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El caso del anillo perdido

Del número de octubre de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Jenny estaba contenta porque iba a pasar la noche fuera de casa. Ella misma hizo su valija; dobló con cuidado su pijama, su ropa y un suéter muy calentito. También puso su cepillo de dientes y sus pantuflas. Y le contó a su osito de peluche que ese fin de semana se iban a divertir de lo lindo.

Cuando tenía todo listo, Jenny se puso su anillo favorito. Era de oro brillante y tenía una piedra marrón. A Jenny le encantaba ese anillo. No valía mucho dinero, pero había sido de su abuelita. Cuando Jenny lo miraba, le recordaba cuánto quería a su abuela y los momentos tan felices que habían pasado juntas. Con una sonrisa tomó su pequeña valija, abrazó su osito y salió por la puerta.

Pasó un fin de semana muy activo. Jenny jugó afuera, visitó amigos, comió en su restaurante preferido, y hasta se quedó levantada mucho más tarde que su hora de ir a la cama. Pero cuando era hora de volver a casa, fue como si todos esos momentos felices se hubieran derrumbado como un castillo de arena bajo la lluvia. ¡El anillo había desaparecido!

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