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¿Qué produce el cambio?

Del número de octubre de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hay Algunos relatos históricos, apreciados por muchos, que hablan de la transformación que se opera en el carácter. En la Biblia, la gente hasta recibe un nombre nuevo para simbolizar este cambio. Por ejemplo, el nombre de Jacob cambia a Israel, el de Simón a Pedro, y el de Saulo a Pablo. Sus vidas demuestran que esta profunda reforma no se logra sin esfuerzo. Pero el esfuerzo humano por sí solo tampoco puede lograrlo. Es el poder divino lo que produce la transformación.

El escritor C.S. Lewis destaca, en su amena serie de cuentos infantiles, Las crónicas de Narnia (The Chronicles of Narnia), que es necesaria la ayuda divina para que haya una transformación espiritual. En uno de los libros, un niño sumamente egoísta Ilamado Eustacio, es transformado en un dragón. Véase The Chronicles of Namia, Libro 3, The Voyage of the Dawn Treader, pág. 980. Las desventajas de este ser de pesado andar, superan por mucho las ventajas, y Eustacio anhela ser otra vez un niño, y hasta quizás, un niño mejor de lo que era antes. El gran león Aslan (la figura del “Cristo” en estos cuentos alegóricos), se hace presente y le dice que él podría sacarse de encima ese cuero de dragón de la misma manera que las serpientes cambian la piel. Afanosamente, Eustacio comienza a quitarse las capas de esa horrible piel, y descubre que debajo tiene una cantidad infinita de capas de dragón. Cuando Eustacio ve que no puede lograrlo, el león le dice que le permita hacerlo a él. Cuando Aslan realiza este trabajo, Eustacio no sólo recupera su apariencia normal, sino que comienza a ser una persona realmente agradable. El papel que tiene el león simboliza el hecho de que sólo el Cristo, el poder infinito de la Verdad y el Amor, puede arrancar los conceptos equivocados del ser, que nos sepultan. De este modo, el Cristo pone al descubierto nuestra naturaleza original y pura.

Un elemento clave en la transformación de Eustacio es su deseo de ser mejor. Es un anhelo universal que la misma acción del Cristo despierta en nosotros. Buscamos obtener una inocencia que sentimos ya poseer dentro de nosotros. La descubridora de la Ciencia del Cristo, Mary Baker Eddy, plantea esta búsqueda en dos preguntas, y proporciona la respuesta: “¿Cómo habremos de llegar a nuestra individualidad verdadera? Por medio del Amor”. Y luego agrega: “¿Quién quiere ser mortal, o quién no quiere alcanzar el verdadero ideal de la Vida y recobrar su propia individualidad? Yo amaré, si otro odia. Ganaré un saldo a favor del bien, mi ser verdadero. Sólo esto me da las fuerzas divinas con las cuales vencer todo error”.Escritos Misceláneos, pág. 104.

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