Cuando Vi La Larga fila de personas que esperaban comprar sus billetes de lotería, lo primero que me vino al pensamiento fue el relato bíblico del hombre que esperaba ser sanado al lado del estanque de Betesda. Antes, nunca había visto a la lotería de este modo, pero de repente todo me pareció claro. Tantas personas formadas en fila, todas convencidas de que el bien es limitado pero de todas maneras esperando la buena fortuna; todas dependiendo de la suerte, sabiendo que sólo unos pocos se beneficiarán y todos los demás no obtendrán nada.
El bien ya es nuestra, pertenece a cada uno de nosotros.
Pero el bien no es limitado; descubrimos eso cuando nos damos cuenta de que el bien procede de Dios. El relato bíblico del Evangelio según Juan, dice que al ir Jesús a Jerusalén, pasó junto al estanque de Betesda. Leemos que al lado de este estanque "yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua. Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese". Juan 5:3–4.
Supongo que, al igual que los jugadores de lotería, la mayoría de las personas afligidas en el estanque, terminaron sintiéndose sin suerte. Después de todo, ¿cuántas personas en una multitud pueden ser la primera?
Pero no tenemos que esperar que el bien aparezca en nuestra vida. De hecho ya tenemos todo el bien que existe, porque el bien que poseemos procede de Dios, nuestro creador. Dios es infinito. Esto significa que no hay ningún sitio en el universo que no esté lleno ya del bien, debido a la eterna presencia de Dios, el bien mismo. Vivimos en el universo del Dios infinito, el bien. Es por eso que Jesús pudo sanar instantáneamente al hombre junto al estanque de Betesda, quien llevaba esperando treinta y ocho años para ser "el primero".
En el libro titulado Rudimentos de la Ciencia Divina, Mary Baker Eddy, fundadora de la Iglesia de Cristo, Científico, responde a la pregunta: "¿Cómo definiría usted la Ciencia Cristiana?", de esta manera: "Como la ley de Dios, la ley del bien, que interpreta y demuestra el Principio divino y la regla de la armonía universal".Rud., pág. 1. La bondad infinita es la ley de Dios. Ninguno de nosotros puede ser separado ni por un instante del bien infinito. El bien no es algo que estemos esperando. La ley de Dios es invariable, y la autoridad divina hace que se cumpla. El bien no se esconde, siempre lo encontramos cuando lo buscamos en Dios.
Una vez que sabemos que Dios es la fuente de todo bien, entendemos que cualquier cosa desemejante a Dios no es real, sino una ilusión temporal. Una enfermedad o una herida, por ejemplo, pueden sentirse o parecer muy reales, pero serán considerados como lo que son, una mentira, conforme comprendamos mejor nuestra relación con Dios. No nos enfrentamos a materia lastimada o desajustada que debamos reparar; la curación en la Christian Science nos permite percibir lo que siempre ha sido la verdad de Dios y de Su reflejo perfecto, el hombre.
Nuestra experiencia definitivamente cambia cuando nos proponemos encontrar el bien en todo y dejamos de pensar en el bien como limitado o distante. Les diré cómo es que lo sé. Hace algún tiempo tenía un dolor muscular y me movía con dificultad; y pensé: "Bueno, así es como se presenta el envejecimiento, y quizá sea inevitable". Pero en lugar de aceptar esto, oré y le pedí a otro Científico Cristiano que orara por mí, y con ello mejoré notablemente, aunque no sané por completo. Comprendí que lo que realmente necesitaba era crecer espiritualmente, así que le di las gracias a mi amigo por su ayuda y continué orando. Después de varias semanas, me esforzaba por encontrar el bien en todo momento. ¿Sané instantáneamente? No. Pero finalmente sí sané; el dolor empezó a disminuir el primer día y continuó aminorando hasta que desapareció por completo.
El bien ya es nuestro, pertenece a cada uno de nosotros. Dios nos da salud, provisión, amor, compañía, empleo, gozo; y no hay ningún poder que pueda quitar lo que Dios otorga. Cada uno ya está bendecido, en este momento y por siempre. El bien no es cuestión de suerte; algo que unos pocos pueden recibir pero la mayoría no. Dios no juega a la lotería con nosotros. ¡Cada uno de nosotros es un ganador, ahora! El bien esta disponible para todos, porque Dios no puede ser separado de Su expresión, el hombre.
Dios no va a amarnos mañana más de lo que nos ama hoy, ya que somos infinitamente amados, ahora. Estamos totalmente abrazados por el gran amor de Dios; Su bondad nos rodea; Su bondad es poderosa y siempre activa. Como el hombre que Jesús sanó, también nosotros podemos levantarnos por encima de la creencia de que seamos ciegos, cojos, paralíticos o que tengamos que estar siempre a la espera del bien.
