Tuve Problemas de salud desde mi infancia. Vivía nerviosa, deprimida, con miedo a todo tipo de enfermedades. Consulté con varios médicos, y también, durante un tiempo, estudié otros métodos como el yoga.
En una época, pasé por un momento extremadamente difícil. Había consultado con psiquiatras que me decían que mi problema era incurable. Me recomendaron dietas rigurosas que me hicieron perder catorce kilos.
Fue entonces cuando conocí la Christian Science, por medio de una amiga que estaba al tanto de mis problemas, y me ofreció un ejemplar de esta revista en portugués, O Arauto da Christian Science. Tuve curiosidad en leerla. En esa ocasión, no entendí mucho de lo que leía, pero decidí comprar el libro Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras. Luego comencé a leer las Lecciones Bíblicas, del Cuaderno Trimestral de la Christian Science. Estas palabras de Isaías tuvieron gran impacto en mí: "No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia" (41:10).
Adquirí confianza en Dios y le perdí el miedo a las enfermedades, miedo que tanto me había hecho sufrir. Dejé de lado los tratamientos y análisis médicos, que me hacía mensualmente, y empecé a comer todo tipo de comidas. Comencé a sentirme bien y me sentí totalmente libre. Un día, tiré todos los remedios a la basura. Esto ocurrió hace quince años. Nunca más tomé pastillas ni hice ninguna consulta médica. También dejé de practicar yoga.
Me gustaría contar una curación más reciente, que aumentó aún más mi confianza en esta maravillosa Ciencia. Hace cerca de dos años me empezó una pequeña comezón en una pierna. Cuando me rasqué observé que tenía una herida. En pocos días se esparció a varias partes del cuerpo, con muy mal aspecto. Me sentía mal y afiebrada, pero no dejé de hacer todas mis tareas diarias.
Confié plenamente en el poder de Dios y me afirmé en el hecho de que ya había tenido varias curaciones. Tuve la certeza de que ese mismo poder estaba siempre en acción y respondería a mi necesidad de ese momento.
Me comuniqué por teléfono con un practicista de la Christian Science, cuyas palabras de inmediato me consolaron mucho. Siento enorme alegría de haber resistido la tentación de buscar medios materiales para esa curación. Mi fe se aferró exclusivamente a la oración. Mi pensamiento se apoyó en esta idea de Ciencia y Salud: "Sed firmes en vuestra comprensión de que la Mente divina gobierna y que en la Ciencia el hombre refleja el gobierno de Dios. No temáis que la materia pueda doler, hincharse e inflamarse como resultado de una ley de cualquier índole, cuando es evidente que la materia no puede tener dolor ni padecer inflamación" (pág. 393). Poco tiempo después de haber colgado el teléfono, sentí que las heridas comenzaban a cicatrizar, hasta que desaparecieron completamente. Ya pasaron tres años de esa curación y nunca más tuve síntoma alguno de ese problema.
Todo lo bueno que me ha ocurrido desde que conocí la Christian Science, no lo puedo describir aquí, pues la verdad es que el Consolador divino ha modificado todo el pasado humano de sufrimiento que yo había conocido y vivido anteriomente.
Mi familia también fue muy bendecida. Mis dos hijos tuvieron varias curaciones y mi nietito también fue protegido de enfermedades infantiles. El asiste con regularidad a la Escuela Dominical de la Christian Science, donde aprende a estudiar la Biblia y a orar con confianza en el poder de Dios.
No tengo palabras para expresar mi alegría por todas las curaciones que hemos tenido. Esta frase que la Sra. Eddy escribió en Ciencia y Salud, pasó a tener un mayor significado para mí: "Tienes razón, Shakespeare inmortal, gran poeta de la humanidad: Dulce es el fruto de la adversidad; Que, como el sapo, feo y venenoso, Lleva en la frente joya de gran valor" (pág. 66).
Porto, Portugal
