Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

No le tema al mal

Del número de julio de 1999 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Obedeciendo la orden que le dio su padre, el. pastor David fue al valle de Ela, donde sus hermanos estaban al servicio del ejército israelí. Allí vio a Goliat, el gigante de Gat. Goliat estaba bien equipado para la batalla, y tenía el respaldo del ejército filisteo. Alardeando con arrogancia al lado opuesto del valle, el gigante ridiculizaba a los israelitas, y los desafiaba para que uno de ellos tuviera un duelo con él. Debido a esto, los israelitas estaban paralizados por el temor.

David evaluó la situación. Él había rescatado sus ovejas de las garras de un león y de un oso, y con ello había probado que el poder de Dios era superior al poder de cualquier enemigo. Así que aceptó el reto de Goliat; David le dijo: "Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos". Samuel 17:47. La derrota de Goliat a manos de David, fue una gran victoria para Israel.

De vez en cuando todos nos enfrentamos con un "Goliat". Pero, ¿qué hacemos para vencerlo? Una cosa es cierta: se necesita valor. Pero esto no significa que necesitemos una gran fuerza de voluntad humana. El verdadero valor se expresa mejor cuando tenemos confianza en Dios, y estamos dispuestos a apoyarnos en Él.

Sobre el valor, Ciencia y Salud dice: "Hay demasiado valor animal en el mundo y no suficiente valor moral. Los cristianos tienen que tomar las armas contra el error en casa y fuera de ella. Tienen que combatir el pecado en sí mismos y en los demás, y continuar esta milicia hasta que hayan acabado su carrera. Si guardan la fe, tendrán la corona de regocijo".Ciencia y Salud, págs. 28—29.

Lo que Goliat tenía, era el valor animal que se basa en la fuerza muscular y las proezas físicas. El valor moral, en cambio, implica comprometerse con una elevada norma ética y tener un comportamiento honesto; este valor apela a la naturaleza más elevada de la humanidad. El valor moral nos permite mantenernos firmes en lo que es correcto, cuando se nos presiona para seguir a la mayoría; y también, nos permite mantener la calma ante los insultos y la intimidación. Nos da la fortaleza para no tomar represalias, aun cuando parezca que esto está justificado, y decir no al mal, cuando se está tentado a aceptarlo.

Una cosa es cierta, no destruimos a Goliat utilizando sus mismas armas. Cuando "tomamos las armas", éstas son espirituales, no materiales. Nuestra fe en que el poder de Dios nos protege, es una de nuestras armas; además, ninguna circunstancia puede separarnos del amor de Dios, que es omnipresente y omnipotente. La Biblia revela la verdadera naturaleza del hombre como la imagen y semejanza de Dios, esto es, la semejanza del Espíritu, no de la materia. El estar conscientes de nuestra identidad espiritual y de nuestra indestructible relación con Dios, es nuestra salvación en todo momento.

Pensar que uno es una víctima, es estar deprimido y desanimado, y esto paraliza la capacidad de hacer el bien; mejor ¡cambiemos ya mismo nuestra táctica! Los Goliat parecen controlarlo todo, pero la experiencia de David demuestra que esto es una ilusión. El expresar las cualidades divinas y afirmar la naturaleza espiritual de todas las personas con quienes nos encontramos, coloca firmemente nuestra vida bajo el control de Dios.

El mal no es una persona; es sólo la creencia de que hay un poder aparte de Dios, y que ese poder actúa contra nosotros. El único poder que tiene el mal es el que le damos al creer que es real y trascendente y que debemos obedecer. Un Goliat fanfarrón y amenazante, es una falsificación de la individualidad real de la creación de Dios. Por medio de la oración, es posible ver más allá de la apariencia de un mortal malicioso o destructivo, y vislumbrar la realidad espiritual del hombre como el hijo perfecto de Dios. Esta es la verdadera obediencia al Primer Mandamiento: "No tendrás dioses ajenos delante de mí". Éxodo 20:3.

En una ocasión que estaba en Londres por cuestión de negocios, tuve la oportunidad de orar de ese modo. En un restaurante de comida rápida, puse mi portafolio en un asiento, y fui a comprar la comida; al poco tiempo regresé, y me percaté de que ya no estaba el portafolio. A alguien que estaba cerca le mencioné que pocos minutos antes lo había dejado, y que había desaparecido; ella me contestó: "Vi a un hombre que lo tomó y se dirigió al baño de hombres".

Inmediatamente sentí el impulso de ir tras él. Del lado contrario de la entrada había una salida de emergencia que estaba totalmente abierta; al mirar por ella, vi que unos pocos escalones conducían a la calle. Entré al baño de hombres, y pensé que lo había perdido, ya que parecía que el baño estaba vacío; pero en ese instante oí un ruido. ¡Alguien estaba ahí! De pronto me di cuenta de que yo era una mujer sola que estaba en el baño de hombres con un extraño; y sentí un poco de miedo. Entonces recordé un pasaje de un libro antiguo, que me parece que dice: "Si alguna vez estás en un apuro, declara con persistencia la Palabra de Dios, y sabe que siempre obtendrás la ayuda que requieras".

Me volví a Dios, y puse atención para oír lo que necesitaba saber. Las palabras que me vinieron fueron de una declaración de Ciencia y Salud: "Cuando la ilusión de enfermedad o de pecado os tiente, aferraos firmemente a Dios y Su idea. No permitáis que nada sino Su semejanza more en vuestro pensamiento".Ciencia y Salud, pág. 495.

Me negué a darle poder al mal, y a aceptar que la deshonestidad pudiera ser parte del hombre de Dios.

En silencio, reconocí que "Su semejanza", en esta ocasión, era el hijo honesto de la Verdad; yo no iba a capturar a un ladrón, sino que estaba buscando al hombre de la creación de Dios. Recuerdo que en innumerables ocasiones, la Biblia nos dice que no temamos, así que me mantuve declarando mentalmente que Dios estaba ahí mismo con nosotros dos. Entonces oí que se abría la puerta, y salió un hombre alto. Inmediatamente me paré frente a él, obstruyendo su salida, y le dije: "Disculpe, usted tiene mi portafolio", y simplemente lo tomé. Él quedó tan sorprendido, que retrocedió y dijo: "Lo iba a entregar". (Si había planeado entregarlo a la gerencia, ¡iba en la dirección contraria!) Le contesté: "Si te hubieras llevado este portafolio a casa, hubieras disfrutado de una buena lectura". Sacando el primer libro que encontré (Ciencia y Salud), le dije: "Este libro te dice cómo entender la Biblia". Sacando otro libro (el Manual de la Iglesia Madre, por la Sra. Eddy), le dije: "Este libro te dice cómo dirigir una iglesia". Repentinamente, se echó a reír, y yo también. "La próxima vez", dijo, "no dejes tus cosas en cualquier lugar", dio media vuelta, y se fue.

Tales situaciones "al estilo Goliat" tratan de atemorizarnos, sin embargo, en cada caso particular, la oración nos guía a la respuesta adecuada. En este caso, sentí que hubiera sido una cobardía no haberle hecho frente a una situación así. Posteriormente, oré para ver a ese hombre como el hijo perfecto de Dios: espiritual, completo, al que no le faltaba nada. Me negué a darle poder al mal, y a aceptar que la deshonestidad pudiera ser parte del hombre de Dios, o que pudiera llevarlo a cualquier forma de comportamiento antisocial; realmente sentí compasión por aquel hombre. También me sentí en paz conmigo misma, y continué caminando con regocijo.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / julio de 1999

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.