Queridas hermanas:
Me encanta la belleza, la paciencia y la dulzura de madre que expresan. Y valoro su sabiduría, su humor, su sensibilidad, su expresión artística. también admiro su dedicación. Veo en ustedes mucho de Dios, mucho bien. Como ustedes, yo también uso los coloridos saris. También confío en que en cierta medida expreso la gracia que ustedes tienen.
En una ocasión le pregunté a una de ustedes qué pensaba de Krishna y de su consorte Radha, de quienes se habla tan a menudo en las Escrituras hindúes. Ella unió sus manos sobre su cabeza y con gran énfasis dijo: “Una devoción suprema del uno por otro, muy por encima del amor humano”.
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