Faltaban Pocas Semanas para ese día tan especial de mi graduación. Yo estaba muy preocupado porque, a diferencia de muchos de mis compañeros, aún no tenía en vista ningún trabajo. En realidad, ni siquiera tenía idea de la dirección que daría a mi carrera. El siguiente paso razonable era obtener un título de postgrado. Ya me habían aceptado en varias universidades, pero no lograba conseguir fondos para solventar esos estudios.
Mientras caminaba en la universidad con la carta donde rechazaban mi solicitud de ayuda económica, hice algo que debía haber hecho hacía tiempo: orar. Había aprendido que la oración, el acercarse a Dios, inspira, guía y sana. Por lo tanto, dejando de lado el fastidio y la preocupación lo más que pude, traté de comprender mejor mi relación con Dios y lo que Él había preparado para mí, y empecé a agradecerle todo el bien que ya había recibido.
Muchas ideas útiles inundaron mi pensamiento. Pude ver que era importante expresar mayor humildad, no ser tan obstinado de querer imponer mi opinión, y en silencio, buscar la guía de Dios, y tener la disposición de seguir Su dirección. El autor de Proverbios, nos alienta cuando dice: "Fíate de Jehová de todo tu corazón y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos y él enderezará tus veredas". Proverbios 3:5, 6.
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