El Fallecimiento de un amigo puede llevarnos a hacer un profundo examen interior. Pasamos por momentos en los que deseamos estar solos, o acompañados de unos pocos allegados, para reflexionar un poco.
Hubo un momento en que Jesús tuvo que enfrentar la pérdida de un buen amigo. Juan el Bautista perdió la vida en circunstancias muy difíciles. Los discípulos se ocuparon de su cuerpo y después le dieron la triste noticia a Jesús.
Sólo podemos especular sobre cómo se sintió Jesús, y no sabemos con exactitud qué les dijo, pero en el Evangelio según Mateo leemos: "Oyéndolo Jesús, se apartó de allí en una barca a un lugar desierto y apartado". Mateo 14:13.
Estoy seguro de que todos valoramos lo importante que es pasar tiempo a solas con Dios. Momentos para comulgar con Él, para sentirnos más cerca de la fuente de toda vida, para tratar de entender. Pero cualesquiera hayan sido los pensamientos que pudo haber tenido Jesús en esa ocasión, y por más alejado que haya querido estar, me parece que es muy significativo lo que sucedió cuando la gente encontró al Maestro. No estuvo solo por mucho tiempo. Las multitudes querían ser sanadas y él las sanó.
Fue en esa época cuando Jesús alimentó a los cinco mil, lo que constituye una de las más contundentes demostraciones del poder de! Espíritu sobre la materia.
Este acontecimiento sorprendente se ha transformado en un símbolo para mí. Es casi como si sus acciones estuvieran confrontando una sensación de pérdida con la prueba irresistible de que debe prevalecer la abundancia del bien de Dios y el cuidado ilimitado que brinda al hombre.
¿No debiera esto ser una lección perdurable para todos nosotros hoy en día? Cuando nos enteramos de la muerte de un amigo, tal vez deseemos alejarnos e ir a nuestro propio desierto por el momento. Pero el poder del Cristo está con nosotros, llamándonos para que volvamos más fuertes que nunca, haciendo lo que nos enseña a hacer el Consolador: sanar, bendecir, ayudar a otros y no ser derrotados.
Mary Baker Eddy tuvo que enfrentarse más de una vez, con la manera en que el mundo intenta retardar o hasta destruir nuestro progreso después de la pérdida de un ser querido. Ella ofrece un pasaje que da mucho en qué pensar y donde señala que uno siente el mismo dolor cuando recibe "un mensaje disparatado, anunciando equivocadamente la muerte de un amigo", que cuando el amigo ha muerto realmente. Un segundo mensaje, diciendo que en realidad no ha muerto, nos liberaría de todo sentimiento de congoja. Véase Ciencia y Salud, pág. 386.
A menudo he pensado que este pasaje nos exhorta a considerar que ese segundo mensaje, que corrige la equivocación, es el Cristo. El Cristo nos revela que la muerte es una equivocación. Nos dice que la idea de Dios, el hombre, en realidad jamás puede llegar a un fin. El Cristo revela que el hombre está rodeado siempre por el amor y cuidado de Dios. El Cristo nos ayuda a despertar a la verdad de que el hombre siempre ha sido y siempre es, espiritual y perfecto, sostenido por el cuidado de Dios.
A medida que escuchamos y aceptamos esta revelación de la verdad en la consciencia, avanzamos y nos desprendemos de la creencia de que nuestra verdadera naturaleza ha estado en algún momento afectada por las limitaciones de la materialidad y mortalidad.
Hace años falleció alguien que era muy allegado a mí. Al principio luché con la pregunta: ¿cómo pudo suceder? Un día mientras agonizaba sobre esto, escuché lo que parecía ser una voz en la habitación. Las palabras eran sencillas. "Nunca sucedió". Reaccioné de forma negativa, sintiendo que era obvio que había sucedido. El mensaje parecía demasiado frío y vacío.
Días más tarde, nuevamente cuando sentía el peso de la pérdida, me vino el mismo mensaje. Esta vez pensé en él por mucho tiempo, sin estar del todo seguro del significado de esas palabras. Pero tiempo después, mientras reflexionaba sobre lo sucedido, esas palabras volvieron a mi pensamiento. "Nunca sucedió". Realmente no hay forma de que pueda explicar a otros el significado de lo que ocurrió entonces, pero discerní algo de la naturaleza inmortal y eterna del hombre y supe que las palabras eran verdaderas.
No fui ingenuo frente a la evidencia de la mortalidad. Pero había visto algo de la inmortalidad que me convenció sin ninguna duda, de que la muerte realmente es la equivocación y que la vida es la realidad. Desde ese momento nunca más sentí angustia por la muerte de este amigo, sino que sentí una profunda paz, y la seguridad de que el Cristo me había revelado la verdad.
Es comprensible que todos nos preguntemos si volveremos a ver a nuestros amigos. Una persona que estaba reflexionando sobre esta pregunta le pidió a la Sra. Eddy que diera su punto de vista. Ella se tomó casi una página para dar una respuesta profunda y meditada. Allí, insiste en que el hombre no puede ser aniquilado, y hace esta afirmación: "Cuando hayamos pasado por la rigurosa prueba llamada muerte, o destruido este último enemigo, y llegado al mismo plano de existencia consciente de aquellos que se han ido antes, entonces podremos comunicarnos con ellos y reconocerlos".Escritos Misceláneos, pág. 42.
Me llamó la atención que dijera que debíamos destruir "este último enemigo". ¿Por qué no empezamos ya a desafiar este error que sugiere que el hombre llega a un fin? ¿Acaso no deberíamos aceptar ahora mismo la naturaleza espiritual de nuestros amigos en lugar de pensar en ellos en términos humanos? Después de todo, Cristo Jesús nos ayudó a ver que la naturaleza verdadera de toda persona es espiritual, impecable, que todos somos los hijos perfectos de Dios. A medida que discernamos este parentesco del hombre con Dios, nos sentiremos más cerca de nuestros amigos, en el sentido más verdadero. Jesús demostró en el relato de la transfiguración, Véase Mateo, capítulo 17. que los grandes amigos del mundo, Moisés y Elías, seguían teniendo una forma tangible y expresaban vida, si bien habían dejado la escena terrenal siglos antes.
La Sra. Eddy afirma un hecho maravilloso cuando escribe: "Donde Dios está, podemos encontrarnos y donde Dios está, jamás podemos separarnos".The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 131. Ella no dice: "Donde Juan o María están, podemos encontrarnos..." Nos pide que relacionemos nuestra vida con Dios. Es sobre esta base que podemos acercarnos de manera más significativa a aquellos a quienes queremos.
He conocido personas que vivían bajo el mismo techo y sin embargo estaban a distancias siderales. Y otros que no estaban en el mismo lugar geográfico y no obstante eran muy unidos. Por eso, la corporeidad no es lo único, ni siquiera lo más significativo, para medir nuestra unidad con otros. Cuanto más cerca estamos de Dios, el Amor divino, tanto más cerca estamos de todos aquellos que amamos.
¿Cuánto tenemos que esperar para acercarnos más a Dios? Si empezamos esta tarea ahora mismo, estaremos siguiendo el ejemplo de Jesús con más integridad, negándonos a sucumbir a la creencia de que el hombre es mortal. Vislumbraremos un concepto más profundo de la promesa del Maestro de que la vida es eterna. Y traeremos mayores pruebas a nuestra experiencia diaria de que Dios, la Vida misma, es la realidad.
Tenemos que escuchar el segundo mensaje.
