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La belleza que viene de Dios

Del número de febrero de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El Mundo parece estar cautivado por la belleza física, la musculatura y el poder de la delgadez. Se oye hablar de cómo la gente recurre a menudo a hábitos alimenticios, aparatos para hacer gimnasia y cirugía plástica. Sin embargo, también se oye de cómo esto culmina en frustración cuando la búsqueda de soluciones meramente físicas no da resultados. Tal vez sea necesario cambiar nuestro punto de vista y dirigir la mirada en una dirección más espiritual, donde podemos encontrar soluciones en Dios, que es nuestro Padre, y que con todo amor comparte con nosotros Sus riquezas.

Cuando el juez y profeta Samuel tuvo que elegir un nuevo rey para el pueblo de Israel, relata el Antiguo Testamento que siguió las indicaciones de Dios y llegó a la casa de Isaí en Belén. Después de haber considerado a los hijos de Isaí, y cuando parecía que estaba a punto de decidirse por uno de ellos, la Biblia cuenta que Dios le habló en sus pensamientos y le dijo: “No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón”. 1 Samuel 16: 7.

Esto hizo que Samuel mirara en otra dirección, y que preguntara a Isaí: “¿Son éstos todos tus hijos?” Isaí respondió que tenía otro hijo, David, que estaba apacentando las ovejas. Luego, cuando David se presenta, Samuel oye nuevamente la voz de Dios que le dice: “Levántate y úngelo, porque éste es. Y Samuel... lo ungió... y desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David”. 1 Samuel 16:12-13. A partir de ese momento David hizo mucho por su pueblo y por la humanidad. Fue llamado: “El dulce cantor de Israel,” y nos dejó salmos que han inspirado, fortalecido y reconfortado a mucha gente a través de los siglos.

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