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¿Quién eres tú?

Del número de octubre de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace Poco alguien me recordó la declaración del dice: “...cual es su corazón, tal es él”. Proverbios 23:7. Esto me hizo cuestionar mis pensamientos más profundos. ¿Quién soy yo? Yo sabía que la Christian Science, siguiendo las enseñanzas de la Biblia, explica que la creación de Dios es buena, y que es espiritual, no material. Los hijos de Dios, el Espíritu, no están formados por nada que pueda decaer, estar enfermo ni ser destruido. Ciencia y Salud dice: “Las Escrituras nos informan que el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios. La materia no es esa semejanza. La semejanza del Espíritu no puede ser tan desemejante al Espíritu”.Ciencia y Salud, pág. 475. Por lo tanto, nuestra verdadera identidad es espiritual. No somos mortales sufrientes y pecadores, hechos del polvo de la tierra como dice la historia alegórica de la creación. Véase Génesis capítulo 2.

Mi búsqueda espiritual me guió hacia la Santa Biblia y Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, para poder restablecer en mi conciencia la verdad absoluta de mi ser. El estudio diario de estos libros me ayuda a comprender mejor la relación que tengo con Dios y mi verdadera identidad, así como la de los demás. Considero que necesito estudiar y orar a diario para no olvidar ni perder de vista la verdad espiritual.

Hace unos años, me olvidé, o mejor dicho, el dolor y los síntomas de enfermedad que tenía me distrajeron temporalmente, y perdí de vista mi verdadero ser. Estaba muy preocupada por la enfermedad. Pero como había visto tantas curaciones mediante la oración únicamente, sabía que si recurría a Dios resolvería la situación.

El pensar correctamente en nuestra herencia como hijos de Dios, puede producir un cambio tremendo. El estar conscientes de nuestra identidad espiritual nos quita de encima la carga de creer que la vida y la inteligencia están en la materia. Nos hace parar más derechos, sentirnos más fuertes y libres. Trae curación y alegría.

Cuando comencé a ver que era importante negar que la Vida, Dios, pudiera estar en la materia o ser la causa de la enfermedad, recordé este pasaje de Ciencia y Salud: “Estad conscientes por un solo momento de que la Vida y la inteligencia son puramente espirituales — que no están en la materia ni proceden de ella— y el cuerpo no proferirá entonces ninguna queja. Si estáis sufriendo a causa de una creencia en la enfermedad, os encontraréis bien repentinamente”.Ciencia y Salud, pág. 14. Negué con firmeza todo lo que pudiera estar de acuerdo con una perspectiva material y sensoria de identidad, que pudiera presentarnos como mortales frágiles, sujetos a la enfermedad y al deterioro, a tener peso de más o de menos, a ser propensos a perder cosas, expuestos a tener un accidente, a la suerte y a la casualidad.

Según parece yo había aceptado todo esto sin darme cuenta. Estaba temerosa porque creía que era un mortal enfermo y podía morir. Me había olvidado de que no soy un mortal. Comencé a razonar de la siguiente forma: “Puesto que soy (como dice la Biblia) hecha a imagen de Dios, debo ser espiritualmente perfecta. Dios, que es Amor, no hizo la enfermedad; por lo tanto, como la creación perfecta de Dios, no puedo estar enferma. Sólo existe un Dios, y un Creador”.

Estaba convencida de que mis oraciones y mi estudio de la Biblia y de Ciencia y Salud serían adecuados para no sólo aliviarme, sino sanarme por completo, de modo que me aferré a Dios, y cuidé muy bien mi pensamiento. Sabía que la Ciencia divina sana, que es el Consolador que Jesús prometió. Véase Juan 14:16.

Luego fui a ver la respuesta que la Sra. Eddy da a la pregunta “¿Qué es el hombre?” Dice en parte: “El hombre es espiritual y perfecto; y porque es espiritual y perfecto, tiene que ser comprendido así en la Ciencia Cristiana. El hombre es idea, la imagen, del Amor, no es físico... lo que no tiene mente separada de Dios; lo que no tiene ni una sola cualidad que no derive de la Deidad; lo que no posee, de sí mismo, ni vida ni inteligencia ni poder creativo, sino que refleja espiritualmente todo lo que pertenece a su Hacedor”.Ciencia y Salud, pág. 475 El contemplar estas verdades anuló el dominio que esta enfermedad parecía tener en mi pensamiento. Percibí muy claramente la verdad de mi ser perfecto como la hija amada de Dios. Y como resultado, sané.

Cuando tenemos que responder a la pregunta “¿Quién soy yo?”, es muy importante razonar correctamente. Si partimos de la premisa de que la existencia es enteramente espiritual, podemos llegar a saber en nuestro corazón quién somos verdaderamente (y quién no somos). Esta comprensión produce la curación. Nos permite ver y ser, cada vez más, el hijo perfecto de Dios.

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