ley de Dios, el Principio divino que había probado ser una influencia sostenedora en su vida. Él entendió que Dios lo seguiría guiando en cada paso de progreso.

Las cualidades que apreciamos y amamos en los que nos rodean, como el amor,... y la alegría, son divinas.

Después de la muerte de Sara, Abraham pidió sepultarla en una costosa cueva en la zona donde vivía. La palabra sepultura se define en su sentido metafísico en el Glosario del libro de texto de la Christian Science, Ciencia y Salud, y es muy útil tenerlo en cuenta. Primeramente, el concepto físico de sepultura es descrito así: "La corporeidad y el sentido físico puestos fuera del alcance de la vista y el oído; aniquilación". La segunda parte nos da un significado diferente: "Sumersión en el Espíritu; la inmortalidad sacada a luz".Ciencia y Salud, pág. 582. Esto revela la demanda espiritual de abandonar el concepto de muerte, o aniquilación, como un hecho inevitable de la vida, y buscar el concepto espiritual más elevado del hombre. De esta manera obtenemos la certeza de que la vida real del hombre es eterna, y que continúa sin interrupción.

Para liberarnos del pesar, a menudo debemos cambiar el sentido limitado de vida en la materia con sus condiciones inestables, por la conciencia constante e inquebrantable de la existencia en y del Espíritu, Dios, una existencia que es eternamente segura. Podemos llegar a sentir y saber que el hombre refleja total y constantemente a su Creador, la Vida divina; que el hombre como imagen de Dios manifiesta todas las cualidades de Dios.

Lo que apreciamos y amamos en las personas que nos rodean, son cualidades divinas como el amor, la fortaleza, la humildad, la compasión y la alegría. Ninguna ley de la materia, del pecado, la enfermedad o la muerte, puede separar al hombre de la expresión de las cualidades de Dios, cualidades que Dios manifiesta por medio de Sus hijos. Este tipo de razonamiento elimina el temor de que nuestros seres queridos puedan dejar de expresar el bien. También nos sirve para corregir el falso razonamiento sobre el que se basa el dolor de la separación.

Una mujer recibió la noticia de la muerte inesperada de un querido primo. El hecho de que él era muy joven y tenía un gran futuro por delante, aumentó su pesar. Ella luchaba con las creencias de que la existencia puede terminar súbitamente, y que la vida del hombre estaba limitada a la evidencia presentada por los sentidos materiales. Llamó a una practicista de la Christian Science para que la apoyara por medio de la oración. La practicista le pidió que pensara detenidamente en la definición de sepultura mencionada anteriormente.

El hombre genuino... jamás puede ser eliminado

Ella vio que el método cristianamente científico de eliminar los dolorosos efectos del pesar, incluyendo el temor de morir, es la verdad espiritual de que ningún elemento del verdadero ser del hombre ha estado jamás fuera del alcance de la vista y el oído de la Vida divina. El hombre genuino, espiritual, que refleja la vitalidad de la Vida, la sustancia del Espíritu, la infinitud del Amor, jamás puede ser aniquilado. En realidad el hombre estuvo, está y siempre estará sumergido en el Espíritu, Dios, consciente del hecho de que es inmortal por ser hijo de Dios. El hombre es incorpóreo y espiritual, no tiene una existencia corpórea.

El tratamiento de la practicista por medio de la oración incluyó la comprensión de que el hombre está por siempre en el Espíritu. Como reflejo de Dios, el hombre manifiesta actividad infinita. La Vida, la oportunidad y la productividad no pueden ser aniquiladas. Lo único que puede perecer es el falso concepto mortal de la vida que dice que comienza con el nacimiento material y concluye con la supuesta muerte de la materia. Este desarrollo espiritual era evidencia de la actividad del Cristo en la conciencia humana.

Al poco tiempo, la mujer le dijo a la practicista que estaba totalmente libre de todo pesar, temor o dolor relacionados con la muerte de su primo. Ahora sentía mucha inspiración. Se dio cuenta con gratitud de que su primo no podía estar separado de la Vida divina, Dios y que, como expresión completa de la Vida, continuaba reflejando las cualidades espirituales que constituyen su verdadero ser. La curación del pesar fue permanente y el desarrollo que trajo la curación ha bendecido a esa mujer en otros aspectos de su vida.

Cuando el Cristo destruye la creencia de que la vida es limitada y eliminada por la materia, los que sufren son consolados y sanados. El regocijo que trae esa curación, la libertad que produce y la fe que infunde, se convierten en una vara permanente y firme sobre la que nos podemos apoyar.

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