Te escribo para contarte una hermosa experiencia que tuve. No te imaginas la alegría inmensa que sentí cuando mi corazón se abrió de par en par al Cristo sanador. ¡Qué gratitud se derramó en mi ser aquella mañana! Lágrimas de purificación brotaron ante un hecho de inmenso valor para mi progreso espiritual.
Concurría cada mañana, muy temprano, un proveedor domiciliario de pan, que llegaba a la casa contigua a la mía silbando de una manera estrepitosa, aunque no desafinada, y se iba de la misma manera que llegaba. Este hecho me encolerizaba mucho, ya que siempre me despertaba. Nunca faltaba. Era infalible. Y no importaba si llovía, hacía frío o calor. Estaba siempre ahí a las 6:40 de la mañana.
Me contuve muchas veces para no abrir la puerta de calle y manifestarle todo mi desagrado y mi ira. No obstante, yo sabía que mi actitud no era la correcta y que debía hacer algo al respecto. Comencé a orar. Recurrí al Cristo en busca de dirección.
Entonces una mañana sentí el impulso de abrir mi puerta y llamarlo para agradecerle su actitud, deseando que Dios derramara en él todo ese caudal de amor que a mí me inundaba en ese instante.
Acudió de prisa a mi llamado, y cuando le dije que Dios bendice al dador alegre, sus ojos replandecieron. Me pidió disculpas si su silbido molestaba, a lo cual yo contesté con toda sinceridad que todo lo contrario, pues yo había comprendido con cuánta gratitud él daba y recibía.
Fue un momento muy hermoso, de íntima comunión con Dios. Era el Cristo que abría mi puerta y esa puerta era la de mi conciencia, que permitía entrar la luz de la Verdad aquel día.
Cuando estrechó mi mano, en un gesto de gratitud, le dije que las pequeñas cosas que el mundo desconoce son conocidas por Dios. Sentí su pulso latir acelerado y mi pensamiento se elevó pensando que así late el corazón del mundo cuando abrimos nuestro corazón al Cristo, y somos guiados “ a donde estaba el niño' —al nacimiento de una idea antigua y nueva a la vez, al sentido espiritual del ser y de lo que la Vida incluye”,Ciencia y Salud, pág. 191. como dice la Sra. Eddy en Ciencia y Salud. Estos son los pequeños gestos que purifican y enaltecen. También ella dice: “La Ciencia inevitablemente eleva más alto nuestro ser en la escala de la armonía y la felicidad”. Ibid., pág. 60.
Así me sentí purificada en esa mañana gloriosa que abrí mi corazón al Cristo, y brindé calidez y amor al dador alegre que me había dado una lección.
Con el cariño de siempre,
Montevideo, Uruguay
