Hay Muchas Personas que hoy en día están buscando empleo o alguna actividad para poder enfrentar las necesidades económicas diarias. Son muchas también las que desean cambiar de trabajo y encontrar mejores oportunidades para su progreso. Pero a veces, las perspectivas que el mundo ofrece no parecen ser muy alentadoras.
Hace casi dos mil años, hubo un hombre que vivía en una época donde las desigualdades sociales eran muy grandes, y donde existían muchas necesidades humanas que satisfacer. Este hombre no tenía un puesto en un negocio, ni estaba contratado por personas importantes o ricas, ni tenía un salario fijo que lo sustentara. Sin embargo, siempre estuvo activo, y todas sus necesidades fueron satisfechas, como así también las de los que lo rodeaban y seguían. Muchos se habrán dado cuenta de que me refiero a Cristo Jesús.
Todo aquel que se detenga a analizar la vida de este hombre ejemplar, encontrará que está caracterizada por su ocupación constante en hacer el bien y en ayudar a otros. La Biblia nos cuenta que a los doce años estaba ocupado "en los negocios de [su] Padre". Lucas 2:49. Y más tarde, a partir de los treinta años, se dedicó a sanar enfermos, rescatar pecadores, alimentar multitudes y predicar un mensaje espiritual de salvación eterna para toda la humanidad.
Su "empleador" era Dios, que es el Amor divino, con quien tenía un "contrato laboral" que nunca caducaba. Su trabajo era la sagrada tarea de reflejar la inteligencia, el amor y la sabiduría de Dios, puestos al servicio de la humanidad. Y su remuneración consistía de abundante inspiración, paz, fortaleza y poder espiritual permanente.
Puesto que su historia es verídica, tiene infinitas lecciones para darnos en este momento. Cristo Jesús estaba siempre consciente de que su trabajo era demostrar que era el hijo de Dios, Quien lo había creado espiritualmente para reflejarlo a Él, para recibir todas Sus bendiciones y para existir en unidad con Él, que es el Principio divino.
Éste es el propósito por el cual también Dios nos ha creado a nosotros, para ser Sus hijos amados.
¿Es lógico pensar, entonces, que Dios, que es siempre bueno y está siempre activo, haya planificado para Su reflejo, el hombre, la desocupación y la inactividad? ¿Qué nos impide pensar que a cada uno de nosotros nos pertenece el bien, que es Dios mismo, y que incluye toda actividad productiva y oportunidades constantes de progreso, para que Su gloria se manifieste en todo el universo?
Mary Baker Eddy nos dice en su libro de texto Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: "El hombre es la idea del Espíritu; refleja la presencia beatífica, llenando de luz el universo". Ciencia y Salud, pág. 266. A medida que comprendemos que nuestro verdadero trabajo es "brillar", o sea, reflejar y expresar la inteligencia y el Amor divinos, esto se exterioriza en nuestra vida en amplitud de posibilidades. Todos tenemos el derecho, por ley divina, de ocuparnos en hacer el mayor bien, y de encontrar la actividad y el trabajo apropiados, en los cuales podemos ser útiles a Dios y a la humanidad.
Tuve oportunidad de poner en práctica estas verdades hace un tiempo. Empecé a considerar en mi pensamiento que estaba empleada por Dios para expresar en todo lugar donde me encontrase, Sus atributos espirituales, como integridad, dedicación, alegría e inteligencia. Esto me llevó a tener el deseo natural de manifestar, en cualquier cosa que hiciera, orden, exactitud, prolijidad y el mayor grado de perfección posible. Tiempo después fui elegida para trabajar en el cargo de secretaria de una iglesia filial de la Christian Science. Reconocí inmediatamente este hecho como una manifestación de la acupación que Dios nos otorga, y pude seguir desenvolviendo las cualidades que mencioné anteriormente y muchas otras. Asimismo, tiempo más tarde, se presentó una nueva propuesta de trabajo: un puesto de secretaria en una fábrica de alimentos, que se estaba inaugurando en un país vecino. Allí me di cuenta de que mis oraciones habían tenido una respuesta práctica, y que el plan de Dios para cada uno de nosotros es infinito.
Cuanto más estamos conscientes de nuestra unidad con Dios, la Mente divina, y vivimos esa unidad, tanto más desarrollamos las capacidades latentes que poseemos y nos preparamos para experimentar cada día más progreso y bienestar. Con esa comprensión espiritual, que nos pone en armonía con el plan perfecto que Dios tiene para con nosotros, podemos decir gozosos todos los días, como Cristo Jesús: "Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo". Juan 5:17
