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Sanada de varios tumores

Del número de octubre de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace Algunos Años, a nuestra hija menor, le aparecieron tumores en el cuerpo. Aunque no parecían producirle malestar alguno, se lo dije a mi esposo. Pensamos que la condición podía sanar mediante la oración. En mis oraciones declaraba que su ser verdadero fue creado por Dios, que ella era inmortal y totalmente espiritual, que no se encontraba en un pequeño cuerpo mortal, por más que las apariencias dijeran lo contrario.

Cuando los tumores comenzaron a agudizarse y multiplicarse, llamé a una practicista de la Christian Science para que le diera tratamiento. El hijo de Dios representa la pureza y perfección del Espíritu, no importa lo que nos digan los sentidos físicos. Cristo Jesús destaca la importancia de tratar nuestros pensamientos, cuando insiste: “Limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea limpio” (Mateo 23:26).

La practicista me recordó que la condición material es un cuadro que tenemos en el pensamiento, de modo que para que se produjera la curación, debíamos tratar el pensamiento. Me instó a que me aferrara a la perfección del hijo de Dios, y rechazara el punto de vista limitado de que somos simplemente personalidades mortales. Con la ayuda de esa practicista, mi temor disminuyó, y tanto mi hija como yo crecimos moral y espiritualmente. Puesto que los síntomas persistían, continué yo misma dándole tratamiento mediante la oración.

Después, había días en que yo necesitaba apoyo, entonces llamaba a otro Científico Cristiano para que me ayudara. Llegué a apreciar el valor de mis propias oraciones, pero buscaba ayuda cuando era necesario, y me sentía muy agradecida porque estuviera disponible. Alguien me dijo que confiara en mi propia intuición espiritual, y muy pronto me di cuenta de que mientras orara con lealtad y llamara para pedir tratamiento cuando sintiera la necesidad, andaba en buen camino.

La pequeña siempre había tenido una relación muy estrecha con su abuela. Y cuando ésta falleció, la niña se había apenado mucho. El problema físico había aparecido en aquella época. Me pareció muy apropiado declarar que la dulce relación que había entre ellas era, y es, un reflejo del Amor divino, Dios, y no una influencia entre dos personalidades mortales. También rechazamos fuertemente la sugestión de que no iba a sanar.

Cada oración sincera y honesta, logra el bien. Mi participación en la reunión de mi Asociación de Estudiantes de la Christian Science, en la cual se habló sobre el tratamiento eficaz, renovó y fortaleció mi comprensión de la Ciencia divina que sustentaba nuestras oraciones. Este fue un punto decisivo.

El aspecto físico de la niña era muy desagradable. Pero, a medida que reconocí que el creador y gobernador del universo es el Espíritu, percibí que todo crecimiento verdadero es espiritual. Durante el día yo declaraba con firmeza que la verdadera identidad de nuestra hija era formada por el Espíritu, dondequiera que ella estuviera, e hiciera lo que hiciera. Yo estaba viendo su verdadera identidad no como mortal, sino espiritual, sin pecado, pura y hermosamente formada. Su comportamiento mejoró durante esta época, y se veía más contenta. No puedo decir exactamente cuándo desaparecieron los tumores. Un día, cuando la estaba ayudando a bañarse, noté que los tumores habían desaparecido sin dejar rastro.

Durante esa época me había aparecido en la espalda una verruga que había comenzado a crecer. Después de la curación de mi hija, perdió toda importancia en mi pensamiento, aunque seguía teniéndolo. Desapareció muy pronto después de que escribí la curación de nuestra hija y les envié una copia a cada uno de los practicistas que nos habían ayudado, expresándoles mi agradecimiento. Aun el simple reconocimiento de los beneficios que hemos experimentado mediante la oración, tiene un efecto sanador muy poderoso.


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