Conforme Se Acercaba la época de la Pascua, me puse a pensar detenidamente en el tema de la resurrección. ¿Fue un hecho que le ocurrió hace muchos siglos al hombre más espiritual que el mundo jamás haya conocido? Si es algo más que eso, ¿qué significa la resurrección para cada uno de nosotros? ¿Tiene algo que ver con las minucias de la experiencia humana, y realmente tiene alguna influencia en nuestro diario vivir?
Pensé en la reprensión que Cristo Jesús le hizo a Pedro y a otros discípulos que había llevado al huerto de Getsemaní la noche anterior a su crucifixión: "Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil". Mateo 26:40, 41.
Muchos han reflexionado sobre estas palabras, y se han preguntado si ellos mismos hubieran podido mantenerse despiertos con todo lo que el Maestro tenía que soportar. Pero esta vez me pregunté: "¿Cómo habrías orado si te hubieras mantenido despierto?"
A lo largo del año, había estado estudiando la obra Escritos Misceláneos, de la Sra. Eddy, y recordé esta declaración que se refería a Jesús: "Para llevar a cabo su sagrado propósito, tenía que olvidarse del yo humano".Escritos Misceláneos, pág. 162. Si yo hubiera estado con Jesús esa noche en Getsemaní, ciertamente habría tenido que olvidarme del yo humano, que siempre está tratando de mantener un concepto limitado y material de la identidad, especialmente cuando se enfrenta a desafíos difíciles. El pensamiento humano tiende a imponer su propia voluntad en lugar de ceder a lo divino. El método del Maestro fue el de someterse a la voluntad de Dios en todo momento y ser abnegado, para que su misión no dejara de traer bendiciones infinitas a la humanidad.
La gran reverencia y admiración que sentimos por el Maestro y por sus demostraciones del poder de Dios, no deberían impedir que sigamos su enseñanza y su ejemplo, aun en los más pequeños detalles de la experiencia humana. Su disposición para resolver el problema del ser, en condiciones que están más allá de lo que la mente humana puede concebir, debería impulsarnos a luchar por obtener una comprensión más profunda de la resurrección en nuestra vida diaria.
Para hacer esto más fielmente, memoricé y estudié la definición metafísica de la palabra resurrección, que aparece en Ciencia y Salud: "Espiritualización del pensamiento; una idea nueva y más elevada de inmortalidad, o existencia espiritual; la creencia material sometiéndose a la comprensión espiritual".Ciencia y Salud, pág. 593.
Decidí orar diligentemente para olvidarme del yo humano; para espiritualizar el pensamiento vigilando continuamente mi conciencia para superar la irritación, la ansiedad, el resentimiento, el desaliento, es decir, cualquiera de los falsos elementos mentales que, intentando entretejerse en mi vida diaria, pudieran bloquear mi crecimiento espiritual. Es importante orar de esta manera aun con respecto a las actividades humanas básicas, por más pequeñas y mundanas que puedan parecer, a fin de lograr un mayor progreso al desechar el falso concepto material del yo, y estar conscientes de nuestra verdadera identidad espiritual como la amada idea de Dios. Cada demostración de la Ciencia del ser contribuye a la solución de los problemas de la humanidad en conjunto.
El deseo de crecer espiritualmente, junto con la devoción de pensamiento y acción para lograrlo, sirven para gobernar nuestra vida y para protegernos, aun cuando por momentos parezca que vacilamos. Esa disposición para servir a Dios desinteresadamente, nos muestra de una forma práctica que la única Mente, la única inteligencia, está controlando incluso nuestras actividades más insignificantes.
Una noche tuve una experiencia que, aunque muy mundana, amplió mi visión respecto a la resurrección y me ayudó a ver que ésta realmente alcanza hasta a los aspectos más intrascendentes de nuestro diario vivir. Pasé casi un año tejiendo una manta en paneles separados, los cuales, cuando se cosieran juntos, formarían un diseño determinado. Una tarde, al estar agregando otro panel, me pareció que estaba más corto que los otros; sin pensarlo dos veces, desbaraté las últimas hileras para añadir lo que se necesitaba, pero desafortunadamente lo hice del lado equivocado, y se enredó. Esa tarde mi pensamiento estuvo ocupado en decidir cómo iba a terminar la manta, ¡y no en una forma muy positiva! Después de tantos meses de trabajo, parecía que no había manera de "resucitar" la manta sin invertir una considerable cantidad de tiempo y paciencia.
Finalmente, a la hora de dormir, ya había tranquilizado mi pensamiento lo suficiente como para dejar de darle vueltas a la equivocación cometida y sus consecuencias. Recuperé en cierta medida la calma y el control de mí misma, apaciguando al sentido personal que se empeña en arreglarlo todo humanamente. Dejé de delinear la solución al problema y cedí a la dirección de la Mente.
Durante la noche desperté y, sin ningún esfuerzo consciente de mi parte, me vino al pensamiento una idea para solucionar el problema de la manta. Al día siguiente, durante mis momentos libres, puse la idea en acción; al ir terminando la manta, me sentí feliz de haber solucionado un problema que, todavía la noche anterior, parecía tan frustrante y desalentador. Empecé a darme cuenta de que mi oración diaria para quitar del pensamiento los elementos nocivos y para amar las cualidades que Dios me dio, tales como inteligencia, serenidad y determinación, estaba revelando el gobierno de Dios en las actividades más insignificantes de mi experiencia, aun cuando, por un momento, sucumbiera a la frustración. Vi que toda idea correcta procede de Dios y ya está lista para ser comprendida y usada. Cada idea correcta es en realidad un pensamiento de "resurrección", una luz que irrumpe a través de la conciencia oscurecida, revelando una solución a lo que parecería ser un callejón sin salida, abriendo una puerta en un aparente muro de frustración o simplemente sugiriendo algo nuevo para cambiar una antigua rutina. Cuando tales pensamientos se abren paso a través de la oscuridad cualquiera sea la situación, realmente estamos dando un paso adelante en nuestra salvación; en alguna medida estamos resolviendo el problema del ser. Entonces, éstos se convierten en momentos de "resurrección", momentos en los que tomamos mayor conciencia de la bondad y el amor de Dios, que ya están a la mano para satisfacer las necesidades humanas.
La Christian ScienceIbid., pág. 254. es práctica, porque revela que podemos resucitar momento a momento; que podemos encontrar soluciones ingeniosas donde el pensamiento pudiera haberse estancado; claros destellos de intuición cuando la pérdida de esperanza ha oscurecido el pensamiento; o ideas originales donde supuestamente los problemas sin solución hubieran podido bloquear por algún tiempo el movimiento espontáneo. Realmente todos tenemos estos momentos más seguido de lo que admitimos.
Ciencia y Salud nos dice: "Los imperfectos mortales llegan a comprender la finalidad de la perfección espiritual lentamente; pero empezar bien y continuar la lucha de demostrar el gran problema del ser, es hacer mucho".ibid., págs. 261–262. Este empezar viene en nuestros momentos de iluminación, y nos trae una seguridad que reconforta. Nuestra capacidad espiritual para solucionar y resolver los problemas humanos, es otorgada por Dios. Dado que Dios es Mente y la fuente de toda inteligencia, el hombre, siendo Su creación, Su propia imagen y semejanza, refleja esta inteligencia. En todo momento Dios tiene el control absoluto, y está impartiendo sabiduría y comprensión a Su creación; Su claridad, orden, ecuanimidad, vitalidad y precisión, están presentes en todas partes. Ningún momento puede tener más de la presencia de Dios que el siguiente. Ningún momento es más trascendente que otro en el gran designio que Dios tiene para Sus amados hijos. ¡Ningún momento es más importante o más sagrado para Dios que este preciso instante! Podemos afirmar con toda confianza que en este momento vivimos y nos movemos en el reino eterno de Dios; que estamos bajo el gobierno de la perfecta ley de Dios, en este momento y por siempre; que en este momento tenemos todo lo necesario para avanzar en la resolución del problema del ser, según lo requieran las circunstancias actuales. Estas declaraciones, apoyadas por una creciente comprensión del poder y el amor de Dios, nos ayudan a transformar las verdades vivientes en demostraciones prácticas, trayendo calma en lugar de irritación o ansiedad, perdón en lugar de resentimiento, espontaneidad en lugar de torpeza y frustración; y así encontramos nuevas metas para nuestras actividades, y perspectivas más grandiosas de nuestra actual perfección espiritual, en lugar de imperfección y deterioro.
Al orar con más persistencia para dejar el concepto mortal ficticio de nosotros mismos, por una percepción más clara de nuestra verdadera identidad espiritual, no deberíamos sorprendernos de que las exigencias para espiritualizar continuamente el pensamiento aumenten. Ciencia y Salud afirma: "El bien exige del hombre que ocupe cada hora en resolver el problema del ser. La consagración al bien no disminuye la necesidad de que el hombre dependa de Dios, sino que la acrecienta. Ni la consagración disminuye las obligaciones del hombre para con Dios, sino que enseña la necesidad suprema de cumplirlas".5
Podemos recordar a menudo, que el amor de Dios por Sus preciados hijos no tiene límite y que el proceso de crecimiento (los pasos diarios hacia la solución del problema del ser), no es una carga, por el contrario, fortalece nuestra confianza en lo que estamos aprendiendo y asimilando; y este aprendizaje nos ayuda a que eliminemos el concepto material del yo, que está oculto en todo lo que nos limita. Las oraciones que realizamos desinteresadamente, llegan a los aspectos más pequeños de nuestra experiencia diaria, dándole nueva vida; y llenan nuestros días con incontables momentos de resurrección.
