Jenny estaba contenta porque iba a pasar la noche fuera de casa. Ella misma hizo su valija; dobló con cuidado su pijama, su ropa y un suéter muy calentito. También puso su cepillo de dientes y sus pantuflas. Y le contó a su osito de peluche que ese fin de semana se iban a divertir de lo lindo.
Cuando tenía todo listo, Jenny se puso su anillo favorito. Era de oro brillante y tenía una piedra marrón. A Jenny le encantaba ese anillo. No valía mucho dinero, pero había sido de su abuelita. Cuando Jenny lo miraba, le recordaba cuánto quería a su abuela y los momentos tan felices que habían pasado juntas. Con una sonrisa tomó su pequeña valija, abrazó su osito y salió por la puerta.
Pasó un fin de semana muy activo. Jenny jugó afuera, visitó amigos, comió en su restaurante preferido, y hasta se quedó levantada mucho más tarde que su hora de ir a la cama. Pero cuando era hora de volver a casa, fue como si todos esos momentos felices se hubieran derrumbado como un castillo de arena bajo la lluvia. ¡El anillo había desaparecido!
Jenny trató de recordar todos los lugares donde había estado. Pensó que había tenido cuidado de no llevar el anillo mientras jugaba afuera, pero igual buscó alrededor de los arbustos, en la vereda y en el jardín. Había comenzado a oscurecer, y Jenny se sentía cada vez más preocupada. ¿Dónde podía estar? Buscó en todas partes de la casa, debajo de las sillas y camas, y en todos los rincones. El anillo no estaba en ninguna parte. Entonces comenzó a llorar y a lamentarse de que su mamá le hubiera dado ese precioso anillo de su abuela.
Luego tuvo una idea: “¿Por qué no preguntarle a Dios?” Jenny había estado aprendiendo en la Escuela Dominical de la Christian Science cuánto la ama Dios. Conocía muchas historias de la Biblia donde la gente, cuando tenía un problema o tenía miedo, se dirigía a Dios para que los ayudara. Como pasó con Moisés y Cristo Jesús, que confiaron en Dios para que les mostrara cómo ver Su bondad en todas partes. Ellos demostraron, con su vida y sus obras de curación, que nadie puede estar separado de Dios. Nadie está solo.
Todas las noches, Jenny y su hermanita dicen una oración juntas. Es un poema que Mary Baker Eddy escribió para los niños pequeños:
Padre-Madre Dios,
En Tu amor,
guárdame al dormir;
guía mis pies al ir
de ti en pos.Poems, pág. 69.
Dios responde a nuestras oraciones, dándonos ideas para que nos guíen. Jenny no le pidió a Dios que encontrara su anillo. Dios no sabe nada de anillos perdidos, porque para Él nada está perdido. En Su creación, nada está fuera de lugar. Dios es todo el bien y gobierna Su reino con armonía, orden y paz. Jenny sabía que si ella recurría a Dios en busca de ayuda, podía confiar en que Dios la ayudaría.
Jenny también sabía que estar dispuesta a escuchar la respuesta de Dios. Decidió permanecer muy quieta y pedirle a Dios que le dijera lo que necesitaba saber. Llenó su pensamiento con el amor y el cuidado que Dios tiene por ella. No importaba que ella estuviera lejos de casa; Él era el Padre de todos, y todo estaba bajo su mando. Muy pronto le vino la idea de fijarse detrás del almohadón de una silla, en otra habitación. Ya había buscado allí varias veces y no había encontrado nada. Así que no se movió. Pero le seguía viniendo la misma idea, así que decidió mirar una vez más. Y allí estaba! Atascado bien al fondo, detrás del almohadón, vio el brillo de su anillo de oro. Jenny le agradeció a Dios por estar siempre con ella, y por haberle mostrado esta prueba de Su cuidado. ¡Qué bueno fue ese fin de semana!
