Hoy se habla abiertamente de muchas cosas que antes se consideraban tabú. El efecto es que, como burbujas, salen a la superficie cuestiones que demandan nuestra atención para ser sanadas. La violencia doméstica en contra de la mujer es una de ellas.
El mundo ha buscado varias soluciones para este problema, pero la psicoterapia, la sociología y la jurisprudencia, por lo general, han dejado a Dios como un recurso de última instancia.
Ya sea que la violencia doméstica se atribuya a la falta de amor, a la extrema dependencia de una persona en otra, a una frágil autoestima, como a una infancia traumática, siempre hay una solución espiritual. Y existen demasiadas evidencias de que el recurrir a Dios en oración da buenos resultados, como para ignorar que ésta es una opción válida en casos de violencia doméstica. Por eso este número presenta la metafísica cristiana como el recurso de primera instancia.
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