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Mantén firme tu posición

Del número de abril de 1999 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Otra Noche vi un video titulado "Los muchachos del swing" que se desarrolla en Hamburgo, Alemania, en 1939. Robert Sean Leonard actúa como miembro de un grupo de jóvenes que hacen valer su individualidad durante la época del nazismo. "Los muchachos del swing",como se llamaban ellos mismos, usaban el cabello largo y estaban fascinados con las películas estadounidenses, la moda británica y el swing, nada de lo cual tenía la aprobación de los Nazis. A pesar del peligro que corrían, los "muchachos del swing" se negaban a unirse a la organización de jóvenes nazis conocida como Hitler Jugend, o H.J.

En la película, por un rato las coas andan bien; las autoridades toleran a regañadientes a los muchachos del swing. Pero entonces Leonard, a consecuencia de una broma de jóvenes, se ve forzado a formar parte de la H.J. Su mejor amigo se une también por camaradería. Ellos siguen despreciando todos los principios que la H.J. representa, pero cumplen con todas las normas del hitlerismo. Ambos son H.J. de día y muchachos del swing de noche.

Pero, poco a poco, el mejor amigo de Leonard comienza a cambiar. Los otros miembros de la H.J. lo persuaden sutilmente y lo convencen hasta que llega a creer en el nazismo, y luce la esvástica con orgullo. Con el tiempo, traiciona a su padre con la policía secreta y, en un allanamiento del club del swing, casi estrangula fatalmente a Leonard. De ser un adolescente bastante normal, tal vez un poco inseguro, se ha transformado en un Nazi, adoptando una fraternidad que le ofrece status y poder.

La sutil persuasión de la inmoralidad es tan vieja como el tiempo. Y los más inexpertos e inseguros siempre son los más susceptibles a su presión. Una presión que roba toda la bondad y promesa de la vida de un individuo. El mejor consejo con el que me he encontrado sobre cómo enfrentar este tipo de presión, es algo que escribió el Apóstol Pablo en una carta a los primeros cristianos de la iglesia en Roma: "No permitas que el mundo que te rodea te meta en su propio molde, sino permite que Dios te transforme para que toda tu actitud de pensamiento cambie. De esta forma probarás en la práctica que la voluntad de Dios es buena, aceptable para Él y perfecta" (Rom. 12:2, J.B. Phillips Bible).

Se oye hablar mucho del libre albedrío, y de cómo el hombre fue hecho de bien y mal para que tenga la oportunidad de tomar las decisiones correctas. Si lo hace, muy bien, pero si no lo hace, entonces merece sufrir. De acuerdo con esta manera de pensar, Dios es un super-técnico de laboratorio, que se la pasa haciendo extraños experimentos con Su creación. Pero yo he llegado a tener una opinión diferente de las opciones que nos ofrece la vida.

No se puede negar que hay fuerzas mentales que actúan en la vida de cada uno de nosotros. Las más insidiosas siempre tratan de menoscabar todo el bien de nuestra experiencia. Naturalmente, si viéramos esas fuerzas nocivas como lo que son, la mayoría de nosotros no se dejaría gobernar por ellas. En "Los muchachos del swing", el mejor amigo de Leonard nunca tuvo la intención de transformarse en Nazi, simplemente poco a poco cae en sus redes.

Del mismo modo, mucha gente hoy parece caer en la trampa de expresar camaradería con actitudes como el relativismo moral, el cinismo y el materialismo. Debido a la presión de nuestros amigos. Debido a la presión social de querer ser "recool", sin que ni siquiera nos demos cuenta, gradualmente nos apartamos de nuestras convicciones naturales, nuestro amarradero mental y navegamos a la deriva en un mar de opiniones incongruentes y novedades triviales. Así puede ser tentador aferrarse a cualquier actitud, por el simple hecho de sentirnos con convicciones y que somos parte de un grupo.

Pero podemos evitar este dilema. Cuando nos mantenemos firmemente aferrados a los principios de bondad, como los que recomendó Pablo, podemos enfrentar cualquier situación sin perder nuestra individualidad espiritual. En otra de sus cartas, Pablo detalla lo que nos permite mantener nuestra compostura y confianza: "...el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley" (Gálatas 5:22, 23).

La mayor parte de la batalla está ganada cuando sabemos que existen influencias mentales ocultas que debemos resistir. Una vez que comprendemos esto, con cierto esfuerzo podemos combatir estas influencias con eficacia aferrándonos a los "fruto(s) del Espíritu".

¿Actuaría de la misma manera si estuviera solo?

Entonces, ¿qué pasa si decimos o hacemos cosas que no están de acuerdo con nuestro carácter? A menudo se tiene la tentación de tratar de justificar nuestro mal comportamiento o de condenarnos a nosotros mismos. Lo podríamos llamar el reflejo condicionado del orgullo.

Pero, ¿no es actuar con humildad lo mejor que se puede hacer? Podemos orar con arrepentimiento para comprender cuál fue la influencia que nos llevó a tener un comportamiento indeseable y luego comprometernos a volver a expresar compasión e integridad.

En "Los muchachos del swing" el personaje que representa Leonard no se vuelve Nazi como su amigo. De hecho, al final de la película asume una valerosa posición en contra de la H.J. A Leonard lo salvan su compasión natural y el deseo de admitir sus propias faltas. Esos rasgos de carácter le dan la fortaleza que necesita para negarse a participar del mal, cualesquiera sean las consecuencias.

Es como la vida, ¿no es así? No todos somos alcanzados por las influencias ocultas, sólo aquellos que no tienen una firme base espiritual. El desarrollar y ser leales a una firme base de integridad y compasión, va a la par con la decisión de adoptar los principios de una herencia judeocristiana que se centra en Dios, no en uno mismo.

Paradójicamente, es la abnegación lo que abre el camino para que expresemos con libertad y confianza nuestra propia individualidad. La abnegación que incluye esas cualidades que Pablo recomendaba. La abnegación que elimina el reflejo condicionado del orgullo y se centra en Dios, el bien. Tener ánimo espiritual eleva nuestros pensamientos y acciones fuera de la obstinación y de la vulnerabilidad. Nos brinda una firmeza mental y moral inquebrantable. Nos da el valor para mantenernos firmes, separados de la multitud, cuando la integridad así lo exige. Entonces, en lugar de ser influidos erróneamente, veremos que nos transformamos en una influencia de bien.

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