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¡Me siento libre!

Del número de febrero de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando Era Niña hubo muchas veces en que no me sentí libre. Algunas veces me sentía triste y sola, en otras confundida y desanimada. En esas ocasiones, me iba al sótano de casa y me sentaba en un sofá grande. Mi perra, Betsy, siempre venía, se sentaba conmigo y me consolaba. También me enseñó mucho sobre la libertad.

Betsy vivía con libertad. Cuando era una cachorrita le hicimos un corralito en el sótano para que se quedara por un tiempo en ese lugar, pero ella siempre encontraba alguna forma de escaparse. Cuando creció le dimos la mitad del sótano, mas ella aprendió a pararse contra la puerta y girar la perilla de la puerta con las patas, para poder salir.

Por último, mi papá construyó una cerca alta alrededor del jardín, con la idea de que eso mantendría a Betsy adentro. Ella se sentó en el jardín de atrás observando cómo trabajaba muy duro mi papá. Entonces, justo cuando él estaba clavando la última madera de la cerca, ella corrió y de un salto pasó por encima de la cerca. Nada podía impedirle ser libre.

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