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Mi plan y el plan de Dios

Del número de julio de 1999 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace Muchos Años, después de recibirme, necesitaba encontrar trabajo. Sabía por experiencia que la oración era la mejor forma de satisfacer una necesidad. Así que oré, pero no para conseguir un empleo, sino para entender mejor quién era yo realmente: la idea espiritual, completa e inmortal de Dios, que ya poseía todo el bien.

Después de orar, me vino la idea de solicitar empleo en una planta de aviones muy grande que había cerca. ¡Pero no tenía el más mínimo interés en los aviones o en su fabricación! Yo ya había delineado mi futuro y no estaba en mis planes trabajar en esa fábrica. Deseaba hacer lo que yo quería de la forma en que yo quería. (¿Le resulta familiar?)

Sin embargo, la oración nos pone en línea con nuestro ser verdadero, que es la semejanza de Dios. Por lo tanto, cuando no seguimos las intuiciones divinas que obtenemos como resultado de nuestra oración, estamos, de hecho, desobedeciendo a Dios. Lamentablemente, en ese momento yo no estaba dispuesto a seguir la dirección divina, de manera que acepté otro empleo, que me pareció mucho más atrayente.

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