Hola, tengo nueve años, y desde que nací comencé a asistir a la Escuela Dominical.
Yo también asistía a las clases de inglés en la tarde. Un día al salir de la clase perdí mis espejuelos. Pensé que los había dejado caer en el bolso, pero ellos rodaron hasta la hierba. No los sentí caer.
Los espejuelos permanecieron intactos allí, hasta que una señora los encontró y los guardó en un lugar, lejos de nuestra casa.
Cuando regresamos a mi casa notamos la falta de los lentes. Mi mamá desesperada incansablemente los buscaba. Al notar la pérdida, mi madre comenzó a llorar. Yo en ese momento recordé mis estudios de la Escuelita Dominical, y le dije a mamá: "No llores, mamá. 'En el reino de Dios nada se pierde'. Mis espejuelos están guardados en Dios".
Al día siguiente; regresé al lugar donde creía los había extraviado. De unas manos a otras fueron pasando hasta llegar a una farmacia donde fueron depositados.
Siempre supe que no estaban perdidos. Me sentía segura al saber que Dios los tenía guardados para mí.
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