Los Científicos Cristianos declaran con frecuencia que Dios, el bien, es infinito. Esta es la premisa de la práctica de la Christian Science: que Dios es Todo. Además esta premisa nos lleva a la conclusión de que el hombre expresa la infinitud de Dios.
Detrás de la palabra "infinito" hay una enseñanza práctica que vale la pena explorar en relación con la vida diaria, pero muchas veces por ser dicha palabra de difícil comprensión para la mente humana, es posible que la dejemos de lado por considerarla teórica e inaplicable.
En la parábola del hijo pródigo de Cristo Jesús, el "padre" simboliza a Dios y al hablar a su hijo mayor, el padre le dice: "Hijo, tú siempre estás conmigo y todas mis cosas son tuyas". Véase Lucas 15:11,31. Podríamos preguntarnos cómo puede ser esto, puesto que el padre ya le había dado parte de sus bienes al hijo menor, quien los había malgastado. La respuesta debe ser que lo que Dios da a todos sus hijos es el bien infinito e indivisible, que no se puede repartir.
Esta fue la lección que el hijo menor aprendió. Él pidió a su padre que le diera la "parte" de los bienes que le correspondía, como si el bien infinito pudiera ser dividido. Los falsos placeres y amarga experiencia que tuvo fuera de su hogar finalmente le enseñaron cuán equivocado estaba al buscar el bien en el materialismo. Al recapacitar, regresó con humildad a la casa de su padre y descubrió que su herencia espiritual estaba allí, intacta y sin gastar.
Cuando reflexiono sobre esta parábola encuentro que es rica en lecciones sobre el infinito, pues a menudo tenemos la tendencia a pensar en el bien en términos materiales, monetarios: ¿Cuánto cuesta? ¿Puedo permitirme ese lujo? ¿Acaso me lo merezco?
Cuando comprendemos que las riquezas son solamente espirituales, nos damos cuenta de que la infinitud del bien no sabe lo que es "mucho" ni lo que es "poco". ¿Quién puede dividir el Amor infinito? Sería como intentar dividir el cielo. El Amor infinito percibe todo como reflejo del Amor. Dios no conoce ninguna limitación de oportunidad, carácter, inteligencia o salud en Su creación. Y tenemos la oportunidad de vernos a nosotros mismos y a los demás como Dios nos ve.
¿Cómo podemos hacer esto? Necesitamos educar el pensamiento espiritualmente. Cuando pensamos en lo que nos gustaría tener, ¿en qué pensamos de inmediato? ¿En casas, autos, comida, dinero, diversión? ¿O primero pensamos en las cualidades espirituales y en la satisfacción, la paz, la libertad, la integridad y el gozo que ellas proporcionan y que las cosas exteriores sólo pueden sugerir? Fue el punto de vista materialista del hijo pródigo lo que lo impulsó a buscar el bien fuera de su hogar. Y el hijo mayor, aunque se había quedado en la casa y había sido obediente al padre, tampoco se había percatado del bien que estaba a su alcance. El padre no le había negado la calidez del amor o las recompensas de la amistad, simplemente él no se había beneficiado de lo que el padre tenía para darle.
¿Acaso no somos muchos de nosotros como el hijo mayor? Hacemos las cosas "correctamente" y luego nos preguntamos porqué Dios no nos recompensa. ¿Nos asombramos de que quienes parecen menos merecedores que nosotros obtengan todos los "privilegios"? ¿No será que también nosotros necesitamos un concepto más espiritual del bien? Tal vez estamos ciegos y no percibimos las ideas divinas que están a nuestro alcance, en las que podemos encontrar verdadera felicidad.
Demostrar el infinito no significa recoger más de lo que usamos. Significa que todo lo que podemos disfrutar ahora es accesible, independientemente de los medios materiales de que dispongamos en determinado momento. Cuando los hijos de Israel se alimentaron con maná en el desierto, quienes recogieron un poco tuvieron suficiente y a quienes recogieron mucho no les sobró nada. No debían tomar más de lo que necesitaban, porque el maná no podía guardarse. La lección que aprendieron fue que el alimento provenía de Dios y lo reconocieron como provisión espiritual.
Hace varios años tuve la prueba de que la provisión es de Dios, cuando debido a la quiebra de otra persona, repentinamente mis ingresos se redujeron a la mitad. Recuerdo claramente que no me sentí temerosa cuando me enteré de esto. Gracias a la confianza que había tenido en Dios a lo largo de los años, nunca me había faltado nada. Nunca fui rica en un sentido material, pero siempre sentí que espiritualmente tenía riqueza en todo. Cuando me fui a dormir esa noche, las palabras de uno de mis himnos favoritos me vinieron al pensamiento:
"Se agotará lo material,
Tu plenitud veré;
Tu mi satisfacción serás
y en Ti me gloriaré".Himnario de la Christian Science, No 224.
Sentí un gran consuelo, y que estaba protegida.
Al día siguiente, sin un solo esfuerzo de mi parte, me enteré de una vacante de trabajo en una oficina. A pesar de no tener experiencia en ese área, me sentí preparada para realizar el trabajo. Fue como si ese cargo me hubiera estado esperando. No sólo me proporcionó durante tres años el ingreso que yo necesitaba, sino que me brindó una rica experiencia, la oportunidad de aprender nuevas técnicas y la alegría de tener nuevos amigos. Cuando la Corte finalmente me reembolsó la cantidad que se me debía, continué trabajando allí por dos años más, pues disfrutaba con ese trabajo.
También nuestros años de vida pueden ser prolongados y aumentados por un sentido ilimitado del bien. En Ciencia y Salud, leemos lo siguiente: "Si no fuera por el error de medir y limitar todo lo que es bueno y bello, el hombre gozaría de más de setenta años y aun mantendría su vigor, su lozanía y su promesa".Ciencia y Salud, pág. 246:21-24.
No necesitamos limitarnos a nosotros mismos ni a los demás respecto a la salud, la longevidad o cualquier otra cosa buena. No obstante, sí debemos reconocer que la bondad de Dios expresada en estas formas tangibles es inseparable del Espíritu.
Entonces ¿qué lección debemos aprender sobre el infinito? Que es un hecho espiritual presente, que tan solo necesitamos probar. Ése es nuestro trabajo. ¿Es acaso una tarea imposible? No. Nos da la oportunidad de aumentar nuestra comprensión de la bondad de Dios, no para verla manifestada en formas materiales, sino por la realidad del ser que representa.
