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EN EL AMOR NO HAY “CIUDADES MUERTAS”

Del número de julio de 1999 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Primera Vez que llegué a una de las capitales de Europa, procedente de África, quedé impresionado por el cuidado que habían puesto en la construcción y el mantenimiento de la ciudad. Esto me recordó el antiguo concepto de paraíso, que había oído cuando tenía otra religión. Como todo era tan hermoso, me vino al pensamiento la ciudad santa que Juan describió en el Apocalipsis: "Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, teniendo la gloria de Dios". Apocalipsis 21:10, 11.

Comprendí que una ciudad no se establece por casualidad, sino que debe expresar la realidad espiritual de que el hombre es motivado y gobernado por el Espíritu, Dios. El gobierno de Dios, que siempre es bueno, excluye hasta el más mínimo desorden. Con esto, obtuve un concepto completamente nuevo de lo que es una ciudad. Supe que la ciudad "que descendía del cielo, de Dios, teniendo la gloria de Dios", como la vio Juan, era una clara percepción de la naturaleza espiritual del hombre; el Apóstol vio al hombre espiritual como la imagen y semejanza de Dios. Esta conciencia de la ausencia del mal, que Juan experimentó, también está a nuestro alcance. Cuando regresé a casa, estas ideas me ayudaron mucho.

Como la mayor parte de África, mi país ha vivido varias épocas difíciles en su historia. Las ciudades se habían convertido en "ciudades muertas" debido a disturbios y otras causas; y fueron literalmente clausuradas. La inseguridad, el desorden, los incendios, la violencia, la destrucción, el temor y el sufrimiento, ofrecían un espectáculo muy triste. Todos los días, una gran cantidad de manifestantes exigían cambios, y todas las actividades se paralizaban.

Por medio de la percepción espiritual comprendí que el falso testimonio de la "ciudad mortal" pretende invertir la idea correcta de una ciudad viva y armoniosa.

Hace más de veinte años, la Christian Science me enseñó a orar en cualquier situación, esto es, a pensar de acuerdo con la ley de Dios respecto a todo lo que viera, hiciera, oyera o sintiera. Enfrentado con la así llamada "ciudad material y mortal" con su consecuente inseguridad, asesinatos, etc., oré para verla conforme a la ley espiritual. Me di cuenta de que los fenómenos de la así llamada "ciudad mortal", bien podían ser una consecuencia de los errores provocados previamente por los pensamientos materialistas. Este concepto mortal de las cosas se expresa en egoísmo, corrupción, falta de participación cívica, discriminación, sensualismo y, finalmente, en la autodestrucción.

El salmista da una clara imagen de este estado de la mente, lo opuesto a la "ciudad santa", con estas palabras: "Destrúyelos, oh Señor; confunde la lengua de ellos; porque he visto violencia y rencilla en la ciudad. Día y noche la rodean sobre sus muros, e iniquidad y [dolor] hay en medio de ella". Salmo 55:9, 10.

Por medio de la percepción espiritual comprendí que el falso testimonio de la "ciudad mortal" pretende invertir la idea correcta de una ciudad viva y armoniosa. La Ciencia del Cristo revela que en realidad, el hombre tiene sólo una Mente, Dios, el bien siempre presente. Mi oración era humilde, pero sin concesiones, para reconocer la realidad de este texto de la Biblia: "Porque en Él [Dios] vivimos, y nos movemos, y somos". Hechos 17:28.

Durante este tiempo de conflictos, tuve la oportunidad de probar lo prácticas que son estas verdades. La gente odiaba especialmente a los agentes de policía; los manifestantes los atacaban y asesinaban. Un día tuve que ir a una de las ciudades más grandes de mi país, que padecía el fenómeno de la "ciudad mortal"; viajaba con uniforme, pues era suboficial del ejército. Llegué muy temprano por la mañana, y tomé un autobús hacia el lugar adonde iba a arreglar un asunto; una hora después ya había terminado.

En vano esperé un autobús o un taxi, y finalmente decidí caminar hasta una agencia de viajes en el centro de la ciudad. En el trayecto varias personas me aconsejaron que no fuera al centro, porque los partidos opositores habían declarado la "ciudad muerta". Todas las actividades se habían suspendido, y dado que yo usaba uniforme, lo más probable era que los manifestantes me atacaran.

Me detuve un instante, y vino a mi pensamiento la idea de la ciudad de Dios. Oré reconociendo el verdadero significado de "ciudad" y de "hombre". Los manifestantes en realidad eran linaje del Alma, Dios; ellos no eran unos mortales furiosos y llenos de odio. Comprendí que la única ciudad que existe es la "ciudad viva", donde el amor y la seguridad reinan.

Continué caminando, y al momento vi que se acercaba una muchedumbre gritando; era obvio que tenían la intención de atacarme. Cuando nos encontramos, me rodearon; pero yo no tenía miedo, porque sabía que el hombre es la expresión del Alma. El que parecía ser el líder me preguntó adónde iba, le dije que a una agencia de viajes, para poder regresar a casa. Me recomendó que tomara otra dirección, y me dijo dónde podía encontrar un autobús fuera de la ciudad. En lugar de terminar en violencia, mi encuentro con los manifestantes fue una oportunidad para averiguar adónde dirigirme para conseguir transporte público. Me sentí protegido y seguro.

Los que disciernen la naturaleza espiritual del hombre, como enseñó Cristo Jesús, siempre dan testimonio de la luz.

Los que disciernen la naturaleza espiritual del hombre, como enseñó Cristo Jesús, siempre dan testimonio de la luz; pero el pensamiento material no inspirado y las creencias limitantes de la así llamada existencia material, no conocen esa luz y nunca la conocerán.

La "ciudad santa" y sus habitantes, representan la conciencia divina que sabe que el hombre es espiritual, y por lo tanto es la semejanza de Dios, en bondad, belleza y perfección. Todos podemos vivir en la ciudad santa, que es la expresión del Alma, "que [desciende] del cielo, de Dios, teniendo la gloria de Dios". ¿Es verdad esto? ¡Sí, y es maravilloso!

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