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Gracias por las buenas películas

Del número de abril de 1999 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Los Medios De Comunicación reciben muchas críticas hoy en día, y eso incluye también al ambiente del espectáculo, así como el de las noticias. Se sabe muy bien que ciertas películas han provocado actos de violencia, por ejemplo. Las películas pueden plantar imágenes degradantes o desmoralizantes en el pensamiento, que son difíciles de olvidar. Pero las películas también tienen el potencial de traer inspiración. Pueden alertarnos acerca de actitudes y comportamientos que preferiríamos evitar, o emular. Pueden darnos una idea muy útil acerca de nosotros mismos, y a veces incluso de verdades espirituales. Pensamos que el año pasado hubo un par de películas que vale la pena considerar.

Lecciones sacadas del mundo de la cinematografía

El Bardo escribió: "Todo el mundo es un escenario, y todos los hombres y mujeres simples actores", en lo que podría haber sido el resumen del guión de la película The Truman Show. En esta película el "mundo" es realmente el escenario de un set de televisión, y todo el mundo lo sabe excepto el personaje principal. Hay una conspiración de treinta años para impedir que Truman, quien fue criado desde su nacimiento en una comunidad artificial, se entere que es la estrella del éxito de más larga duración en la historia de la televisión. La pregunta es si se va a dar cuenta de lo que sucede, y si logrará liberarse.

La historia puede ser una parábola para todo aquel que sigue el camino espiritual. El mundo material es como un set cinematográfico. La existencia en la materia parece ser y se siente como si fuera la única realidad, y la sabiduría convencional (llamémosla sentidos físicos), conspira con mucha convicción para que nos resignemos a vivir en esta, a veces placentera pero ilusoria, caja. Pero, de pronto, un Salvador llega para mostrarnos el camino a la libertad y cómo encontrar el verdadero significado de nuestra vida. En The Truman Show, la que trae la verdad a la superficie es un miembro poco importante del elenco. Está bien, ella está enamorada de él (recuerde que se trata de una película), pero lo importante es que ella es la única que no trata de engañar a Truman. Ella quiere decirle la verdad.

Los conspiradores tratan de afianzarse aún más. Su subsistencia depende de que se continúe con el engaño. Pero Truman ya intuye que hay algo que no está bien, un sentimiento que aumenta al ser expuesto al afecto verdadero. No puede olvidar lo que ha probado de la realidad. Comienza a descubrir lo artificial que son las cosas que parecen reales. Su deseo de encontrar la verdad le da el ánimo necesario para superar sus temores mortales y arriesgarlo todo para salir de esa caja.

La oposición, personificada por un director de televisión aparentemente omnipotente (irónicamente llamado Cristopher), hace de todo para mantener a Truman bajo su control. Lo tienta a pensar que está más seguro y mejor en la caja. "No tendrías ningún éxito afuera, no podrías vivir como realmente eres". Pero en un momento conmovedor, nuestra heroína ora: "Por favor, Dios". Entonces Truman (true man hombre verdadero?? en inglés) sale libre. La humanidad da gritos de alegría. Con la ayuda divina, la mentira no puede prevalecer. "Ciertamente espíritu hay en el hombre, y el soplo del Omnipotente le hace que entienda". Job 32:8.

Otra buena película es El Apóstol. La película desafía el prejuicio que a veces se tiene contra cierto estilo de adoración cristiana. El espíritu irreprensible de la gente de esa iglesia puede impulsarnos a desear que nuestras oraciones y en nuestras propias iglesias haya más de ese sentimiento inspirado por el Alma. Nos recuerda cómo Mary Baker Eddy señaló a la mujer que lavó los pies de Jesús con sus lágrimas, como un ejemplo para todos los buscadores de la Verdad: "Por otra parte, ¿demuestran su respeto por la Verdad, o el Cristo, con arrepentimiento sincero y con corazón abatido, expresados en humildad y afecto humano, como lo hizo esa mujer?"Ciencia y Salud, pág. 364.

El personaje principal de esta película es un "ministro del Señor" con muchas fallas. A pesar de sus pecados, tiene la fortaleza inquebrantable de nunca darse por vencido ni apartarse de Dios. Él continuará orando y esforzándose por ayudar a los demás, por más veces que caiga. Y de algún modo uno sabe que va a tener éxito en su empresa, y que, guiados por el mismo espíritu, todos lo lograremos. Una parte de la película que vale la pena recordar es cuando el "Apóstol", hace una pausa en medio del camino para preguntar: "¿Qué camino debo tomar, Señor?" ¡Qué bueno sería que todos nos apoyáramos en Dios con tanta sencillez! ¿No?

Este es un aleluya por el triunfo del bien dondequiera que se encuentre, aun en las películas.


Redactora Adjunta

La versión original de este artículo fue publicado como editorial en el Sentinel.

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