El viernes 28 de agosto de 1998, un tifón provocó muchas lluvias en la zona de Kanto, en Japón. Los medios de comunicación informaron que el agua del río Nakagawa, en la Prefectura de Tochigi, había subido tanto, que había riesgo de inundaciones. Vi en la televisión las caras de preocupación de la gente que vivía a lo largo del río. Parecían estar preocupados por las probables inundaciones.
Yo no podía quedarme sentado sin hacer nada. Así que esa mañana, oré durante cerca de dos horas. Abrí la Biblia y leí de Jeremías 10:12: "El que hizo la tierra con su poder, el que puso en orden el mundo con su saber, y extendió los cielos con su sabiduría". Luego leí de Marcos 4:37–39: "...se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza".
La Ciencia del Cristianismo enseña que el poder de Dios, mediante el cual Jesús calmó la tormenta, no era algo exclusivo de él, sino de todo aquél que cree en sus enseñanzas. Por ello en mis oraciones, insistí en que lo que realmente existe es Dios que es Amor. También llegué a la conclusión de que los pronósticos del tiempo no son la verdad espiritual sobre ninguna situación, porque se basan en el testimonio de los sentidos materiales, en los que nunca se puede confiar. También declaré que no existen dos poderes, uno malo que puede causar daño, y el poder de Dios. Sólo existe un poder, Dios, el Espíritu.
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