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Dios, nuestro refugio seguro

Del número de abril de 1999 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El material que se presenta en esta sección está basado en transcripciones corregidas y ampliadas por nuestra Redacción, de entrevistas realizadas en los programas radiales del Heraldo.

Secuestros, robos, saqueos, hacen que los miembros de una comunidad busquen garantías y refuerzos para su seguridad y la de su propiedad. Se oye que en algunos lugares se han formado comités de ciudadanos, en otros se contratan los servicios de agencias de seguridad, y en muchas partes ya no se ven más hermosos jardines detrás de cercas de plantas y flores, porque las cercas han sido reemplazadas por paredes fortificadas. El programa radial del Heraldo trató sobre cómo hallar una seguridad y protección al tener presente en nuestra vida un sentido más espiritual, más permanente de lo que es Dios y de quiénes somos nosotros. conductores del Heraldo, conversaron sobre el tema.

Christiane: Es tan importante comprender qué es Dios y lo que somos cada uno de nosotros como hijos bien amados, bien cuidados de Dios. En la Biblia hay muchas promesas de que Dios nos protege, y yo diría que el ejemplo clásico es el Salmo 91, que empieza: "El que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente". Ésta es una promesa de que Dios nos protege. Pero tal vez no sepamos cuál es este abrigo del Altísimo y dónde está. Naturalmente Dios no habita en un sitio físico; el abrigo de Dios no es un lugar. Dios está presente en todas partes. Dios es Espíritu, Verdad, la Vida misma, entonces uno podría decir que habitar al abrigo del Altísimo sería estar consciente de la presencia de Dios, el bien infinito que está en todas partes. Y también, estar consciente de que Dios es la inteligencia y el poder divinos siempre presentes, y que no hay otra inteligencia, ni otro poder.

Enrique: Hay situaciones en que es difícil recordar esto debido a la violencia que parece imperar. Por ejemplo, el caso de una persona que está en peligro de ser secuestrada o asaltada. En esos momentos, ¿qué piensas que esa persona podría hacer?

Christiane: Creo que es precisamente en esos momentos que los ángeles de Dios, los mensajes divinos, vienen para darnos esa confianza en el bien, confianza en Dios, el Espíritu siempre presente. Y podemos estar siempre alertas, siempre confiados en lo que es Dios y al mismo tiempo confiados en lo que es el hombre creado a Su imagen y semejanza.

Mencionaste al principio que en algunos lugares la gente fortifica las casas. Hay un versículo en Proverbios, en la Biblia que dice así: "Torre fuerte es el nombre de Jehová, a él correrá el justo y será levantado" (Prov. 18). Esta torre de Dios, o esta torre que representa el nombre de Dios, no es un sitio físico, sino un concepto espiritual. "Nombre" en la Biblia indica naturaleza y carácter. Entonces, "el nombre de Jehová" representa aquí la naturaleza y el carácter de Dios. Éstos constituyen la torre fuerte que es un refugio para cada uno de nosotros.

Enrique: No hay nada de malo en poner una cerca de seguridad en la casa, pero realmente la base, el fundamento de nuestra actitud, es encontrar primero esta protección en Dios mismo, ¿no es así?

Christiane: Exacto, y Dios nos da entonces la sabiduría para actuar, pensar, hablar en la forma necesaria. Pero la verdad es que uno tiene que aceptar y comprender dónde está el verdadero poder. Y también comprender qué es el hombre, que como manifestación de Dios, es natural para cada uno de nosotros expresar el bien, expresar inteligencia, honradez, y no la desesperación que lleva al crimen. Que no sólo uno mismo está a salvo del crimen, sino que la otra persona que tal vez sea la que agreda, también refleja esa naturaleza de Dios, que le da la capacidad de pensar y actuar en forma correcta, y no en forma agresiva. Yo conozco situaciones en las que esta manera de pensar, esta manera de confiar en Dios y en la verdadera naturaleza del hombre, ha impedido incidentes criminales.

Enrique: El alcance de Dios, el alcance de este Amor divino es tan poderoso, tan efectivo, que no importa en qué situación estemos, qué estemos pensando, ni qué hayamos hecho, siempre podemos contar con Él. Dios realmente es más poderoso que cualquier acción que nos haya puesto en una situación de peligro. De modo que en un momento de peligro, en un momento en donde necesitamos recurrir a Dios para obtener su mensaje, su protección eficaz, bien podemos dejar de lado cualquier prejuicio, cualquier sentimiento, tal vez de culpa que tengamos, y aferrarnos a Su amor. Dios está siempre activo y siempre presente y es capaz de protegernos, cualquiera sea la situación en que estemos.

Christiane, hemos hablado de cómo se obtiene ese sentido práctico de seguridad y protección, pero hablemos ahora de no dejarse engañar por un sentido falso de seguridad.

Christiane: Sí. Tenemos que saber en qué confiamos. Tenemos que comprender qué nos protege verdaderamente. Esto me recuerda a alguien que conozco, que tenía tanto temor de que lo asaltaran en su casa, que había puesto cerrojos en todas las puertas interiores, y cada noche al irse a dormir se encerraba con llave en su dormitorio. Al despertarse una mañana no pudo encontrar la llave, por más que la buscó, ¡no la pudo encontrar! Él mismo se había encerrado en su propio dormitorio, rehén de su propio temor. ¡Tuvo que llamar a su hermano para que un cerrajero lo libere! Esto es un ejemplo de alguien que se había dejado engañar por un falso sentido de seguridad y no estaba apoyándose en la inteligencia que Dios da a todos para protegerse.

Dios está más cerca cuando más lo necesitamos

Enrique: Esta falsa confianza es como un arma de doble filo.

Christiane: Exactamente. En la Biblia se encuentra el relato de "una pequeña ciudad, y pocos hombres; y viene contra ella un gran rey y la asedia...; y se halla en ella un hombre pobre, sabio, el cual libra a la ciudad con su sabiduría" (Ecles. 9). Es la sabiduría, es decir nuestra comprensión de Dios, lo que nos da el verdadero sentido de seguridad.

Enrique: Es importante también tener presente que esta relación con Dios, es como la relación entre el sol y sus rayos. Existe siempre, no disminuye ni se corta, y parece que es más fuerte cuando más lo necesitamos a Él. Y aún más, cuando queremos ayudar a otros también, parece que ni bien nos decidimos a hacer algo por alguien, ahí esta Dios, más fuerte que nunca, más poderoso que nunca para guiarnos, para darnos Su inteligencia y Su fuerza.

Christiane: Sí, los ejemplos que se presentan a continuación de personas que tuvieron experiencias de protección, por cierto demuestran que la presencia de Dios está con cada uno de nosotros y que, como reflejo de Dios, todos tenemos la capacidad para obrar en forma inteligente en tales circunstancias.

Además es importante añadir que el confiar en Dios no nos da el derecho de tentar a Dios. Con eso quiero decir que, si me paseo a las dos o tres de la mañana sola, sin propósito alguno, en un lugar donde tal vez haya habido asaltos, no puedo decir, "Bueno, Dios me va a proteger, no importa lo que yo haga", porque no estoy expresando la inteligencia que Dios da para obrar juiciosamente y así vivir con seguridad. Me gusta que cuando Moisés da los mandamientos al pueblo de Israel, también destaca muy claramente la necesidad de obedecerlos, y así mantenerse bajo la ley benéfica de Dios. En Deuteronomio, luego de haber repetido estos mandamientos al pueblo, Moisés les habla de las bendiciones que trae la obediencia, y dice así: "Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra, y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán si oyeres la voz de Jehová tu Dios. Bendito serás en tu entrar y bendito en tu salir, Jehová derrotará a tus enemigos que se levantaren contra ti; por un camino saldrán contra ti, y por siete caminos huirán de delante de ti" (Cap. 28). ¡Qué bendición para nuestras ciudades y para todos, que al oír atentamente la voz de Dios, estamos a salvo en Su presencia.

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