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Hace Algunos años, durante un verano, estaba con mi familia en una ciudad de la costa. Yo tenía muchas ganas de aprender surfing, y vi que allí había una casa que alquilaba tablas hawaianas. En la primera oportunidad que tuve, alquilé una tabla y entré al mar. El día estaba nublado y ventoso, y no había nadie en la playa. No me detuve para pensar en las condiciones del mar, que estaba "agitado", o sea, con olas mucho más altas de lo que parecía desde la playa, y con una corriente muy fuerte.
Comencé a deslizarme sobre las aguas poco profundas. Aprendí bastante rápido y empecé a adentrarme más en el mar, sin prestar atención a la corriente y a la fuerza de las olas. El intervalo entre una ola y otra fue haciéndose cada vez menor, y tenía que hacer mucho esfuerzo para seguir nadando, porque el agua me arrastraba hacia abajo. Me era difícil subir a la superficie para respirar. En determinado momento, ya no conseguía subir a la tabla y decidí regresar para estar más cerca de la playa. Mas no lograba salir del lugar, tal era la fuerza de la corriente en contra. Cada ola que pasaba, me hundía y giraba, de manera que perdía la referencia de dónde estaba la superficie y sólo conseguía encontrarla cuando sentía el tirón de la tabla que tenía agarrada al tobillo. Entonces una ola muy grande rompió justo encima de mí y cortó la cuerda que sostenía la tabla. De ahí en adelante no lograba saber dónde estaba la superficie y giraba continuamente debajo del agua. Estaba cansado y sin aire; me sentía agotado.
Yo había asistido desde niño a la Escuela Dominical de la Christian Science. Allí aprendí a entender pasajes de la Biblia y de Ciencia y Salud. Durante las clases, también analizábamos las situaciones que ocurren en la vida de las personas y hablábamos sobre cómo sentir la confianza necesaria para vencer mentalmente el mal. Muchas veces, la gente contaba sus experiencias, y se aprende mucho de las experiencias ajenas, porque te ayudan a saber qué hacer en situaciones semejantes. Hablamos prácticamente de todo tipo de temas que tienen que ver con la vida. En más de una ocasión hablamos sobre la muerte, las creencias relacionadas con la muerte y las ideas correctas que las destruyen.
En aquel momento de extrema necesidad, en el medio del mar, la impresión de que iba a morir era muy grande. Pensé que me podía desmayar y morir ahogado. Tuve miedo. Comencé a ver un rayo de luz, una luz intensa, a pesar de que tenía los ojos cerrados. En ese momento, me vinieron al pensamiento cosas que se habían dicho en esas clases de la Escuela Dominical. Una idea en particular cambió el rumbo de los acontecimientos en aquellos instantes: "No debemos dar nuestro consentimiento a la muerte. ¡No debemos desistir de la vida, porque la Vida *es Dios!" Inmediatamente pensé: "¡No voy a desistir!" Recuperé las fuerzas; volví a nadar, pero con más energía, a pesar de que las condiciones del mar no habían cambiado.
Después de veinte minutos llegué a la playa. Mientras nadaba, me acordé de la tabla que había alquilado, pero no acepté que estuviese perdida, porque nada se pierde en el reino de Dios, el reino de la Vida. Ni bien llegué a la playa, un muchacho vino para entregarme la tabla. La había encontrado, y como yo era la única persona que estaba en la playa, pensó que era mía.
Me quedé allí, sentado en la arena, mirando el mar, y comencé a sentir mucho miedo. "Voy a devolver la tabla y nunca más voy a poner un pie en el mar". No obstante, al mismo tiempo, percibí que eso no era lo que quería pensar. No había nada en el reino de Dios que pudiera hacerme mal, ni el mismo mar. La natación y el surfing son expresiones del dominio que Dios le dio al hombre, el dominio del que habla el primer capítulo del Génesis, donde Dios dice: "Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y [tenga dominio]..." Génesis 1:26. Decidí que no iba a desistir de ese dominio, como no había desistido de la Vida. Oré por algunos minutos, pensando en Dios y en Su omnipresencia. Entonces regresé al mar y continué con mi aprendizaje. En esta ocasión, naturalmente, presté más atención a la profundidad del mar, puesto que la prudencia forma parte del dominio que yo había reivindicado.
Estoy muy agradecido por la educación que recibí, y recibo, en la Escuela Dominical, y por el valioso intercambio de experiencias durante esas clases.
