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Una revolución contra la carencia

Del número de julio de 1998 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hay Personas que carecen de alimento; otras, carecen de trabajo y otras, se preocupan porque no tienen buena salud. Hoy día se está produciendo una revolución entre muchos pensadores espirituales contra este sentido de carencia, y esa revolución consiste en su manera de ver la realidad. Es un cambio decisivo en el pensamiento, donde Dios es reconocido como el Dador del bien ilimitado, en tanto que el cuadro material y limitado es visto como una percepción falsificada de las cosas.

La Biblia habla de muchos que alcanzaron este punto decisivo, el punto a partir del cual un sentido finito de las cosas, cede ante el reconocimiento espiritual de la plenitud y del cuidado de Dios. Por ejemplo, los hijos de Israel encuentran maná para alimentarse; Elías pone al alcance de la viuda abundante harina y aceite; Cristo Jesús alimenta a las multitudes. Véase Éxodo, cap. 16; 1 Reyes, cap. 17; Mateo, cap. 14.

Cada uno de estos casos señala la existencia de una poderosa ley de Dios, el bien, en operación, la cual sostiene que, mediante la relación del hombre con su creador, toda necesidad es satisfecha. Según leemos en Malaquías: "...probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde". Malaquías 3:10.

El hecho es que el bien está al alcance de todos y cada uno de nosotros, en este preciso instante. Pero, debemos comprender esta verdad y demostrarla. ¿Cómo? En cierta forma, al llevar a cabo una revolución en nuestro pensamiento; adoptando una posición radical en contra de la creencia de que somos mortales, luchando por conseguir el bien; cediendo a la verdad eterna de que somos en realidad inmortales, el reflejo de Dios, y poseemos abundancia ilimitada.

En una ocasión estuve sin empleo por más de un año y medio. Parecía que a pesar de mis esfuerzos, no podía encontrar trabajo. Las puertas se abrían, sólo para cerrarse de golpe en el último momento. En desesperación, pasé toda una noche en oración, tratando de escuchar con sinceridad lo que Dios quería decirme. (Llegué a la conclusión de que hasta ese momento, todas mis oraciones habían sido monólogos, en los cuales Le informaba a Dios de lo mal que andaban las cosas, y Le pedía que acudiese en mi ayuda.)

A la mañana siguiente, abrí mi Biblia al azar, nuevamente con el deseo de escuchar la voz de Dios; y mis ojos se detuvieron en este pasaje de Isaías: "No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas. He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad". Isaías 43:18, 19.

Al pensar en el significado que estas palabras tenían para mí, vi que había estado dejando que el recuerdo de fracasos anteriores ocupara obsesivamente mis pensamientos. Era claro que debía dirigir mi pensamiento en espera del bien. Eso no implicaba de mi parte una actitud pasiva. ¡Tenía bastante trabajo mental para hacer!

Oré, declarando que nunca había sido un mortal limitado y falible, sino que siempre había sido una idea espiritual, cuya felicidad era mantenida por Dios, y no a través del éxito material, un empleo o dinero. Asimismo afirmé que mi progreso se medía, no con cosas externas sino por lo cercano a Él que se hallaba mi pensamiento. En ese preciso instante, yo era empleado por Dios, para servirlo a Él y ayudar a mi prójimo.

Percibí que mi vida era espiritual y no material y, por lo mismo, mi verdadero trabajo consistía en ocuparme de las ideas, en escuchar a Dios, la Mente, para recibir las ideas correctas y útiles y compartirlas con los demás. Supe que esa ocupación no requería de una oficina ni un título humano. Mi tarea era expresar la individualidad espiritual que Dios me había otorgado. Logré ver que mi provisión no se medía en moneda sino en el ingreso interminable de ideas correctas, que provienen de mi fuente inagotable: la Mente divina, el Espíritu.

El resultado de este giro decisivo en mi pensamiento, fue un giro decisivo en mi actividad. Se me presentó la oportunidad de formar mi propia empresa, que continúa prosperando. Además, fui elegido Primer Lector de mi filial de la Iglesia de Cristo, Científico.

La creencia universal de carencia y de limitación, está lista también para sufrir un cambio radical, que vendrá cuando la gente se rebele y no acepte esa creencia en su propia vida. El hecho importante es que la ley de Dios, que provee el bien con abundancia, no es arbitraria, no funciona al azar, no beneficia a uno a expensas de otro, sino que está operando constantemente para que todos la reconozcan y la demuestren.

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