La Gente Que conozco que disfruta del juego, se refiere a él como una forma de entretenimiento. Siempre y cuando "fijen sus límites" y no los excedan, ¿qué tiene de malo esta diversión inofensiva? Por supuesto, tienen la esperanza de ganar dinero, pero la mayoría de la gente acepta que en el proceso puedan llegar a perder poco o mucho.
Estos amigos y parientes son individuos muy trabajadores, amables y honestos, que tienen empleos, crían sus hijos y hacen importantes contribuciones a la sociedad. Estas personas no relacionan su participación en el juego con los aspectos negativos de éste. Para ellos, el juego está relacionado con la diversión. Esta actividad se toma también, como fuente de alivio fiscal para la escasez de fondos gubernamentales. Donde vivo, presentan la lotería como una forma de apoyar la educación. Todos estos parecen buenos motivos; entonces, ¿qué se pierde al jugar?
En realidad, hay una pérdida, pero es mucho más valiosa que el dinero que uno pudiera perder (¡o ganar!) en un juego de azar. Para comprender la naturaleza de esta pérdida, es importante analizar lo que hay detrás del concepto del juego.
Básicamente, cuando uno juega, cualquiera sea el motivo, necesariamente acepta que la naturaleza de la vida es variable, incierta. Hay, por tanto, un correspondiente menoscabo del concepto que uno tiene de lo perdurable, lo estable, lo inmutable. Se ha aceptado el punto de vista de que el hombre está sujeto a sucesos impredecibles y que la vida no tiene ningún principio gobernante, estable y confiable. En su nivel más básico, el juego de azar sirve para reforzar esta premisa en el pensamiento, una premisa que va contra la naturaleza divina.
A diferencia del concepto equivocado de la deidad como mutable y fluctuante, Dios es Amor divino, el bien constante e inmutable, el Principio divino y universal. La naturaleza de la provisión que fluye del Principio divino, el Amor, es descrita en la Biblia por Santiago cuando declara: "Todo lo bueno y perfecto que se nos da, viene de arriba, de Dios, que creó los astros del cielo. Dios es siempre el mismo: en él no hay variaciones ni oscurecimientos". Santiago 1:17, versión Dios Habla Hoy.
El juego no ofrece ningún placer duradero.
Como la expresión espiritual de Dios, el hombre está sostenido y abrazado por esta provisión abundante. El bien que Dios expresa a la humanidad no es cuestión de casualidad o suerte. Por lo tanto, todo lo que tenga relación con el azar, ya sea el ganar un premio en la lotería o en cualquier otro juego de azar, no demuestra la operación del Principio divino, eterno e invariable.
El Principio divino, el Amor, no tiene algunos períodos de escasez y otros de abundancia. No da a algunos y a otros no. Estos son puntos de vista limitados y mortales de la provisión. No pueden describir jamás lo que realmente ocurre bajo la ley divina. Ciencia y Salud explica: "En la Ciencia el hombre es linaje del Espíritu. Lo bello, lo bueno y lo puro constituyen su ascendencia. Su origen no está, como el de los mortales, en el instinto bruto, ni pasa él por condiciones materiales antes de alcanzar la inteligencia. El Espíritu es la fuente primitiva y última de su ser; Dios es su Padre, y la Vida es la ley de su existencia".Ciencia y Salud, pág. 63.
Conforme veamos la vida desde este punto de vista espiritual, comprenderemos que el hombre que Dios creó no tiene ninguna necesidad de jugar. Ni por diversión; ni como entretenimiento; ni para obtener ingresos; ni con la intención de apoyar causas útiles y necesarias dentro de nuestras comunidades.
Un día, varios compañeros de trabajo estaban imaginando lo que harían si ganaran un premio en la lotería. Quizás porque yo no había participado en la plática, uno de ellos me miró y dijo: "Tú no juegas a la lotería, ¿verdad?" Respondí que no creía que fuera bueno hacerlo. Hizo una pausa, y me preguntó: "¿Eres cristiana?" Respondí que sí. Refiriéndose a la lotería una vez más, dijo: "Es un juego de azar, ¿verdad?" Simplemente dije: "Sí".
Fue un intercambio breve, pero edificante. Me di cuenta de que necesitaba ir más allá de la exasperación que sentía a veces sobre el tema. Podía humildemente reconocer que, debido a la espiritualidad y sabiduría inherentes al hombre, nada nos puede ocultar el bien que Dios nos otorga constantemente.
El asunto del juego nos está obligando a profundizar nuestro pensamiento y encontrar una solución espiritual. Más allá de sentenciarlo como pecaminoso, como tradicionalmente se hace, es necesario comprender que su premisa se opone a la ley invariable de Dios, y que el juego no tiene nada que ofrecerle a la gente sino una vida inestable e insatisfactoria.
El abandono del juego como un pasatiempo vendrá en la proporción en que humildemente nos demos cuenta de que el juego no ofrece ningún placer duradero, ni ningún bien, y no debiéramos dejarnos engañar para creer que sí los ofrece. Lejos de ser un punto de vista restrictivo o anticuado, este reconocimiento abre el pensamiento para ver que la provisión del Amor divino es constante. Mary Baker Eddy dice en Escritos Misceláneos: "No tenemos nada que temer cuando el Amor está al timón del pensamiento, sino todo para gozarlo, en la tierra y en el cielo".Escritos Misceláneos, pág. 113.
El mundo está deseoso de alcanzar un sentido más firme de seguridad, provisión, plenitud y salud. El sustento espiritual, que es perdurable, y que es otorgado a una vida basada en la sabiduría, no podría ser descrito más bellamente que en el libro de Proverbios, donde habla de la sabiduría y dice: "Las riquezas y la honra están conmigo; riquezas duraderas y justicia. Mejor es mi fruto que el oro, y que el oro refinado; y mi rédito mejor que la plata escogida. Por vereda de justicia guiaré, por en medio de sendas de juicio, para hacer que los que me aman tengan su heredad, y que yo llene sus tesoros". Proverbios 8:18-21.
Cuando alineamos nuestra vida con Dios, percibimos un sentido de la bondad infinita más amplio y estable. Estamos en libertad de aprender cada vez más acerca de la provisión de Dios, que es permanente y constante para toda la creación.
