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Calma y seguridad: ¿Dónde encontrarlas?

Del número de septiembre de 1999 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Mi Abuela Vivía cerca del océano en California, y una de los recuerdos más felices que tengo de mi niñez es cuando íbamos a hacer surfing en la playa. A veces montábamos las olas con colchones de goma o planchas de styrofoam. Pero lo que más me gustaba era hacerlo sólo con el cuerpo; saltar sobre la ola, nadar, y dejar que la ola me llevara a la orilla.

El momento de saltar era lo más importante. Si no saltaba en el momento preciso la ola me caía encima. Desde niña aprendí el truco de sumergirme ante una ola que no iba a saltar. Por más fuerte que rompiera la ola, cuando me sumergía debajo la fuerza de la turbulencia no me tocaba. Simplemente sentía un suave zarandeo cuando la ola me pasaba por encima. Luego salía nuevamente a la superficie. Ni las olas más grandes me atemorizaban cuando aprendí cómo ponerme en ese lugar de calma.

A menudo recuerdo esto cuando pienso en los oleajes de la vida, las grandes olas como la injusticia, la enfermedad, el rechazo o el temor de cualquier tipo. Hay una manera de alcanzar la calma y la seguridad, en lo que el libro de los Salmos describe como el "abrigo del Altísimo". Salmo 91:1. La Biblia indica claramente cómo llegar a ese lugar, incluso en este otro salmo: "Estad quietos, y conoced que yo soy Dios". Salmo 46:10.

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