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Protección contra el vandalismo y la violencia

Del número de abril de 1999 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Estos actos de vandalismo ocurrieron en la ciudad de la testificante hace unos años.

La Situación se había transformado en una psicosis general. Comenzó con los asaltos a los supermercados, y luego se extendió a fábricas y negocios, donde se llevaban lo que encontraban en el camino. Ya no era cuestión simplemente de obtener alimentos básicos, sino de destruir, lastimar, dañar la moral de la gente.

Mi esposo tiene una fábrica, y como de costumbre se levantó muy temprano para abrirla a las seis de la mañana. Ya anunciaban por la radio y la televisión que habían empezado los saqueos en los comercios de la zona, en los supermercados, en distintos lugares de la ciudad. Esto también ocurría en distintas partes del país.

Ese día mi esposo regresó más temprano que de costumbre, alrededor de la una de la tarde. Vino desesperado. Alarmado me pidió que corriera a los comercios de la zona a comprar todos los alimentos que pudiera para tener de reserva, porque era muy grave lo que estaba ocurriendo. Compramos lo que pudimos y nos quedamos encerrados adentro de la casa. Al atardecer, como a las seis de la tarde más o menos, unos vecinos nos llamaron por teléfono para decirnos que un grupo grande de personas se acercaba para saquear la zona, los comercios, y que destruían más de lo que se llevaban, rompiendo todo lo que encontraban a su paso.

Para protegerse, la gente de la zona había subido a los techos con armas, con palos, con lo que encontraban a su alcance para defenderse. Entonces mi esposo tomó su revólver y se fue.

Dios no creó a un hombre con instintos de destrucción.

En ese momento yo mantuve la calma, había estado orando todo el día y estaba tranquila. Pero cuando vi la desesperación de los chicos, que empezaron a llorar, a desesperarse por su papá, ahí a mí también me quiso atrapar el terror. Entonces llamé inmediatamente a una practicista de la Christian Science y ella me dijo que estudiara el Salmo 144. En una parte dice: "No tengamos asalto, ni que hacer salida, ni grito de alarma en nuestras plazas". Cuando leí "en nuestras plazas" me dije, ni gritos de alarma en nuestra casa. Eso me hizo pensar que realmente Dios no creó a un hombre con instintos de destrucción, ni con deseos de que se dañen unos a los otros. Siempre estamos todos en Dios, porque "en él vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser". Eso me trajo una gran calma interior, y al tranquilizar mi pensamiento y estar segura de que toda la creación no está poblada de seres mortales sino de ideas de Dios, y que todos estamos protegidos por el mismo Dios, me sentí segura.

Al calmar mi pensamiento, los chicos se calmaron y todo el ambiente se tranquilizó, y mi esposo regresó casi de inmediato porque el grupo de personas que venían en esta dirección finalmente se desbandó.

No solo no pasó nada en nuestro negocio, sino que en toda la zona no robaron ni destruyeron nada. La oración, no sólo nos bendijo a mí y a mi familia, sino que bendijo a todo el sector, a todo el barrio. Todos los comercios estuvieron protegidos.



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