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¿Se está acercando a “esa edad”?

Del número de octubre de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace Poco una compañera de trabajo vino a verme para contarme todo lo ocurrido durante mis vacaciones. Cuando terminó de informarme en qué situación estaban los proyectos de trabajo, me comentó que varios compañeros tenían enfermedades que podían poner en peligro sus vidas. Terminó la conversación diciendo: “Parece como que nos estamos acercando a 'esa edad’”.

Sentí un impulso y le contesté: “Bueno, yo voy a hacer todo lo posible por permanecer sin edad y sin etapas”. Me miró sorprendida y luego comentó: “Mira, no me parece mal pensar así. En realidad, es una buena idea”. Cuando se fue, me pregunté qué había yo querido decir con eso.

Comencé a pensar en qué significa “esa edad”. ¿Eran acaso “esos años terribles” por los que pasan los adolescentes, la etapa de los “cuarentas”, o la de la vejez? Cada una de estas edades y etapas viene supuestamente con su propio bagaje de limitaciones sobre las actividades que podemos desarrollar, y las habilidades, la capacidad y la estabilidad mental que podemos tener.

No obstante, aunque se trate de la edad, siempre tenemos una opción. No tenemos por qué aceptar lo que la sociedad ha sido educada a creer. No necesitamos creer que hay leyes inevitables del paso de los años, que gobiernan la salud y el bienestar de un individuo.

¿Por qué tenemos la autoridad de elegir esa opción? Porque las leyes de Dios son el orden, la paz, el consuelo y la armonía supremos. Las leyes de Dios, que gobiernan al hombre y al universo, son las leyes de la Vida, del ser armonioso y perfecto. No son leyes que admiten mal comportamiento, desobediencia, o malhumor como parte de ese ser. No tienen enfermedad ni discapacidad alguna.

Sería bueno preguntarnos: ¿Quién estableció una ley que diga que se debe esperar cierto comportamiento o limitación en una etapa determinada de la vida? ¿Está esto de acuerdo con la ley de Dios, o es un argumento de una Ilamada ley física?

El profeta Jeremías dijo: “Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto”. Jeremías 17:7, 8. Comparemos este calor que menciona Jeremías con lo que comúnmente se acepta como etapas o edades de desarrollo asociadas con enfermedades, que surgen en la opinión pública de tiempo en tiempo. Puede que los años de sequía sugieran que a cierta edad la paciencia, la energía, el nivel de actividad o la capacidad mental, comienzan a disminuir. Aun así, podemos tener la seguridad de que recibiremos bendiciones en la medida que confiemos en que el Señor mantiene lo que ha creado. La Mente divina en ningún momento nos deja de cuidar. Dios y Su ley del bien mantiene, provee y sostiene al hombre en todo momento.

Una de mis historias favoritas de la Biblia es la de Abraham y Sara, en el libro del Génesis. Dios le dice a Abraham que su esposa Sara va a ser bendecida con un hijo. La reacción de Abraham es comprensible: “Entonces Abraham se postró sobre su rostro, y se rió, y dijo en su corazón: ¿A hombre de cien años ha de nacer hijo? ¿Y Sara, ya de noventa años, ha de concebir?” Génesis 17:17. Sara tiene la misma reacción cuando se entera de la promesa de Dios. La respuesta que Dios les da nos habla hoy a nosotros: “¿Hay para Dios alguna cosa difícil?” Génesis 18:14. Y por supuesto Sara concibió y tuvo un hijo, tal como Dios le había prometido.

Aun si estamos preparados para aceptar la promesa de Dios de que Sus hijos tendrán bien incesante, otros a veces cuestionan lo que podemos hacer o no, debido a nuestra edad. A mi familia le encanta andar en patines. Desde los que tienen cinco años a los que tienen más de cuarenta, a todos nos encanta patinar. Cuando alguien nos pregunta: “¿Te parece bien hacer eso a tu edad?” Consulto mi propio pensamiento para no olvidarme de que nunca puedo estar limitada por los temores de los demás. Como la imagen y semejanza de Dios, cada uno tiene la energía y actividad, infinita, libre e ilimitada del Espíritu divino. Como el reflejo de Dios, expresamos la habilidad, la coordinación y la capacidad de la Vida divina, sin límites. La verdad es que mi actividad nunca puede estar gobernada por limitaciones.

¿Qué podemos y debemos esperar de las diferentes etapas de nuestra vida? Hay dos declaraciones de Ciencia y Salud que siempre me han servido de guía. En una de ellas Mary Baker Eddy escribe: “Cada fase sucesiva de experiencia descubre nuevas perspectivas de la bondad y del amor divinos”.Ciencia y Salud, pág. 66. En otro, al hablar de que el hombre es gobernado por Dios, ella afirma: “Cada año que viene desarrolla más sabiduría, belleza y santidad”. Ibid., pág. 246. Estas dos declaraciones revelan la bendición y el bien que nos pertenecen para toda la eternidad. Estas bendiciones de la bondad y el amor divino, de sabiduría, belleza y santidad, son verdad para cada uno de nosotros, tanto para niños pequeños y adolescentes, como para padres y abuelos.

Todos podemos reclamar que nos pertenece tanto a nosotros como a nuestros seres queridos la naturaleza espiritual, sin edad, del hombre de Dios.

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