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¿Qué parte cumple usted en un buen gobierno?

Del número de julio de 1999 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Anhela Tener un mejor gobierno? ¿Considera que nuestras autoridades nacionales y locales son demasiado liberales, demasiado conservadoras, demasiado indecisas, o insensibles? ¿Piensa que los funcionarios electos carecen esencialmente de ética y honestidad?

Este artículo destaca dos declaraciones de Mary Baker Eddy que muestran cómo podemos mejorar el gobierno de nuestro país. No piden que hagamos cosas determinadas, como ser liberales, conservadores o estar a medio camino. No exigen que apoyemos un partido político o un candidato en particular. Lo que exigen es que apoyemos un gobierno justo, uno que sea moral y recto. ¿Pero podemos tener un gobierno justo si los que están en el poder no tienen moral ni son justos?

La rectitud viene de Dios, y aun los hombres y mujeres que parecen más malvados, están incluidos en el amor de Dios que redime y perdona. Cristo Jesús dijo que Dios "hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos". Mateo 5:45. De este modo, todos somos tocados y bendecidos por la bondad y la pureza de Dios. Nadie queda fuera.

Esto nos da una idea de cuál es la verdadera naturaleza del hombre. La bondad y la pureza son naturales en el hombre de Dios. El hombre no está formado por ningún elemento material que podamos ver con nuestros ojos u oír con nuestros oídos. Sólo cuando reemplazamos el informe de los sentidos corporales por lo que discernimos espiritualmente podemos comprender que el hombre expresa integridad porque es inherente a él. El hombre hecho a semejanza de Dios, no puede ser menos que recto y puro.

El comprender estas verdades es útil para todo aquél en quien pensamos. Si queremos seguir a Cristo Jesús, necesitamos saber perdonar y amar a nuestro prójimo como Jesús nos amó a nosotros. Era el amor puro, incondicional y purificador del Cristo lo que hizo que Zaqueo, el recaudador de impuestos, diera la mitad de sus bienes a los pobres, y devolviera cuadruplicado lo que fraudulentamente había quitado. Véase Lucas 19:1–10.

Una y otra vez Jesús salvó a los pecadores, y enseñó que debemos tener por nuestro prójimo el mismo amor perfecto que todo lo abarca, como él tuvo por nosotros. Dijo: "Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros". Juan 13:34, 35.

Si queremos mejorar el gobierno bajo el cual vivimos, ¿no deberíamos incluir en nuestro amor a los que están en puestos de autoridad? No necesitamos aceptar los actos de deshonestidad o inmoralidad, como tampoco Jesús lo hizo. Pero podemos y debemos comprender que el hombre es el hijo de Dios, y que la verdadera naturaleza del hombre es inocente y libre de todo mal.

A medida que comprendemos la perfección del hombre que hizo Dios, nuestro amor por aquellos que están en el gobierno naturalmente será incondicional. Ese amor nos da una brújula verdadera y permanente para el pensamiento y la acción. Nos protege del ir y venir de las opiniones humanas. A medida que nuestro amor se va aproximando al amor del Cristo que todo lo abraza, estaremos apoyando, de una manera muy poderosa, el establecimiento de un gobierno justo, compasivo y honesto.

Es un hecho incuestionable de la Ciencia divina que las acciones injustas, inmorales y egoístas no pueden durar. El reino de Dios es supremo, y todo lo que se oponga a él, debe caer. Jesús comprendía esto. Aunque respetaba la autoridad del gobierno de Roma y enseñaba a obedecer sus leyes, él sabía que el Gobernador Supremo del hombre es Dios, el Ser Divino omnisapiente, omnipotente y omnipresente. Al poner cada pensamiento y acción en obediencia a Su ley de amor, encontraremos que Su ley es reflejada en el gobierno bajo el cual vivimos.

Mary Baker Eddy escribe: "Toda legislación y ley coercitiva de carácter inconstitucional e injusta, que infrinja los derechos individuales, tendrá que ser 'corta de días, y hastiada de sinsabores'. La vox populi, por medio de la providencia de Dios, promueve e impulsa toda reforma auténtica; y en el momento más apropiado, corregirá errores y rectificará injusticias".Escritos Misceláneos, pág. 80. Formamos parte de ese sentimiento popular. Es importante que mantengamos nuestra contribución a esta "voz" en armonía con la ley del amor de Dios, en línea con Sus mandamientos. El hacerlo apresurará la llegada del día de la "reforma auténtica" a que se refiere la Sra. Eddy.

Tal vez no veamos cambios de inmediato, pero podemos ser como la mujer en el Evangelio según Lucas que siguió presentándose ante el juez injusto para que corrigiera la injusticia que le habían hecho. Véase Lucas 18:1—8. Ella no se dio por vencida, y gracias a que iba "de continuo", el juez injusto finalmente le hizo justicia. Como esta mujer, podemos tener la seguridad de que a medida que persistimos en nuestras oraciones por ver a todos, incluso a los hombres y mujeres del gobierno, como hijos de Dios gobernados por la justicia, veremos que el reino de Dios prevalecerá, y la influencia de los intereses egoístas comenzará a disminuir hasta que finalmente desaparezca.

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