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Sanó de la torcedura de un pie

Del número de septiembre de 1999 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Estudio en un colegio militar donde siempre estamos muy ocupados con muchas actividades y practicamos muchos deportes. Hace unos dos años, durante un partido de básquetbol, salté para agarrar un rebote y cuando bajé al suelo me doblé el pie y me caí. De inmediato mis compañeras vinieron a atenderme y me ayudaron a levantarme. Les pedí que me dejaran permanecer sentada por un momento, y les dije que estaba muy bien. Mis amigas no comprendían lo que estaba pensando. Yo sabía que Dios me estaba ayudando y cuidando ahí mismo. Pero ellas querían ayudarme de la manera que consideraban mejor.

Cumpliendo con las reglas del colegio fui a la enfermería, donde un médico me examinó el pie y me dijo que tenía que ir al hospital para que me pusieran un yeso. El pie me dolía mucho, así que me comuniqué con mi padre y le pedí que me viniera a buscar a la escuela.

Cuando llegué a casa llamé por teléfono a una practicista y le pedí que me ayudara con la oración, dándome tratamiento en la Christian Science. Me insistió en que Dios es el único poder y la única fuerza verdadera. Me explicó también que Dios es quien me sostiene, y que mi ser verdadero es perfecto y espiritual y es mantenido por Dios. Me las arreglé para regresar a la escuela por la tarde ese mismo día, pero mis compañeras querían que fuera al hospital.

La practicista continuó ayudándome mediante la oración, y yo estudié este pasaje de la Biblia: "No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia" (Isaías 41:10). Yo tenía total confianza en el poder sanador de Dios. No tenía necesidad de faltar al colegio. Agradecí a mis compañeras por su interés, pero me apoyé totalmente en el tratamiento de la Christian Science.

A los tres días el pie estaba mucho mejor. Podía ponerme los zapatos y caminar con cuidado. Continué orando con la idea de que Dios sostenía mis pasos, y esa misma semana el dolor desapareció y pude caminar normalmente otra vez. Había sanado por completo.

Dos semanas después, el día de la Independencia, marché en el desfile con el grupo de mi escuela. Estuve de pie durante varias horas, con zapatos de taco alto (que eran parte del uniforme), marchando cerca de un kilómetro por una ruta.

Estoy muy agradecida a Dios por ésta y muchas otras curaciones, y por los practicistas de la Christian Science por su devoción y disposición de ayudarnos.


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